Después de cuatro décadas de lucha, primero en armas y luego en democracia, aquel revolucionario de anteojos que sobrevivió a la tortura y el exilio llegó a conquistar la presidencia de Colombia: Gustavo Petro, a sus 62 años, triunfó este domingo en la segunda vuelta con el 50,45 por ciento de los votos frente al empresario Rodolfo Hernández, que recibió el 47,30 por ciento. En su tercer intento presidencial, Petro derrotó a las élites que siempre cuestionó y moderó sus posiciones más extremas para captar a los votantes indecisos. El exalcalde y senador propone robustecer el Estado, transformar el sistema de salud y pensiones, y suspender la exploración petrolera para dar paso a energías limpias frente a la crisis climática.
Nacido en 1960 en Ciénaga de Oro, en el departamento caribeño de Córdoba, Petro creció y estudió en el interior del país, en Zipaquirá, un pueblo andino cercano a Bogotá. Es el mayor de tres hermanos, de familia de clase media, con padre costeño y madre del interior.
Esa mezcla también persiste en su carácter: tímido, callado y jactancioso en lo personal, como lo describen quienes lo conocen, pero un gran orador y cómodo cuando sube al escenario de las plazas públicas, donde encandila a sus oyentes con frases grandilocuentes y grandes discursos.
Su paso por la guerrilla
En el colegio La Salle de Zipaquirá, el mismo por donde pasó Gabriel García Márquez, Petro contestaba a los curas con altanería y allí inició su militancia leyendo a intelectuales marxistas. En 1978, con 18 años, entró a la guerrilla del M-19, donde hizo sobre todo tarde de enlace urbano y no tanto de lucha armada, hasta su desarme en 1990.
De esos 12 años que vivió en las filas del M-19 bajo el nombre de "Aureliano", como el personaje de "Cien años de soledad", tres los pasó en la clandestinidad y otros dos en la cárcel. Lo capturaron en 1985 en Bolívar 83, el barrio popular de Zipaquirá que ayudó a fundar, y lo torturaron como a tantos miembros de la guerrilla en aquella época.
Un congresista destacado
El Petro que en 2022 intentó nuevamente ser presidente quedó lejos de esos años de militancia y lucha armada, y seguramente le pese más su etapa de parlamentario. Nunca se sintió cómodo con las armas pero sí con las palabras, con las que se defendía en la Cámara de Representantes y en el Senado.
Propios y extraños lo reconocen habitualmente como uno de los congresistas más lúcidos de Colombia en las últimas décadas, y ganó popularidad a principios de los 2000 por sus denuncias de los nexos entre políticos y paramilitares, volviéndose también un dolor de cabeza para su archienemigo, el expresidente Álvaro Uribe, y consiguiendo el enjuiciamiento de varias personas.
La primera amenaza que recibió Petro, de las tantas que vendrían después y que lo tienen con uno de los dispositivos de seguridad más fuertes del país (tuvo que blindarse para dar sus discursos en tarima con chaleco antibalas, escudos a su alrededor y al menos 20 guardaespaldas en la tarima), fue en 1994 y la obligó a exiliarse en Bélgica. El exsenador cuenta con amargura su paso por Bruselas, alejado de todos, y con episodios depresivos de los que se sobrepuso estudiando una especialización en Medioambiente en la Universidad de Lovaina, que sumó al grado en Economía en la Universidad Externado de Colombia, cuando militaba en el M-19.
Vaivenes en la alcaldía
En 2011 Petro fue elegido alcalde de Bogotá por la formación Progresistas. Quienes trabajaron con él en la alcaldía dicen que no era fácil de tratar ni muy dado para el trabajo en equipo. Eso provocó numerosas renuncias y el cambio de más de medio centenar de altos directivos en sus cuatro años de gestión.
Su carácter de no tener miedo al enfrentamiento también le valió una destitución por parte de la Procuraduría, que por sus decisiones en la gestión de la recolección de basuras de la ciudad buscó su final en la política, y que la Corte Interamericana de Derechos Humanos revocó.
Nuevo intento presidencial
Casado y padre de seis hijos con diferentes mujeres, Petro llegó a su tercer intento por la presidencia junto a sus compañeros de campaña más pragmáticos y menos idealistas, como los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, que han pasado por distintos partidos. Para rescatar a los simpatizantes hastiados de su personalismo, Petro concurrió a estos comicios junto a la abogada y activista afroamericana Francia Márquez, una mujer que supo recoger el descontento de las calles y el voto de mujeres, jóvenes y muchos habitantes del Pacífico, de donde procede.
En 2010, en su primer intento presidencial con el Polo Democrático, Petro sacó 1,3 millones de votos y en 2018 se quedó, con más de ocho millones, a un paso de llegar a la Casa Nariño. En 2022, luego de dejar atrás algunas de las ideas de izquierda más radicales y con fuerzas más tradicionales, consiguió que la tercera sea la vencida.
Entre sus ejes de campaña Petro volvió suya la defensa del medio ambiente, para lo que plantea frenar la exploración del petróleo e iniciar una "transición" hacia energías limpias. Además quiere robustecer el Estado y cobrarle más impuestos a los ricos.
Ante los miedos que provoca, prometió que no buscaría la reelección, previa reforma constitucional, ni venganzas personales y que respetaría la propiedad privada. Además prometió que hará respetar el fallo constitucional que despenalizó la interrupción del embarazo hasta la semana 24, uno de los plazos más flexibles en América latina. Su hija Sofía lo resume en pocas palabras: Petro "es un hombre en deconstrucción".