Junio llegó hace rato y, con él, la celebración global del Mes del Orgullo, al menos en aquellos países donde no se prohíbe Buzzlight Year por su beso lésbico de dos segundos. Que este mes sea el más desviado del año remite a la revuelta de Stonewall el 28 de junio de 1969, donde distintas personas de la colectividad LGBTIQ en Nueva York se defendieron a ladrillazos y como pudieron de las redadas policiales que irrumpían en los bares del ambiente para arrestar a sus visitantes.
Los días y meses siguientes, estas manifestaciones espontáneas llevadas a cabo por personas que, para “la gente de bien”, valían menos que cero y eran el receptáculo de todo lo condenable (negrxs, tranavestis, trabajadoras sexuales, maricas, lesbianas chongas) comenzaron a organizarse para seguir resistiendo ante los ataques policiales y lograron instalar colectivamente sus demandas en los medios de comunicación. Básicamente: el atrevimiento a ser tratadxs como ciudadanxs de derechos y vivir sin miedo a ser arrestadxs constantemente. Al año siguiente, este hecho se conmemoró con la primera marcha del orgullo. Y el resto es historia.
Pasaron 53 años de esos primeros ladrillazos rebeldes e insurrectos y mucha agua corrió bajo el puente. El colectivo LGBTIQ comenzó a conquistar derechos, tanto en EEUU como en otras latitudes; pasó la crisis del HIV, que modificó las estrategias de lucha de lxs torcidxs; las marchas, que al principio eran con máscaras y el temor por parte de les asistentes a ser reconocidxs, se transformaron en movilizaciones multitudinarias llenas de color, fantasía, carrozas y brillantina, como las conocemos ahora.
Hoy en día, nadie quiere quedarse afuera de la celebración, sobre todo las marcas, que aprovechan el mes del pride para subirse a la carroza multicolor y darse una lavada de cara progre. Como Adidas, que hace años que para estas fechas lanza una exclusiva línea de productos con colores del arcoíris. Levi’s, Doritos, Calvin Klein, Apple, Starbucks, MAC Cosmetics: son centenares las empresas que buscan posicionarse como aliadas enbanderándose con los colores del orgullo, al menos durante junio y, con suerte, conseguir un lugar privilegiado en las marchas de las ciudades donde el desfile es más convocante.
El debate está zanjado desde hace décadas: ¿se está disolviendo el espíritu rebelde y disruptivo de las primeras marchas del orgullo en pos de que empresas trasnacionales capitalicen a este mes transformándolo en una estrategia de márketing asimilacionista? ¿Aportan estas movidas algo a las demandas actuales? ¿Cuál es el vínculo real de estas empresas y sus políticas corporativas en torno a les integrantes del colectivo LGBTIQ? ¿Son estas marcas moscas molestas que arruinan el paisaje? ¿O, por otro lado, en un mundo amenazado por voces de extrema derecha cada vez más enardecidas y organizadas, estos mensajes corporativos pueden funcionar como un eco positivo? ¿Love is love es mejor que nada en un escenario donde los Mileis, Bolsonaros y los movimientos evangélicos antiderechos tienen cada vez más peso político?
Las redes sociales fueron, una vez más, un terreno fértil de debate donde estas cuestiones se zanjaron con los dispositivos de comunicación más eficientes y divertidos para marcar posturas políticas: los memes. Estas viñetas gráficas intervenidas colectivamente, que se corren de las lógicas de la autoría y que apelan al ingenio popular, dieron cuenta de un descontento de gran parte de la comunidad por este avance corporativo sobre el mes del orgullo.
El concepto: las grandes marcas son corporaciones capitalistas y explotadoras que, cuando termina el mes del pride, se sacan la careta multicolor para volver a ser lo mismo de siempre y pregonar los valores capitalistas, aspiracionales, conservadores y meritócratas que ya conocemos.
Si antes de la internet 2.0 era difícil confrontar con estos titanes que cotizan millones, ahora se produce un movimiento de “David contra Goliat”, donde un simple usuario puede empatar y reírsele en la cara a cualquiera de estas marcas y viralizarse incluso más que ellas, y volver a traer a la escena una idea central: la primera marcha del orgullo fue una protesta.