La imagen es real: cinco personas crucificadas, entre ellas un adolescente y un chico de nueve años; los brazos atados con sogas a las tablas horizontales, los cuerpos erguidos en medio de la Plaza Sargento Gómez, de Humahuaca, durante al menos 3 horas ante una multitud de alumnos de escuelas de todos los niveles. “Ahí tenemos a un chiquito crucificado, que dice que él quiere, porque hay muchos niños que están muriendo por las guerras, el terrorismo y el hambre en el mundo”, anunció el cura Jesús Olmedo, organizador de la “Marcha por la Paz y la Justicia”, realizada el miércoles. “Me están diciendo que el niño está derramando lágrimas de dolor y me preguntan si ya lo pueden bajar”, agregó luego, según contó a este diario una madre que estuvo presente en el acto. La convocatoria impulsada por el cura fue apoyada por las escuelas de Humahuaca y por el Ministerio de Educación de Jujuy, que aceptó suspender las clases para que todos los chicos pudieran ir a la marcha y no repudió las crucifixiones. En diálogo con PáginaI12, Olmedo aseguró que “la madre del niño lo había autorizado”, y que el chico “lloraba porque hacía un poco de frío. Pero también lloran los hombres”.
“Olmedo está hace varios meses recorriendo escuelas de Humahuaca para dar charlas sobre la paz, sobre las atrocidades que se estaban cometiendo en las guerras”, contó a este diario una docente de un colegio secundario público de esa ciudad, que prefirió no dar su nombre para no tener problemas en la institución en donde trabaja. Según explicó, en su escuela los chicos se habían mostrado entusiasmados con la temática, de modo que cuando surgió la convocatoria para la marcha no dudaron en participar; ensayaron para tocar una canción de León Gieco en el cierre del acto. “Yo estaba de acuerdo con la marcha, me parecía una buena idea”, aclaró la docente, que también es madre de una chica que participó de la jornada. El problema fue que al llegar a la plaza con sus alumnos se encontró con una imagen impactante: cinco cruces clavadas en el pasto, tres adultos, un adolescente y un chico de nueve años con los brazos abiertos, atados a las maderas. “Cuando vi esa imagen no sabía a dónde llevar a mis alumnos. Me quedé porque no podía creer lo que estaba pasando, y saqué fotos para que se difunda”, relató la docente.
Uno de los momentos que más le sorprendió fue cuando el cura interrumpió su discurso para decir, “el niño está derramando lágrimas”, con el objetivo, según ella, de “explicarnos que lo iban a bajar porque tenía mucho frío y lágrimas de dolor. Recién después de pedirle permiso al cura lo bajaron”. Cuando el chico ya estaba en el suelo, Olmedo lo llamó al micrófono. La docente grabó un audio de ese momento, en el que se escucha cómo el cura grita eufórico: “Él ha estado crucificado pensando en los niños que están muriendo en la guerra. ¡Un aplauso muy fuerte para Gastón por haber estado 3 horas crucificado!”. “¿Quieres decir algo?”, le preguntó al chico. Como no respondió, el cura dijo: “No quiere decir nada. ¡El silencio es más fuerte que el grito!”.
“Hicimos una marcha enorme, con niños de todas las escuelas”, contó el cura a este diario. La modalidad del acto, explicó, intentó replicar la crudeza de la guerra: “Está muriendo un montón de gente, un montón de niños por los misiles y por las armas químicas. Nosotros hicimos el acto para representar esa masacre”, añadió, y subrayó que la convocatoria se centró en los alumnos de las escuelas primarias porque “los niños son los principales protagonistas de estas muertes”. Sobre la crucifixión de Gastón, Olmedo aseguró que “el chico quiso ser crucificado y su madre lo había autorizado a hacerlo. Lloraba porque hacía un poco de frío. Pero los hombres también lloran. El acto fue hermoso, todos quedaron encantados”.
La escuela Primaria Nro 408, como muchas otras de Humahuaca, mandó a la familia de los alumnos una autorización que invitaba “a participar de la Marcha por La Paz el día miércoles 7 de junio entre las 9 y las 12.15 horas”. En ningún lugar aclaraba que, durante esas tres horas, un adolescente y un chico de nueve años iban a ser crucificados en la plaza principal del pueblo. “El cura les dijo a los chicos de la escuela que se iban a hacer crucifixiones, que avisen a sus casas. Pero no hubo ninguna notificación institucional”, dijo a este diario Florencia Fernández, tía de uno de los chicos de esa escuela. “No se pueden suspender las clases si el Ministerio de Educación no lo autoriza”, aclaró Fernández, que conoce el procedimiento porque es docente de una escuela provincial. La madre de otro de los chicos de la Escuela 408, de nombre M.S., contó que su hijo “no fue al acto de casualidad. Yo no sabía que iban a crucificar gente, en la autorización figuraba que iba a ser una marcha nada más, me gustaría saber cuál es el mensaje del cura con estos actos”.
Tanto la docente que no quiso que apareciera su nombre, como también Fernández, aseguraron que las personas que criticaron el acto fueron intimidadas y amenazadas. “Hay mucha persecución hacia la gente que critica estas cosas. Muchos dicen que son prácticas autóctonas y que los que no son de acá no entienden. Yo creo que estos actos no hacen más que reproducir la opresión que la Iglesia Católica siempre aplicó sobre los pueblos originarios”, opinó la docente. Por su parte, Fernández dijo que su hermana “está muy asustada”, ya que “la amenazaron por haber criticado la actividad y por no haber mandado a su hijo al acto”. “Estas cosas desatan mucha violencia en el pueblo contra los que se oponen”, agregó. Este tipo de intervenciones no son novedosas en Jujuy. Según sostuvo Fernández, “Olmedo induce a la gente a hacer este tipo de actos. Es un perverso. Varias veces ha hecho que gente se crucifique en manifestaciones, y en los años noventa una vez hizo coserle la boca a unas mujeres”.
Informe: Juan Funes.