En su trabajo más reciente Joseph Gordon-Levitt interpreta a un idiota. En Super Pumped, y en el libro de no ficción en el que se basa la serie de Paramount+, Travis Kalanick, el CEO de Uber, es un imbécil, y está orgulloso de eso. Como el mercurial tipo tecno que cofundó la ahora ubicua app de transporte a los 32, Gordon-Levitt va a todo vapor. Hiperdirigido, hiperactivo, hiper todo. Es un agitado retrato de un hombre consumido por su propia ambición. Pero el actor no tiene ningún parecido con ese hombre. Con los brazos a los costados y sentado bien derecho, Gordon-Levitt es Zen. Tranquilamente animado, más que "super inflado".
Veinte años atrás, pocas personas podrían haber predicho que Gordon-Levitt podría interpretar algún día semejante personaje. Pero que nadie pueda decir hoy que Kalanick es un rol atípico para el actor es quizá un buen testimonio de la diversidad de su carrera. Nativo de Los Angeles, Gordon-Levitt empezó en la infancia más temprana, haciendo publicidades para los cereales Cocoa Puffs, las galletas Pop Tarts y la manteca de maní Sunny Jim. A los 10 años apareció junto a Brad Pitt en Nada es para siempre, de Robert Redford. Pero no fue hasta su personaje en la sitcom 3rd Rock From the Sun que la cara de bebé de Gordon-Levitt y su sonrisa traviesa se hizo conocida a nivel nacional (ambas cualidades siguen teniendo efecto aún a los 41 años).
Al dejar 3rd Rock, a los 19 años, Gordon-Levitt parecía destinado a un futuro de comedias románticas. Hizo algunas. Las más memorables fueron 10 cosas que odio de ti (1999), donde era un tipo enfermo de amor, y una década después 500 días con ella, donde era un pibe tranquilo convertido en villano. Pero también torció su rumbo a algunos títulos independientes como Brick y Oscura inocencia, y tuvo su buena cuota de biopics (entre ellas Snowden). En el camino tuvo apariciones en varios tanques (Looper: asesinos del futuro; El origen; Batman: el caballero de la noche asciende), y algunos productos de grandes estudios con clase como El juicio de los 7 de Chicago).
A través del video, Gordon-Levitt posee una dual reminiscencia de su página en la Internet Movie Database. Puede aparecer a la vez genuinamente abierto e intensamente en guardia. La practicada calma de su discurso trae a la mente a otras grandes estrellas que, de manera similar, han conseguido mantener la privacidad en una era de chismorreo sin descanso. Con Gordn-Levitt hay una voluntad de ir hacia ciertos lugares, pero ciertamente no del todo. Ha tenido tres décadas para trazar sus fronteras.
A diferencia de todos sus estrellas infantiles contemporáneas, Gordon-Levitt ascendió a alturas vertiginosas y salió indemne. Cuando le digo eso se ríe y levanta una ceja, como diciendo "¡Si supieras!". Bueno, al menos salió relativamente indemne. Se las arregló en eso gracias en parte a rechazar los protagónicos masculinos que se esperaban de él desde temprano. Cuando en 2004 -tras completar "la mitad de un curso de posgrado" de Francés en la Universidad de Columbia en New York- eligió tomar parte del drama indie de Gregg Araki Oscura inocencia en lugar de otra comedia romántica de gran presupuesto, efectivamente mostró que no le interesaban las grandes tentaciones de la fama. Una decisión bastante madura para alguien conocido y elogiado a los 19 años.
"Me encantaría arrogarme el crédito de una sabiduría precoz, pero no creo que sea así", dice. Consideró el dinero, agrega. O más específicamente, el hecho de que nunca hubiera sido un factor. "Fui afortunado de que mi papá ganaba lo suficiente como para que no necesitáramos algo", dice Gordon-Levitt, cuyo padre trabajó como editor de noticias en la progresista estación de radio KPFK de Los Angeles. "Y yo había hecho un montón de dinero trabajando en 3rd Rock, con lo que realmente podía seguir mi deseo creativo. Amo esas películas de Sundance; es lo que más me sentía atraído a hacer. No me inspiraba hacer otra sitcom, aun cuando hubiera podido hacer más dinero. ¿Pero con qué objetivo?"
Se toma una pausa antes de contestar su propia pregunta. "Siempre podés hacer más dinero, ¿pero para qué? ¿Alguna vez llegás al final del arco iris? Y no se trata solo de plata, pensá cuántas veces intentaste medir tu felicidad con un número. Lo mismo sucede con los seguidores y los likes de las redes sociales. No tiene sentido estar buscando eso, buscar más y más números, con lo que tenés que salirte de la ruedita del hamster." Pero la ruedita del hamster es la ruedita del hamster por una razón, y toma trabajo salirse de ella. Ni hablar de permanecer afuera. "Francamente, siempre es una lucha", dice. "No soy inmune a cuán seductores son esos deseos. Soy consciente de que lo hago todo el tiempo". Hace otra pausa antes de conectar esta cualidad personal con el ancestral instinto de la humanidad de sobrevivir y reproducirse vía la aprobación social.
