El resultado electoral de la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia constituye una pésima noticia para el recientemente reelecto presidente de derecha Emmanuel Macron y el gobierno neoliberal encabezado por la primera ministra Élisabeth Borne, nombrada en el cargo semanas después de la reelección macronista. Lejos de materializar una sólida mayoría presidencial en la Asamblea Nacional que sirviera de necesario respaldo parlamentario a las renovadas reformas neoliberales anunciadas durante la campaña presidencial (en particular la extensión de la edad jubilatoria), el resultado electoral del último domingo coloca al presidente Macron en una situación de inédita debilidad política al comienzo de su segundo mandato que concluye en 2026. Ante la frustración de las aspiraciones políticas presidenciales, el escenario resultante del escrutinio, hoy teñido de interrogantes, se asemeja bastante a la fórmula de “una derrota con triunfo” para el presidente galo. Algunos titulares de la prensa hegemónica señalaron que la catástrofe tan temida por el macronismo terminó por materializarse. ¿Cuáles son los fundamentos de esta afirmación?
Con el 38,57% de los sufragios emitidos la coalición presidencial se ubicó en primer lugar. Sin embargo, con este porcentaje el macronismo obtuvo 245 diputades, cifra insuficiente para consagrar una mayoría absoluta en el hemiciclo francés. El magro desempeño electoral del oficialismo queda reflejado en la pérdida de 106 diputades. La obtención de esta magra mayoría relativa coloca al presidente ante el desafío de tejer acuerdos políticos para conseguir los 289 votos necesarios para conformar una mayoría estable. La cantera de 61 diputades de la derecha republicana aparece como la opción aliancista más probable, aunque aún resulta incierta. Este potencial acuerdo permitiría al reelecto presidente revigorizar el músculo neoliberal de su gobierno e intentar avanzar con su cruzada privatizadora y mercantilizadora. Su concreción conlleva sin embargo un elevado costo político para el macronismo.
Por otra parte el resultado obtenido por la ultraderecha lepenista del Agrupamiento Nacional confirma su consolidación y preocupante crecimiento en el escenario político francés. Ubicada en tercer lugar con 17,30% de los sufragios, esta fuerza xenófoba y antidemocrática pasó de 8 diputades a contar ahora con 89 legisladores. Resulta aún improbable que el campo lepenista decida socorrer la erosionada legitimidad presidencial a través de un. pacto. Su actividad parlamentaria estará probablemente orientada a impulsar leyes de creciente contenido derechista y a negociar a precio fuerte el apoyo circunstancial a alguna iniciativa oficialista. Este comportamiento, sumado a las necesidades de la mayoría gubernamental, no auguran un futuro promisorio para la democracia y los derechos sociales.
En tercer lugar la obtención de 31,60% de los votos y 131 diputades de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), la recientemente conformada alianza de las izquierdas, constituye uno de los datos más significativos de la elección. La recomposición parlamentaria de las izquierdas confirma la tesis de su líder Jean Luc Mélénchon quien al cabo de las elecciones presidenciales había señalado la frágil legitimidad política de Macron, reelecto gracias a la afluencia de votantes de izquierda atemorizados frente a un triunfo de la ultraderechista Marine Le Pen. Los votos obtenidos por la izquierda en las legislativas no alcanzaron por cierto para consagrar a Mélénchon como primer ministro y el alto índice de abstención electoral (53,77%) melló sin dudas esta aspiración. Sin embargo, esta inédita unidad de las izquierdas tiene el mérito de haber logrado un esperanzador resultado electoral asentado en un extenso y coherente programa electoral con propuestas orientadas a desandar el rumbo político neoliberal, recomponer las condiciones de vida de los sectores populares, promover la transición energética e impulsar la salida de Francia de la OTAN.
El auspicioso desempeño electoral de la NUPES garantizará la presencia de diputades jóvenes y de extracción popular, cuyo caso más emblemático es el de la diputada electa Rachel Kéké, mujer afrodescendiente, empleada doméstica y militante sindical que expresa en el parlamento la voz de millones de trabajadores precarizades por las políticas neoliberales. El gran desafío de la NUPES será no solo garantizar la coherencia y unidad parlamentaria de las diferentes fuerzas que la componen (Francia Insumisa, verdes, comunistas y socialistas) sino también y sobre todo, fortalecer la convergencia con sindicatos, movimientos sociales y movimientos de inmigrantes y de mujeres que permita fortalecer un polo nacional, popular, democrático y antineoliberal.
Este desafío resulta decisivo ante un escenario nacional y europeo en el cual las élites neoliberales y las fuerzas de extrema derecha pretenden profundizar el recetario neoliberal con la excusa, esta vez, de contrarrestar los efectos de la guerra en Ucrania. Debilitado políticamente al inicio de su segundo mandato, el presidente Macron se ve obligado a negociar apoyos que probablemente redundarán una profundización de medidas de corte antipopular. Como sucedió en 2018 y 2019 con las manifestaciones de los Chalecos Amarillos, el extendido descontento social francés puede precipitar en el contexto poselectoral una crisis política de dimensiones inesperadas. En ese escenario eventual la izquierda y las fuerzas populares y progresistas deberán ser capaces de aportar respuestas democráticas frente a la creciente tentación autoritaria de las fuerzas neoliberales.
Emilio Taddei es politólogo e investigador UBA-CONICET/IEALC. Profesor de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).