Manuel Belgrano es uno de los principales referentes de la historia argentina. Desde la primera infancia se da a conocer su figura y se lo reconoce principalmente por ser el creador de la bandera. Sin embargo, no se dimensiona realmente lo que significó su paso por Rosario. Docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Rosario, profundizaron sobre su legado y la importancia que tuvo nuestra ciudad en su cruzada por la independencia. Estuvo en Rosario en el mes de febrero de 1812, momento en el que enarboló por primera vez la bandera argentina. Es imposible desconocer el trasfondo de esa situación y lo que llevó a que inmortalizara ese momento. “Estábamos en plena Revolución desde 1810, pero hacía ya cuatro años que había una crisis en la metrópolis porque Napoleón había ocupado la península y quedado la corona sin rey. En ese contexto, Belgrano que hasta el momento era un funcionario colonial, toma la decisión crucial de participar de la gesta revolucionaria y de manera muy rápida se convierte en algo para lo que no había sido especialmente preparado”, explicó Marcela Ternavasio, docente de la UNR y especialista de Historia Política Argentina e Iberoamericana del Siglo XIX.
Belgrano era hijo de una de las familias más ricas de Buenos Aires y se había ido a España para estudiar Leyes en la Universidad de Salamanca. En ese ámbito se codeó con los sectores letrados más influyentes de su época. “Regresa a nuestro país con el altísimo cargo de Secretario del Consulado de Comercio que acababa de crearse y se convierte, a su vez, en ese letrado periodista de los primeros periódicos que aparecen en el Río de la Plata a partir de 1801. Pero de ninguna manera estaba preparado para ser, entre tantas otras cosas, un militar. Bien es sabido que participó en la defensa de Buenos Aires, en las dos Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 y fue uno de las principales figuras que impulsaron la Revolución de Mayo, siendo vocal de la Primera Junta. Podríamos decir que Belgrano era uno de los personajes que tenía mucho más para perder en comparación con sus compañeros de ruta dentro de la Revolución”, afirmó la investigadora.
Luego de estar al mando de una fallida expedición que se dirigió a Asunción de Paraguay para exigir obediencia a la Primera Junta, emprendió el regreso a Buenos Aires. En el camino llegó a Rosario como parte de una estrategia para defender el poder revolucionario en el frente de Montevideo, uno de los escenarios más duros del momento y donde estaba asentada la flota real. "Los realistas patrullaban las costas del Río Paraná para impedir la comunicación entre la base revolucionaria de Buenos Aires con Montevideo, que era una plaza que se resistía a la revolución que quedó aislada. Al mismo tiempo, esta patrulla servía para abastecerse, por lo cual era un punto importante cortar la presencia realista en el río", especificó Ignacio Martínez, Doctor en Historia y Docente de la UNR.
Para interrumpir la navegación realista se buscó un punto para plantar cañones con el fin de cumplir este objetivo. "Cuando llega Belgrano en 1812 tiene como misión la de construir dos baterías en este punto de Rosario, zona en donde el río se angosta más y entonces, el poder de fuego de los cañones sería efectivo. A una batería la nombra Libertad y a otra Independencia, ubicada una en la costa de nuestra ciudad y la otra del lado de las islas", continuó Martínez.
El lugar preciso donde fueron construidas no se conoce, pero el investigador comentó que se cree que es donde hoy se alza el Monumento Nacional a la Bandera. "En ese momento, Rosario era un pueblo casi insignificante ya que tenía alrededor de mil habitantes, pero poseía una de las tres parroquias existentes hasta el momento en Santa Fe. Por eso, se necesitó movilizar muchos recursos para construir esas baterías".
Para unir al pueblo
Resulta interesante observar la coexistencia de símbolos entre 1811 y 1812. El 25 de mayo de 1811 se celebró el primer aniversario de la Revolución y se puede identificar que los símbolos de la monarquía española seguían apareciendo con frecuencia, ya que no se había declarado formalmente la independencia. "Todos los gobiernos iniciales de la Revolución juran fidelidad en nombre del Rey, el cual está cautivo por parte de Napoleón y se convierte en una suerte de mito de la ausencia. Hay coexistencia de símbolos porque hay coexistencia en realidad de planes y proyectos, donde podemos ver cómo van predominando uno sobre otros al calor de los acontecimientos y de esa guerra revolucionaria que se convirtió en una gran usina de identidades. Básicamente en este punto aparece la noción de patria y de libertad", explicó Ternavasio.
Martínez recordó que las fuerzas revolucionarias no tenían garantizadas la adhesión de la población local, por lo que era necesario convencerlos de apoyar la causa de la independencia. "Hay un hecho interesante e importante, que es la enarbolación de la bandera, que cuenta con un capítulo previo. Cuando Belgrano estaba construyendo las baterías le escribe una carta al Triunvirato para estandarizar la escarapela, que diferenciara los bandos. En esa instancia propone los colores celeste y blanco, y lo consigue ya que el Triunvirato lo aprueba por decreto".
Cumplimentado este paso, y viendo la aceptación que tuvo la escarapela, decide pasar a la siguiente instancia: la construcción de una bandera como un símbolo patrio. "Se junta la necesidad práctica de la guerra, pero que viene de la mano de lo simbólico y de un patriotismo que a lo mejor excede estrictamente lo bélico pero no la coyuntura de la guerra", aseguró Martínez.
"Tener símbolos patrios implicaba que los ejércitos pudieran reconocerse entre amigos y enemigos. Se contaba con un ejército pobre, casi sin formación, y enarbolar una bandera era en gran parte marcar un sentimiento de pertenencia. Y esto es muy importante en la estrategia bélica", aseguró Ternavasio.
Martínez subrayó que existía un panorama muy amplio para sostener la guerra. "Por un lado, Belgrano le pone Libertad e Independencia a sus baterías y por otro, el discurso revolucionario decía estar peleando en nombre de Fernando VII contra la metrópolis. O sea, todos reconocían al rey, lo que pasa es que los revolucionarios no reconocían a las autoridades de la península. Entonces, recuperar esos colores van de la mano con ese argumento" y agregó: "También tiene que ver el manto de la Virgen, que contiene esos colores y entonces podemos decir que Belgrano a su vez apostó por un recurso de apelación religiosa".
El camino en la travesía independentista de Belgrano no se detendría allí, sino que siendo general del Ejército del Norte dirigió el éxodo jujeño, comandó las victorias de los revolucionarios en la batalla de Tucumán y en la de Salta, y tuvo a su cargo la segunda Campaña Auxiliadora al Alto Perú, durante la cual fue dos veces derrotado por los realistas. "Es importante destacar que encabezó unas de las más importantes misiones diplomáticas junto a Bernardino Rivadavia en 1814, viajando a Río de Janeiro, Londres y por otros lugares de Europa, para poder concertar una tregua con la metrópolis. Después del fracaso del primer congreso constituyente, se convoca un segundo en Tucumán para 1816 y se declara finalmente la independencia", especificó Marcela Ternavasio.