La Asociación de Comunidades Aborígenes de Nazareno (OCAN) celebró el 11 de junio la 20° edición de la Feria del Trueque y Cambalache. Lo hizo en la sede la organización, ubicada en el municipio de Nazareno a unos 3.200 msnm. Al menos 250 familias productoras se volvieron a reencontrar de manera plena después del aislamiento social que la pandemia los obligó a mantener.
La OCAN reúne a 23 comunidades indígenas del departamento de Santa Victoria, que se trasladan al centro del municipio para mostrar productos como la papa y el maíz, las grandes estrellas de la jornada. Pero también se ofrecen frutas, como la manzana, la pera y el damasco; o la producción de ganado menor, como llamas y ovejas. Además de intercambiar alimentos, el encuentro es una reafirmación de la cultura del Pueblo Kolla.
Así se empezó a palpitar desde el viernes 10, cuando los productores de las comunidades más alejadas comenzaron a llegar al ayllu wasi, que en castellano significa la "casa" de la OCAN. El sábado 11, día de la feria, se izó la bandera argentina y la whipala, con la posterior ceremonia del saumado de los productos y agradecimiento a la Madre Tierra.
"La organización de OCAN y los participantes saben que la ceremonia de la Pachamama se tiene que hacer sí o sí, porque entienden que la Pachamama brinda los productos", dijo a Salta/12 el técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar e Indígena, Milagro Domínguez, quien para los inicios de esta actividad era un dirigente de la OCAN y fue uno de los ideólogos de la feria.
En el trueque, el abrazo se prodigó, aún cuando algunos mantenían medidas de cuidado como el uso del barbijo. "El trueque es algo muy hermoso para vivir", destacó Domínguez. No sólo sobresale el intercambio de alimentos, sino que, con dos décadas de actividad, "sabíamos que el trueque iba a ser un lugar de encuentro", donde la afectividad no queda ausente. Pues al ser comunidades tan distantes, la cotidianeidad queda truncada, y la feria, se convirtió en un lugar de afecto.
"Es un momento donde se puede ver la manifestación cultural de las comunidades kollas", dijo Domínguez. Y así quedó plasmado durante toda la festividad, que coronó a Luisa Flores, de la comunidad de Cuesta Azul, como la gran ganadora de la feria ya que presentó 17 variedades de maíz. El segundo lugar, fue para Gumercinda Chauque, de la comunidad Laguna, que mostró 11 variedades de papa.
El tercer premio fue para el productor Máximo Cruz, de Campo Grande, que dio a conocer variedades de papa, oca y papa lisa.
El coordinador saliente de la OCAN, Ceferino Pisco, se manifestó orgulloso de ver a los productores de las diferentes comunidades "mostrando las distintas variedades de maices, papas, ocas, sal en panes, diversas lanas, plantines de hierbas aromáticas y también, el secado de las diferentes hierbas". Mientras que el nuevo coordinador de la organización, Margarito Tolaba, expresó su agradecimiento a todos los participantes. "Es un honor para mí presidir de ahora en más la OCAN", dijo. Tolaba fue nombrado como nueva autoridad el viernes 10, durante la reunión de los 23 delegados de las comunidades.
La feria contó con la presencia de artesanos y cocineros de la región puneña, junto a productores locales y de Bolivia, debido a que es un municipio que está en la zona limítrofe de ambos países. En la diagramación de la jornada, una de las actividades que se destacó fue el concurso de cocina regional, que puso en valor los productos y comidas de la región realizadas con técnicas ancestrales y productos de la zona, lo que resultó un buen momento para compartir y revalorizar el aporte cultural de sus ancestros.
También "se baila, se canta, se juega", expresó Domínguez, quien fue jurado en los juegos que se vieron durante el día. Uno de ellos, la preparación de un burro para la carga y traslado de mercadería, tarea que estaba a cargo de un niño o niña con la guía, solo con la voz, de un adulto.
Mientras estas y otras actividades se llevaban adelante, el intercambio de alimentos no dejaba de darse, y también hay chicos y chicas que lo llevan adelante. Así lo hizo ver una niña que, en medio de la gente, le dijo a otra: “¿vos qué trajiste?”. Le ofreció tres choclos por algo que la otra tuviera, pero su amiga ya había hecho todo su cambalache temprano. La niña siguió buscando alguien con intercambiar sus choclos.
Lo que tampoco cesa durante el encuentro es la música; sobresale el concurso de la copla y el canto. Incluso se respetan las tonadas de las coplas, que para la temporada de invierno tienen sus estilos, y "si no se hace de esa forma, puede tener alguna consecuencia", en la próxima cosecha. Cada trueque se da en la primera o segunda semana de junio, pues pasó la temporada de cosecha, y los productores tienen masividad de sus productos.
Con el correr de los años, la feria del trueque y cambalache, sirvió también para revalorizar las lenguas maternas -quechua y el aymara-, pues antes las expresiones orales en esos idiomas eran menores. Todas las actividades "sirven para fortalecer la identidad cultural y espiritual de las comunidades", afirmó Domínguez.
