“La filosofía de Playboy se ha convertido en una sustituta de la religión”, escribió Hugh Hefner en un manifiesto de su publicación. La monumental docuserie Secretos de Playboy (A&E) no solo desentraña al emporio del conejo con moño y su rol en la cultura occidental en buena parte del siglo XX sino que describe varias atrocidades realizadas en nombre de ese estilo de vida por su ideólogo y séquito. El magnate de la pipa, bata y gorro de capitán, sin ir más lejos, es descrito como el líder de un culto con secuelas a la vista. El trabajo, que consta de 12 episodios, se estrenará con dos capítulos el domingo 19 a las 22.

La producción original de A&E descubre seis décadas de escándalos, sordidez y crímenes sexuales tapados bajo la alfombra de la empresa. Secretos de Playboy se apoya sobre un cuantioso material de archivo y, esencialmente, el testimonio de playmates y conejitas que vivieron en la célebre mansión de Beverly Hills. También aparece gente que conoció a Hefner y diversos analistas que repasan el lugar el rol de este “Disney para adultos” de los Estados Unidos. El repaso histórico en el primer episodio (“El legado de Playboy”) es vertiginoso. De haber estado a la delantera de la revolución sexual y derechos civiles en los ’60, la corporación pasó a ser objeto de críticas del feminismo en los ’70, objeto y emblema incómodo de cierto “estila de vida americano”, un “Shangril-La” hecho a partir de las decisiones de su patrón que se mantuvo incólume hasta hace poco.

Hefner, fallecido en 2017 a los 91 años, no llegó a ver cómo el ascenso del #MeToo y la perspectiva de género contemporánea terminaron por desacreditar la mitología de su hijo dilecto. La directora de la serie no tiene dudas. “Creo que el legado de Playboy está manchado. Tenía un legado de haber servido para el comienzo para la revolución sexual. Muchas personas sienten eso que fue como parte de su despertar sexual. Y yo creo que nadie les puede quitar eso. Pero creo que ahora también nos damos cuenta de que Playboy hizo mucho daño”, manifestó Alexandra Dean en una conferencia virtual de la que participó Página/12.

La cosificación es sólo uno de los ángulos del trabajo que va de la revisión a la denuncia. También se reactivan algunos relatos (como el de su expareja Holly Madison) que años atrás habían sido minimizados. Cada episodio de Secretos de Playboy es suculento en el raid de drogas, explotación sexual, trata de personas, tortura psicológica y/o física ejercida sobre las mujeres. El trabajo da tiempo para que el staff femenino y exnovias de Hef describan con lujo de detalles lo que significaba ser parte de ese universo y el modus operandi de la empresa -al estilo piramidal- que se basaba en explotar su materia prima. El asistente personal de Hefner (Stefan Tetenbaum) y la conejita madre (PJ Masten) repasan un entorno en el que el "casting sábana" era parte del contrato. Eso es solo el comienzo: hay suicidios, muertes no esclarecidas y casos espeluznantes como el de Dorothy Stratten, la playmate cuyo asesinato dio origen a la película Star 80 de Bob Fosse.

La idea de un culto aparece varias veces a lo largo del trabajo. Y el cabecilla era, obviamente, quien había fundado la compañía erótica en 1953. Dos décadas después, Playboy se había convertido en el emblema de la libertad sexual. Y con el paso del tiempo a la cabeza de un modelo escabroso. “Hefner era el dueño de todos y todas en el mundo Playboy. Era un proceso lento. No sabíamos mucho al respecto, pero sin dudas Playboy tenía todas las señales de ser una secta porque se esperaba que uno actuara de determinada manera, decir algunas cosas de la marca y dentro de ese mundo de Playboy Hefner tenía todo el control”, explicó Miki García, explaymate y su directora de promociones, durante la presentación del trabajo. Secretos de Playboy no casualmente contó con el aval del equipo de producción Esclavos de la Cienciología, que también se vio por la A&E.

Entre los méritos del trabajo aparece el de que las mujeres expongan su versión de la historia sin caer en el mea culpa o lo inquisitorio. Es particularmente siniestro cuando se relata el uso de la droga Metacualona (a la que la llamaba “abre piernas”), las “noches de cerdos” o como los invitados VIP (Bill Cosby y Roman Polanski, entre otros) cometían actos lascivos, o directamente delitos, sin miedo a ser expuestos. El caso de Don Cornelius es ejemplificador. El creador y presentador de Soul Train -según se relata aquí- mantuvo cautivas a dos conejitas durante dos días antes de “devolverlas”. Otra historia reveladora es la de Jennifer Saginor, quien pasó su infancia y adolescencia en la Mansión Playboy. “Con Playboy existió el conflicto sobre libertad o explotación de la mujer. A medida que pasaba el tiempo viví las inconsistencias y lo que era una hipocresía”, cuenta la hija del médico personal de Hefner.

La productora y responsable de la entrega, en esa línea, opina que no se puede ignorar la época en la que surgió Playboy. “Las mujeres estaban tratando de descifrar qué era la libertad, qué era el empoderamiento y para muchas mujeres estar orgullosas de su cuerpo y su sexualidad y tener una relación libre con su cuerpo era parte de eso. Y Playboy hacía muy bien esa venta del sueño a las mujeres de que un desnudo hermoso en esa revista sería un movimiento poderoso. Y al ignorar eso se está subestimando la experiencia de estas mujeres. Muchas mujeres se sentían libres y poderosas. El problema es que muchas terminaban siendo parte del imperio de Hefner, llevadas a este mundo con lógica de secta, donde muchas veces terminaron convirtiéndose en un juguete sexual”, explicó Dean. En Secretos de Playboy el conejito queda finalmente al desnudo.