Desde Londres
Las elecciones son cada vez más una caja de sorpresas en todo el mundo. Al cierre de esta edición a las 4 de la mañana hora de Londres (cuatro horas menos en Argentina), los conservadores, favoritos de las encuestas, perdían su mayoría absoluta parlamentaria, según las últimas proyecciones de la BBC. De confirmarse esta tendencia, lejos de obtener el mandato contundente que buscaba para las negociaciones por el Brexit con la Unión Europea, May quedó a años luz de los 100 escaños que predecían los sondeos y tendrá que formar alianzas con otros partidos para gobernar.
El líder del partido Laborista, Jeremy Corbyn, es el gran ganador de la jornada a pesar de salir segundo en la elección. Corbyn aumentó considerablemente el porcentaje de votos que consiguió su predecesor Ed Miliband en las elecciones de 2015 y obtuvo excelentes resultados en Londres, Gales, las grandes ciudades como Manchester y Liverpool, y hasta en Escocia, donde en 2015 había sido borrado del mapa. El resultado reivindica su liderazgo y el programa electoral de izquierda que revirtió el retroceso laborista de los últimos años.
La elección también dio dos grandes derrotados: los nacionalistas escoceses pro-europeos, el SNP, perdió numerosos escaños y los nacionalistas y antieuropeos del UKIP vieron pulverizado el 13,4% de los votos que habían obtenido en 2015.
Esta tendencia en los guarismos bastante consolidada a las 3 de la mañana hora de Londres debe contrastarse con el punto de partida. Cuando Theresa May convocó a elecciones anticipadas en abril tenía 20 puntos de ventaja en los sondeos y 330 de los 650 escaños en juego, es decir, mayoría propia, aunque vulnerable a los rebeldes pro-europeos de su propio partido.
En contraste el laborismo tenía 229 escaños y una proporción del voto que apenas había superado el 30 por ciento en 2015, además de quedar reducido a un solo escaño de los 59 en juego en Escocia, territorio vital para su posibilidad de formar gobierno.
Apenas cerrada la votación a las 2200 hora local se publicaron las bocas de urna conjunta de la BBC, ITV y Sky, la medición que más se ha acercado al resultado final en las últimas elecciones. La boca de urna le daba la victoria a los conservadores, pero perdían la mayoría absoluta que tenían mientras que el laborismo ganaba unos 34 escaños. Con tantos errores en las encuestas, la última palabra le pertenecía a ese complejo mosaico de motivaciones políticas que son los 650 distritos electorales en juego, repartidos entre Inglaterra (533), Escocia (59), Gales (40) e Irlanda del Norte (18), las cuatro patas de ese conjunto a veces indescifrable que es el Reino Unido.
En una noche de sorpresas, Newcastle upon Thyne, en el norte del país, le ganó a su vecino Sunderland como el primer distrito en declarar el resultado. Esta zona industrial del noreste inglés siempre fue ultra-laborista. Más que el ganador del escaño, importaba medir el porcentaje del voto. Un viraje de votos hacia los conservadores sería una primera indicación que los que se inclinaron por el nacionalista y antieuropeo UKIP en 2015, preferían a May sobre Corbyn y que la apuesta de la primer ministra de centrar buena parte de su campaña en esa zona del país, rendía frutos.
La victoria de la candidata laborista Chi Onwurah significó un 10% más que en 2015, pero los conservadores también habían mejorado su cuota de votos: el gran perdedor era el nacionalista antieuropeo UKIP. El mismo paisaje se vio en el segundo distrito, Sunderland, que llegó un poco detrás de Newcastle en la hora del anuncio.
En la campaña May se presentó como la cara del Brexit en un intento de hacerle olvidar al norte de Inglaterra que era una conservadora y que otra primer ministro Tory, Margaret Thatcher, había destruido la base industrial de esa región del país en los 80. En unos 71 distritos la diferencia a favor de los laboristas era menor que el voto a favor de UKIP que, en caso de inclinarse por los conservadores y no los laboristas, podrían significar escaños para el partido de May que en mayo había asegurado que eran el partido de la “clase trabajadora”. La derrota de los conservadores en el norteño cinturón industrial de Hartlepool a manos de los laboristas, anunciada a las 2 de la mañana, puso fin a esta expectativa tory.