Estos son los momentos en los que Gordon-Levitt se enciende, cuando está hablando de los "ismos" de la vida, los asuntos capitales. Es un cambio físico. Sus hombros se aflojan, hay como una bisagra en su cintura que acerca su cuerpo a la cámara. Un suspiro inaudible de alivio por no estar siendo interrogado sobre su vida personal. Gordon-Levitt ha estado suficiente tiempo en el negocio como para pivotear hacia estos temas más amplios con la misma gracia de Philippe Petit, el artista del equilibrismo francés que interpretó en 2015 para En la cuerda floja. En un segundo estamos hablando sobre su niñez, al siguiente sobre la miríada de enfermedades sociales.
La verdad es que Gordon-Levitt nunca tuvo el estómago para tolerar la fama. Y cada año, la temida "conferencia de celebridades adolescentes" se lo recordaría. Hace muecas cuando traigo el tema: cuatro palabras que conjuran recuerdos de cámaras disparando flashes y preguntas que eran a la vez estúpidas e intrusivas. Gordon-Levitt recuerda una conversación que tuvo a los 14 años con una reportera que le dijo que no se lo veía feliz de estar allí. "Le contesté que todo eso me parecía pornografía. Ella no entendió lo que quería decir con eso, pero lo que quise decir es que la fama te cosifica de la misma manera que la pornografía cosifica a la gente que trabaja en ella." Décadas más tarde, Gordon-Levitt se alimentó de esas experiencias para un debut como director que nadie esperaba: en Don Jon, de 2013, interpretó a un aceitado adicto a los gimnasios de New Jersey, también afecto a la pornografía. "Los medios se han solapado con la pornografía más de lo que estamos dispuestos a admitir", continúa. "Las redes sociales son muy pornográficas". Y por pornográfico, aclara, no necesariamente quiere referir a lo sexual. "Aunque, obviamente, el sexo viene con ello."
"Quiero decir que se trata del sistema de cómo funcionan las redes sociales, estos algoritmos de máquinas que aprenden y llevan al sensacionalismo, el reduccionismo, el tribalismo, el extremismo, el autoritarismo. Todas esas cosas tienen en común con la pornografía que estimulan el sistema límbico. Te pegan acá", dice y se golpea el pecho con el puño, tan fuerte que se escucha el golpe. "No están dirigidos a tu corteza cerebral o a tus músculos menos pensantes. Están dirigidos a tus emociones más primales, porque eso es lo que te mantiene enganchado y le permite a la plataforma servirte más avisos, hacer más dinero." Cuanto más exitosa la plataforma, más pornográfica, considera. "Esta necesidad de crecimiento constante a cualquier costo juega un rol en las decisiones de Facebook o Byte Dance (la empresa propietaria de TikTok)".
Por supuesto, Gordon-Levitt siente simpatía por las estrellas infantiles de hoy, pero en realidad tiene simpatía por cualquiera con una cuenta de Instagram. "Los abismos que tenía enfrente cuando era adolescente, lidiando con la clase de fama que llega por estar en la TV... esos abismos ahora son ofrecidos a cualquiera con un teléfono", dice, y agrega que las compañías tecnológicas no tienen ningún incentivo a la moderación entre sus usuarios. Más adicción, más avisos, más dinero. "Ellos harán algunos gestos en pos de la moderación", se encoge de hombros. "Apple es probablemente la compañía que más hace por moderar los excesos que llegan con algunas de sus nuevas tecnologías. Pero son medidas pequeñas comparadas con lo que se necesita hacer." Nunca harán cambios reales por propia iniciativa, concluye. "Si hicieran eso sería su propia caída."
Gordon-Levitt tiene muchos pensamientos sobre las Big Tech, las grandes compañías de tecnología; posiblemente por su trabajo en Super Pumped, pero da la sensación de que el tema lo interesaba desde mucho antes. "Hay una política en Silicon Valley, ciertamente no de todas pero sí de algunas, que quita la agenda humana de la tencnología. Hay como una deificación de la tecnología. Se vuelve casi personificada, y no es bueno cuando quitás a la persona humana de la ecuación". Le menciono que es una curiosa coincidencia que diga eso solo una hora después de que Elon Musk haya tuiteado que "Algunos odian a la humanidad, pero yo la amo mucho."
Eso trae el tema de la controversial compra de Twitter por parte de Musk. Gordon-Levitt tiene algo que decir: "Lo principal que le he visto decir que le preocupe es esta idea de la libertad de expresión absoluta, lo que para mí es falso porque en primer lugar Twitter no es neutral. Si Twitter fuera de verdad una plataforma neutral en la que todos tienen la misma voz entendería la noción de no tener moderación, pero no es la manera en la que funciona el negocio, el modo en que está dirigido por la publicidad y lo que hablamos antes..." Se detiene, baja la velocidad, reconsidera su respuesta. "Mirá, este es el asunto. No soy un experto en estas y esas conversaciones... nosotros estamos teniendo una conversación en el contexto de las noticias del entretenimiento, ¿no? Yo puedo dar mi opinión pero si fuéramos serios en cuanto a mejorar el discurso público o mejorar Twitter esta conversación tendría que ser mucho más lenta y más aburrida". Según su punto de vista, es exactamente el tipo de temáticas que no pueden ser reducidas a un par de frases calientes. "No debería ser un brillante entretenimiento."
