“Me siento una grasita empoderada”, confesó Mercedes Pérez Sabbi cuando recibió el Premio Novela Histórica de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) por La Grasita (Comunicarte), ilustrada por Raquel Cané. Clarita, la hija del almacenero de un pueblo, viaja junto con su madre a Buenos Aires para conocer la ciudad. Está alimentando a las palomas en la Plaza de Mayo, ese 16 de junio de 1955, cuando los aviones empiezan a lanzar bombas contra la población. No le alcanzan los ojos para mirar tanto horror. A 67 años de ese “crimen de lesa humanidad sin condena”, como define la escritora al bombardeo, lo más importante para ella es que el premio ayudará a visibilizar una obra que permita a los jóvenes “entender dónde está el hilo que une los odios que hoy se manifiestan en los actos cotidianos plagados de violencia e injusticias sociales”.

La novela de Pérez Sabbi brilla por la sensibilidad y profundidad para narrar una época. “El bombardeo a Plaza de Mayo no es un hecho olvidado, sino silenciado, y los hechos que no se pueden olvidar están ahí y se siguen representando, y a veces se acrecientan con las diferentes máscaras del cinismo individualista”, plantea la escritora a Página/12. “Hace un tiempo leí un grafiti que decía: ‘El que sueña solo, sueña. El que sueña con otros, hace historia’. Espero que los jóvenes tengan sueños colectivos”, desea la autora de Florinda no tiene coronita, Manuela en el umbral, Sopa de estrellas, Mi insecto interesante, Cartas amarillas de La Boca a Rosario, Dos asesinos, un muerto y tres obleas y Pascualita Gómez, una chica que se las trae, entre otros.

-¿Por qué no hay literatura infantil y juvenil que considere al peronismo?

-La LIJ (Literatura infantil y juvenil) tiene como mediadores a los adultos (familia, escuela, editoriales, escritores…) y todos tenemos una representación de las infancias. En general hay una mirada proteccionista de las niñeces y el peronismo viene a representar un punto de conflicto entre esos mediadores. Como en un cuento de Irving donde el príncipe Ahmed pregunta ¿qué es eso que se llama amor? y un sabio le responde: “…el amor es la causa de todos los males de la humanidad, el origen de los odios y las amarguras”. Luego hace la misma pregunta a una avecilla que le responde: “… el amor es un encanto que atrae a dos seres… la naturaleza entera está llena de amor…”. Lo mismo pasa con el peronismo, para algunos es la razón de todos los males y para otros, los mejores años de la vida de los argentinos. Entonces, los mediadores, en general, prefieren ser “asépticos” y no meterse con “esos temas”. ¿No es loco que en todos los portales del país el peronismo sea el centro de las conversaciones y cuando se entra a la escuela, como si se pasara una varita mágica, el peronismo ¡plim! desaparece? Todo lo que huela a política del siglo XX desaparece; no es casual que use la palabra desaparecer en nuestro país que tiene 30.000 desaparecidos. Ya no se necesita un decreto que prohíba a Perón como estuvo vigente durante 18 años a partir del 55, sino que el ocultamiento terminó en la indiferencia en el ámbito escolar.

-¿Cuánto de autobiográfico hay en La Grasita? ¿Podrías decir que Clarita, la protagonista y narradora, sos vos, aunque no hayas estado en el bombardeo a la Plaza de Mayo?

-La Grasita soy yo, pero también son mis amigas, mis primas de Tapalqué, mis alumnas de Catán, mis lecturas, mi familia…, los personajes están empapados del universo de mi infancia y de mis experiencias de vida, de mis amores, mis desamores, mis hijes, mis logros, mis fracasos. El bombardeo a Plaza de Mayo me llegó por comentarios acallados en mi infancia, luego por las lecturas y militancia en los años 70, pero fue a partir de ver El día que bombardearon Buenos Aires en el 2005, documental que me atravesó el corazón, que me dije: tengo que escribir sobre esta historia. Y la fui escribiendo y tachando en mi cabeza una y mil veces, hasta que en el 2019 pude sentarme, ponerle voz a Clarita y dejarla hablar.

-La pregunta de Clarita, “tía, ¿yo soy grasita?”, ¿de dónde viene? ¿Le preguntaste lo mismo, alguna vez, a un familiar?

-Tomo las palabras de un personaje de Clara Obligado en La muerte juega a los dados: “Nada de lo que recordamos es verdad, nada de lo que imaginamos es mentira”. Ahí, en esa frontera, está lo ficcional. La escena donde Clarita escucha decir que ella es una grasita la imaginé, pero pienso que en mi infancia, habiendo nacido en Acassuso y convivido con amigas de la “alta sociedad”, siendo yo hija de laburantes, seguramente recibí esa mirada de superioridad de alguna abuela de bastón dorado con siete mucamas en una mansión de dos manzanas.

-¿Qué cicatrices quedaron del bombardeo en esa generación que vivió su infancia en los años 50?

-Todo dolor que no habla deja heridas abiertas, porque lo acontecido en Plaza de Mayo es un silencio que clama justicia. No hubo nombres de las víctimas en décadas, tampoco hubo un solo detenido, por el contrario, muchos fueron premiados y formaron parte activa del golpe del 76. Es nuestro Guernica silenciado, según algunos investigadores. El bombardeo es un crimen de lesa humanidad sin condena. Ahí están los primeros desaparecidos. Comienzan los años oscuros de la historia con complicidad civil. Venimos con la herencia de procesos históricos irresueltos. En la literatura infantil y juvenil hemos podido escribir sobre el terrorismo de estado del 76 y pienso que eso sucedió porque lo vivimos en carne propia, porque le siguió una democracia y hubo una sociedad que proclamó y sigue proclamando justicia. Pero siendo el bombardeo el huevo de la serpiente, quedó silenciado porque le siguieron dictaduras que hicieron acallar con el terror las voces que se pronunciaban.

-¿Cómo se cuenta a los jóvenes historias donde la violencia es la protagonista?

-Cualquier tema, por difícil y tenebroso que sea puede ser contado a cualquier edad, lo importante es el cómo y eso es trabajo con el lenguaje y con las representaciones de infancias que conviven en una. Yo tengo una mirada política de las infancias, en el sentido de contar con una mirada emancipadora de las niñeces. Sobre el terrorismo de estado del 76 escribí Manuela en el umbral en 2005; al igual que La Grasita fue un largo proceso de encontrar belleza en el dolor. En Manuela en el umbral no nombro la palabra desaparecido ni una sola vez y sin embargo Manuela tiene desaparecidos a su mamá y a su papá. El mismo proceso hice con La Grasita, que está internada después de haber estado bajo las bombas y piensa en los hermosos y pequeños deseos que va a pedir para su cumpleaños. Con estos temas una no se debe dejar llevar por los odios y las broncas porque sino en vez de literatura hacemos un relato panfletario, y yo creo que la mejor manera de conocer la historia es a través del arte, porque los acontecimientos nos pasan por el corazón. Por el arte se conoce la historia y se construye la memoria.