En un sistema electoral como el británico que es indirecto (ver apostillas electorales) los especialistas hablan de “safe seats” (escaños seguros) y “battleground seats” (escaños en disputa). En siete de las últimas ocho elecciones, el partido que gana en la localidad de Nuneaton - una pequeña ciudad tipo de 81 mil en el centro oeste del país - es el que forma gobierno. En 2010 y 2015 ganaron los conservadores. En 2005 y 2001 los laboristas. A la 1 de la mañana (2100 de Argentina) no había buenas noticias para el Laborismo: los conservadores se llevaban el escaño.
Un segundo termómetro era el resultado en Darlington, noreste del país, que se supo 10 minutos más tarde. En 2015 los laboristas habían ganado con un 42,9% de los votos, pero una parte de su base electoral había emigrado al UKIP por el tema europeo. El peligro para el laborismo era que ese 13% abandonara a los nacionalistas para dar su voto a los conservadores en vez de retornar al laborismo. La victoria correspondió a los laboristas. Con resultados tan fluctuantes la elección seguía siendo impredecible.
Con 73 escaños, la capital Londres era uno de los pocos lugares aparte de las grandes ciudades y el norte del país, donde el Laborismo y los comentaristas anticipaban una buena elección. Una sorprendente encuesta hace una semana le daba a los laboristas una amplia ventaja sobre los conservadores en la capital. ¿Cuán amplia sería a la hora de contar los votos?
En el distrito de Battersea, en manos de la secretaria de finanzas Jane Ellison, los conservadores tenían una ventaja de más de 7 mil votos. La laborista Marsha de Cordoba revirtió esta diferencia y le ganó por dos mil votos: Ellison perdió simultáneamente la banca y el ministerio. En Wandsworth se producía el mismo panorama que se repetía en escaño tras escaño de Londres. Putney, en el suroeste de la ciudad, fue uno de los pocos consuelos de los conservadores: la ministra de educación Justine Greening conservó su escaño.
En Gales, que votó a favor del Brexit, el primer resultado fuerte fue poco después de la una la victoria del laborismo en Wrexham, un lugar que la misma Theresa May había visitado esperando un viraje hacia los conservadores que no se dio. El segundo resultado en Gales, Lanelli, mostró la misma tendencia: victoria laborista. En Vale of Lwyd los laboristas ganaron por más de 2 mil votos.
Esa tendencia comenzó a perfilarse también en Escocia donde, contra todos los pronósticos, el laborismo le ganó a los nacionalistas escoceses del SNP por 246 votos en el primer escaño anunciado. Pero todavía faltaba el plato fuerte entre las 3 y 4 de la mañana con la mayoría de los 59 escaños de Escocia donde el SNP tuvo una desastrosa noche que termina por un tiempo con sus aspiraciones independentistas. Las encuestas mostraban una victoria aplastante de los nacionalistas escoceses del SNP, con una recuperación del voto conservador y los laboristas languideciendo con el único escaño que habían mantenido en 2015 luego de haber sido el partido hegemónico desde fines de los años 50. Nada de eso sucedió.
A las 2 y 30 de la mañana un exhausto Jeremy Corbyn fue reelecto en su distrito londinense de Islington norte.
El resultado parcial y las proyecciones indican que Theresa May apostó a una victoria aplastante en base a la ventajas en los sondeos de 20 puntos hace solo siete semanas. Esa victoria no se dio. El respaldo que esperaba conseguir no lo obtuvo. Si efectivamente tiene que gobernar con el apoyo de otros partidos, será un gobierno extremadamente débil para conducir la negociación diplomática más importante del Reino Unido en 50 años: su separación de la Unión Europea.