Experto o no, por momentos la suave voz de barítono de Gordon-Levitt canaliza el estilo conversacional de un conductor de podcasts. O de un programa televisivo. No es desdeñable el hecho de que sus padres, ambos judíos intelectuales, se hayan conocido mientras trabajaban en una radio de izquierda. Todo eso -la pasión, el carisma, la base de fans- ¿podría encajar en una carrera política? El se apresura a decir que definitivamente no es uno de esos.
Pero si se piensa bien no sería un salto tan grande. Matthew McConaughey, Kanye West, Dwayne Johnson y Cynthia Nixon están en la lista de estrellas que al menos han considerado ir de Hollywood a la Casa Blanca. "En la elección de 2016, creo que cada entretenedor en la industria pensaba 'bueno, si Trump puede hacerlo, ¿por qué yo no?'", se ríe antes de ponerse serio otra vez. "No creo que sea una vida para mí. Me gusta mucho mi privacidad, me gusta mucho la privacidad de mi familia". Como para demostrarlo a fondo, lleva la conversación afuera de eso otra vez. "Deseo que nuestro gobierno esté menos focalizado en estos concursos de popularidad basados en la personalidad. La política se ha convertido en un gran show. Todos discutimos la política como si fuera entretenimiento."
Los valores de Gordon-Levitt difieren en todo de los de Kalanick -quien, según la conversación que estamos teniendo, encarna todo lo que a él lo asquea del mundo. En Super Pumped, cuando Kalanick no está explotando a pasajeros para obtener un beneficio con el "recargo de viaje seguro" o autorizando el uso de una herramienta "visión de Dios" que le permite a sus empleados espiar a los pasajeros sin permiso, está haciendo comentarios sobre el efecto que su éxito ha tenido en su vida amorosa, o regañando a los conductores desde el asiento trasero (todos hechos reales, de paso). Además, dice cosas como "el triunfo del hashtag" de manera no irónica.
Es interesante, entonces, que Gordon-Levitt no considere a Kalanick un villano. "Creo que en cuanto salís de un personaje y lo juzgás, das una imagen débil", dice, y agrega que habló con un montón de personas que podían dar testimonio tanto de las fortalezas como las debilidades de Kalanick. "Travis jugó el juego mejor que nadie -Uber es la start up que más rápido creció en el mundo-, pero él no fijó las reglas del juego". El juego, aclara, es maximimar los beneficios a toda costa. "Con lo que creo que la conversación realmente valedera es por qué estamos condicionados a tener triunfos tan extremos. En esta forma maquiavélica, todos nos volvemos descartables. Es mucho más difícil y complicado hablar de eso y ciertamente mucho más difícil cambiarlo, pero creo que es la tarea que tenemos". Otro tema para una discusión larga.
Cuando su hijo -el primero de dos- nació en 2015, Gordon-Levitt se tomó dos años para ser padre. Fue la pausa más larga que tomó desde que tenía seis años, y aún así había preocupaciones por lo que 730 días fuera de pantalla podían hacerle a su carrera. "Le dije a mi agente que iba a tener hijos y quería tomarme mucho tiempo libre y me dijo 'Creo que es maravilloso y deberías hacerlo, pero es mi trabajo decirte las consecuencias, esta pausa va a tener impacto en tu carrera'", recuerda ahora. ¿Y tenía razón su agente? "Definitivamente. Mi carrera sufrió y sufre el impacto por la decisión que tomé". Pero aun si hubiera la más mínima sombra de duda, asegura con otra sonrisa, lo haría otra vez. "Valió la pena."
Los dos años de pausa pueden haber frenado su carrera (aunque un vistazo a su página de IMDb no lo sugiere), pero Gordon-Levitt menea la cabeza y desdeña toda sugestión de que la edad sea un factor. "No, en eso el prejuicio ciertamente favorece a los hombres, lo cual es muy problemático, seguro. Tengo 41 y todavía hay muchos papeles para mí, pero ciertamente hay menos para las mujeres a medida que entran en sus 40". Confiesa que su posición como hombre en Hollywood significa que es capaz de disfrutar el envejecer en la industria. "Siempre agradecí ese cambio. De verdad, muchas de mis performances favoritas de actores son personajes más grandes", dice. "Estoy en el terreno medio. Ya no puedo interpretar a ese jovencito de ojos brillantes, pero sí a un éticamente cuestionable CEO, y me encanta. Cuando tenía 17 me hubiera encantado interpretar al éticamente cuestionable CEO", se ríe.
Conseguir longevidad en Hollywood es raro, pero Gordon-Levitt lo ha conseguido. "Empecé como Fred Savage en La princesa prometida, y espero que eventualmente pueda llegar a ser Peter Falk."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.