Todos sabemos por qué es famoso Ricardo Arjona. Uno de los cantantes más exitosos de Iberoamérica, con ventas de discos por encima de los 20 millones y una popularidad que va más allá de la región. Pero, como toda persona, más allá de su profesión, tiene otras pasiones y en el caso de este guatemalteco de 58 años han sido los deportes, puntualmente el fútbol y el básquet. Aunque, claro, su historia más impactante lo relaciona con la naranja porque, gracias a su altura (1m95) y habilidades, de chico se destacó, llegó a la Selección y fue dueño, durante 18 años, de un récord en su país: los 79 puntos que anotó con su equipo, Leones de Marte, fue una marca que recién fue superada en el 2005. En esta nota encontrarás la historia detrás de aquel hito, el lado B del popular cantante…
Nacido el 19 de enero de 1964, en Jocotenango, Edgar Ricardo Arjona Morales rápidamente se decantó por los deportes, especialmente por el fútbol. Su primo, Haroldo Juárez, fue un delantero profesional y llegó incluso a la MLS estadounidense. Motivado por la historia, Ricardo lo intentó pero su altura lo decantaron hacia el básquet, en el que rápidamente se destacó. Los tiempos los compartía con la escuela y con la formación musical, que rápidamente comenzó a partir de la pasión de su madre, compositor que vio talento en su único hijo varón.
Arjona comenzó a jugar como base, pero luego se convirtió en escolta y alero a partir de su capacidad anotadora. “Ricardo fue un gran deportista, muy compañero y querido por el resto de los jugadores del equipo. Era muy responsable, respetuoso y aplicado”, recordó Enrique Amaya, su entrenador. Su desempeño fue tan bueno en Leones de Marte que lo convocaron para el seleccionado juvenil que disputó un torneo internacional en Honduras. Fueron años de mucha pasión y dedicación al deporte que, incluso, en una renuncia a una beca universitaria a una de las mejores facultades privadas de Guatemala por seguir con el básquet. Una decisión que después le costaría comenzar diversas carreras (Arquitectura e Ingeniería) hasta decidirse por Ciencias de la Comunicación, título que consiguió para que sus padres "se quedaran tranquilos" y lo disculparan por haber renunciado a aquella beca universitaria.
Pero, en realidad, por aquellos años, Ricardo tenía dos pasiones: la música y el básquet. Ya había llegado a la Selección, incluso con una participación en un torneo en Centroamérica, cuando llegó la noche mágica de abril de 1987. Dos años antes ya había grabado su primer disco, “Déjame decirte que te amo”, pero todavía no podía dejar su amor por la naranja. Fue en el estadio Teodoro Palacios Flores, al mismo que había concurrido tantas veces con su padre, a recitales y eventos deportivos, donde Arjona brilló y terminó anotando incluso más puntos que todo el equipo rival, Confecciones MR, en la victoria de Leones 129-74 en un partido de la liga profesional de su país.
Así superó la marca anterior (de 54) y logró mantenerse hasta el 2005, cuando Marlon Domínguez, de Sat-Cybertech, lo superó al llegar a 89. “Fue una de esas noches en las que te sale todo y, como todos se dan cuenta, te empiezan a ayudar para meter todos los puntos que puedas. Eso hicieron los compañeros. Será una cifra difícil de superar por un buen tiempo”, escribió el periodista Rafael Mejía.
“Yo hacía un poco de todo en la cancha. No era un pistolero, un anotador… Compartía la pelota y jugaba en varias posiciones. Yo crecí un poco tarde, más de la cuenta para la normalidad y menos de la cuenta para el deporte, y eso me dio la oportunidad de comenzar como armador y luego pasarme a otros puestos. Eso me permitió aprender diferentes roles y adaptarme”, contó Arjona en una entrevista con una radio de Dominicana hace algunos años. También dijo que había jugado al fútbol y al tenis, contó que su hijo había seguido los pasos con la naranja…
Luego de aquel récord, Arjona se planteó seriamente cómo seguir y resolvió abandonar el básquet y viajar a México para comenzar su carrera como músico internacional. “En Guatemala, el básquet no tenía potencial de desarrollo”, aclaró Amaya. Sin embargo, su pasión nunca se apagó. Cada vez que va a Estados Unidos, cuando la música lo lleva al país, va a los juegos de la NBA. Se ha declarado como fanático de Michael Jordan y de los Spurs, en especial en la época que estaba Manu Ginóbili.
Por lo pronto, cuando vuelve a Guatemala y tiene un tiempo, se reúne con aquellos ex compañeros de Leones de Marte o de la selección juvenil y vuelven a agarrar la pelota. Para volver a aquellos entrañables, en especial a esa noche especial en la que metió los épicos 79 puntos.