Si bien, cuando la OCAN llevó adelante la primera feria del trueque no tenía un lugar físico, a lo largo del tiempo pudieron concretarlo. Para Domínguez, eso se dio gracias a la credibilidad que fue ganando la organización, además de las gestiones que hicieron a favor de las comunidades.
En esa sumatoria de acciones, se cuenta la radio comunitaria kolla, inaugurada el 2 de abril de 2016, instalada en la sede de la OCAN. "Está en gestión un galpón de acopio", adelantó el técnico, contando que para ello, falta tener la aprobación del SENASA. "Creo que todo se complementa y ha sido últil para que la organización se fortalezca", expresó.
Sus orígenes
El Trueque Cambalache comenzó en 2001, cuando la crisis económica de ese momento también se trasladó a las comunidades kollas de la Puna salteña. A pesar de que las comunidades tenían sus producciones, la falta de oportunidades de trabajo provocó una escasa circulación del dinero que era utilizado para la compra y el pago de otros alimentos y servicios que las comunidades no producían.
"Se notaba que el dinero no alcanzaba", relató a Domínguez. Debido a que "mucha gente que no tenía trabajo estable o buscaba alguno temporario, recurría al municipio que solía tener proyectos que generaban mano de obra, pero en ese momento, el municipio comunicaba que no tenía ofertas de trabajo", recordó.
Esa falta de trabajo también le llegó al propio técnico de la Secretaría, quien se había recibido de enfermero y quería mantenerse en la zona, pero no conseguía un puesto. "Necesitaba alguna oportunidad de trabajo aunque sea para tener algunos jornales, pero no había, y no sólo me lo decían a mí, sino se notaba que no había para nadie", dijo. Ante ello, se dedicó de lleno a la producción de verduras y realizó algún que otro trueque con alguna familia que pertenecía a su misma comunidad de Cuesta Azul.
Ante esa realidad desde la organización se pensó en realizar una jornada de trueque y cambalache, lo que no era desconocido para las comunidades kollas de la zona, ya que se trata de una práctica ancestral, pero que habían dejado de hacer. El propio Domínguez recordó que teniendo 8 o 9 años, veía como productores de la Puna jujeña llegaban -después de tres o cuatro días de viaje- a Cuesta Azul trayendo sal y hierbas medicinales de sus lugares de origen.
Los productores jujeños principalmente venían a buscar el maíz, alimento que no lograban producir en su zona. Incluso las mismas personas de Nazareno iban de una comunidad a otra en búsqueda de un producto determinado. "En alguna oportunidad donde nos faltaba la papa, con mi papá nos íbamos a la comunidad de Monoabra llevando maíz y buscando que nos den papa", recordó Domínguez.
Así fue que la OCAN decidió realizar la primera feria del trueque y cambalache en 2001, y para ello, pidió ayuda a la Iglesia Católica que tenía un edificio en el centro del municipio y les proporcionó el uso de su patio, ya que la organización no tenía sede. Mientras que el gobierno municipal colaboró con el traslado de los productores, pues las 23 comunidades del municipio se encuentran a varios kilómetros unas con otras, además de la geografía montañosa que dificulta la comunicación.
"En el primer trueque se reunieron entre 200 y 250 familias", dijo Domínguez. Ese número se mantiene hasta hoy.
No se puede subsistir
Las razones para que la jornada de intercambio siga después de dos décadas son múltiples. Una de ellas es que la economía en las comunidades no ha mejorado, según consideró el técnico de la Secretaría. Y otra es que necesitan de aquello que no producen, y resulta "más sencillo y económico" continuar con la práctica del trueque.
No sólo porque les evita trasladarse a grandes centros urbanos para comercializarlos, como La Quiaca, sino porque "los productores no saben bien el cálculo de los costos de producción" que tienen sus alimentos. En ese sentido, Domínguez sostuvo que se trata de productos que son caros porque la mano de obra es propia y todo el proceso es directo de las familias. "La producción tiene un costo elevado si se hace un número, y no sé si el que compra va a pagar ese costo", expresó.
Lo cierto es que las personas de las comunidades saben que no se puede subsistir a base de trueque porque existen otras demandas. Domínguez explicó que en otros tiempos, sí era posible, pero cuando se empezaron a incorporar otros productos, el movimiento social fue otro. A modo de ejemplo, uno de los productos que se agregó y no se producía en la comunidad, era el aceite.
Entonces, "la gente de las comunidades se iba a La Quiaca, llevando productos para que la gente de allá se lo cambie por aceite", dijo. Pero en la actualidad, se fueron sumando más productos y servicios que antes no estaban, por lo que el trueque hoy resulta "un complemento" en las comunidades, pero que es "importante y necesario". "Es algo muy importante porque hay familias que en el trueque logran incorporar toda la papa que necesitan en el año", describió el técnico de la Secretaría.
* Comunicadora de Nazareno
** Estudiante de Ciencias de la Comunicación, UNSa.