La presencia en Rosario del actor, dramaturgo y director Arístides Vargas es un acontecimiento para el sector teatral y para la ciudad. El ciclo que lo tiene por protagonista –y que organiza la Cooperativa Los Titiriteros Ltda., con auspicio de Delegación Rosario Asociación Argentina de Actores, AMSAFE Provincial, CTA de los Trabajadores y Ministerio de Cultura de Santa Fe– comenzó ayer con la puesta de De Cómo Moría y Resucitaba Lázaro el Lazarillo; continúa hoy con La Edad de la Ciruela, con dirección de Christian Álvarez (a las 21 en el Centro Cultural de La Toma, Tucumán 1349), y mañana con Instrucciones para abrazar el aire, actuada y dirigida por Vargas y Charo Francés (a las 19 en Teatro Municipal La Comedia, Mitre 958). A la vez, tanto Vargas como Francés concluirán hoy el dictado de sus respectivos talleres de Dramaturgia y Actuación en Plataforma Lavardén.

El teatro fue para Arístides Vargas –nacido en Córdoba pero de vida mendocina– la ventana que le abrió la vida a otros mundos, una apertura por la que debió exiliarse durante la última dictadura militar. En Ecuador conoció a la actriz Charo Francés, su esposa; con ella y otros artistas formaron el grupo teatral Malayerba, cuyas obras recorrieron Latinoamérica. Hoy Vargas y Francés están en Rosario, y como él dice a Rosario/12: “Para nosotros es una alegría, porque es la oportunidad de que se conozca un poco más mi dramaturgia y el tipo de trabajo que hacemos. Siempre es importante presentarse y más en estos tiempos, para que la gente se reúna y pueda ser interpelada por una obra de teatro”.

-Recuerdo una expresión suya: Hhay que devolverle el teatro a la gente”; tal vez hoy esto encuentre una consideración todavía más urgente.

-Creo que después de lo que hemos vivido, tanto en la pandemia como en lo que estamos viviendo a nivel mundial, con el desatar de esta violencia inusitada a través de la guerra, hace que la gente sienta la necesidad de reunirse y vivir experiencias cercanas. Veníamos de un mundo bastante individualista y cercado por los medios, por la tecnología, un mundo que implicaba una exigencia subjetiva. En este momento necesitamos un sentido más comunitario, y el teatro es especial. Es un encuentro social, y en algunos casos también una fiesta.

Crédito: Guillermo Turín Bootello.

-Tal vez nos devuelva piezas faltantes, las de un rompecabezas de espacios vacíos; lo digo por la última dictadura y los desaparecidos, y por cómo sus obras dialogan desde el exilio.

-El teatro nos devuelve o nos reintegra con ciertos espacios perdidos, a través de un ejercicio de imaginación. Yo escribí algunas obras sobre el exilio, pero hay una, Nuestra Señora de las Nubes, que es el encuentro entre dos personas en diferentes momentos del exilio, en esos encuentros reconstruyen un pueblo que se llama Nuestra Señora de las Nubes; la tesis de la obra es, justamente, que si hay faltantes en tu vida o en nuestras vidas, el teatro los restituye de manera imaginaria. El teatro es el reencuentro con la memoria, con la ausencia, con las y los que no están. Esa conexión hace que sea un arte extraordinario, más aún en una contemporaneidad donde muchas veces nuestras relaciones están mediatizadas por máquinas. El teatro es encuentro de primera mano, ese reconstruir impreciso pero a la vez necesario de la memoria.

-Me permito relacionarlo con la obra que presenta mañana, Instrucciones para abrazar el aire.

-Es una obra que escribí a partir de las conversaciones que mantuvimos entre Charo Francés, la actriz, compañera y esposa con la que vivo, y Chicha Mariani. Yo ya conocía la casa de la calle 30, de La Plata. En esa casa se editaba una revista de aquellos años, de la militancia y juventud peronista, que era Evita Montonera. Cuando conocí la casa viví como una conmoción, porque me ató inmediatamente al pasado, me impactó tanto lo que sucedió allí que decidí escribir. Por una serie de casualidades, una amiga me dice que conocía a Chicha, la abuela de la niña desaparecida, mejor dicho robada en la calle 30, y Chicha me mandó a llamar, me dijo que quería que yo escuchara la historia desde su lado. Por supuesto, no es una obra que reconstruya los hechos, aun cuando de alguna manera lo hace. Yo lo llamo un ejercicio poético ficcional, porque es como una poesía que cuenta unos hechos que, si estás informado, te das cuenta de qué se está hablando. Son tres niveles, en uno hablan dos ancianos, en otro dos cocineros, y en otro nivel dos vecinos. Hablan todo el tiempo de una casa. La particularidad es que fue hecha para una sola espectadora, que fue Chicha Mariani. De hecho, cuando hicimos la primera función fue en su casa en La Plata, junto con tres o cuatro amigas que ella había invitado. Hasta ahí se cumplía la elaboración de la obra, porque llegaba a su fin con esa presentación. Y fue una presentación que duró mucho, dos o tres horas, porque íbamos deteniéndonos cuando Chicha se sentía muy acongojada por lo que íbamos contando, conversábamos y nos decía “ahora quiero que sigan”, y nosotros seguíamos. Fue una función tan intensa que comprendí lo que los griegos llamaban catarsis, porque fue realmente catártico, un ejercicio de carácter emocional, social e ideológico, donde se condensaba la vida de manera trágica, poética y hermosa; de alguna manera, después de la función, sentimos que algo se había curado en nosotros.

Con el fallecimiento de Chicha Mariani en 2018, Vargas y Francés decidieron no volver a representar la obra, “pero varias compañeras y compañeros nos dijeron que teníamos que seguir, porque la búsqueda de Clara Anahí Mariani continúa, así como la de niñas y niños desaparecidos durante la época horrenda de la dictadura argentina”. Como aclara el propio Arístides Vargas, “este mundo de mis obras puede parecer sombrío pero, muy por el contrario, hay muchos elementos de humor, muchos elementos que hacen que la vida también sea conformada por la risa, por el encuentro y la celebración. De hecho, una de las cosas que nos dijo Chicha Mariani al terminar la obra fue ‘esta obra hubiese divertido mucho a mis hijos’, y para mí eso es fundamental. El divertimento en el sentido brechtiano, inteligente, el que nos hace pensar nuestra vida y nuestra ética en la comunidad”.