“Cuando se dio cuenta de que la mejor forma de pasar desapercibida era actuar como la mayoría de las chicas de su edad, dejó de faltar tanto al colegio. Había sido hacía un año, quizá algunos meses más: se había quedado libre por faltas y le pidieron que sus padres fueran al colegio. Padre ausente, hija de madre soltera, familia monoparental, eso estaba en la ficha, en algún legajo que la nueva vicedirectora no se había molestado en consultar”, así comienza Subrogar, la primera novela de Natalia Peroni, editada por La flor azul.

En 144 páginas, Subrogar recorre las historias de Ofelia, Tina, Marina, Inesa y Viviana y va entretejiendo sus vidas, sus deseos, sus miedos y sus aspiraciones en dos tiempos, el pasado y el presente de las dos protagonistas: una mujer de mediana edad cuyos recuerdos se van desvaneciendo con el recrudecimiento del Alzheimer y su hija, de 15 años, que ve pasar desapercibida su adolescencia por tener a su madre a su cuidado.

Pero en el medio de esta historia, hay intrigas que se van resolviendo de a poco a lo largo de las páginas. Se habla de la subrogación de vientres, de las luchas transfeministas, del amor entre mujeres y de la maternidad. Y lo que subyace en toda la novela es la solidaridad y la empatía entre mujeres, esa red invisible que sostiene dolores y tristezas y que acompaña alegrías y sueños compartidos.

“Inesa le debe su nombre a la amante de Lenin y la vida a dos mujeres. A una nunca la conoció. La otra se desdibuja en la enfermedad que avanza tenaz, sin pausa, que va ahuecando su memoria reciente y la ancla en el pasado. Inesa quiere a la madre de antes, la de la infancia, pero tiene que lidiar con esta que más que madre se parece a una hija: a la que baña, viste y da de comer como si fuera una niña”, se lee en la contratapa escrita por Selva Almada.

La novela transcurre en la Ciudad de Buenos Aires, en el presente y las protagonistas se mueven en calles y barrios tan conocidos que la historia se vuelve cercana, cotidiana. La escritura de Peroni es tan íntima que nos convertimos en testigos de esas vidas atravesadas por luchas y angustias comunes, que bien podrían ser nuestras propias vidas.

“En el marco de la maestría en Bioética, asistí a un seminario de una bioeticista estadounidense sobre la subrogación de vientres donde se analizaban las diferentes posturas sobre este tema. Sobre aquellas que están en contra, pensé en las innumerables situaciones en las que el cuerpo de la mujer es tomado como una mercancía pero que al estar tan naturalizadas no nos llaman la atención ni despiertan dilemas éticos. Sobre aquellas que están a favor, pensé en la necesidad de regular un tema para que todas las partes de esta relación estén cuidadas, sobre todo la más vulnerable que es la mujer que pone el cuerpo para la gestación. De esa reflexión teórica nació la historia de estas mujeres que rompen el concepto de familia tradicional para crear lazos afectivos basados en el amor y en el cuidado. Tengo la convicción que que todes podemos maternar más allá de la madre biológica, los hombres, los hijes que se hacen cargo de sus padres y a veces personas extrañas que se acercan a darnos una mano”, dijo Natalia a Las12.

Natalia Peroni nació en Buenos Aires en 1965. Es profesora de filosofía (UBA) con formación en Bioética clínica (Flacso), además forma parte del Comité de Bioética del Hospital Italiano. Es co-directora de Salvaje federal, librería especializada en la difusión de la literatura de las provincias y co-directora de Sitio de arte, espacio dedicado a promover artistas argentinos contemporáneos.

En palabras de Selva Almada: “Esta es una historia tramada por mujeres, íntima, particular, narrada con una voz cálida y sencilla como nos contamos nuestras cuitas las mujeres. Pero además es una novela que sale del ámbito de lo doméstico para preguntarse y preguntarnos acerca de la maternidad, del derecho sobre los cuerpos, de la manipulación de la medicina, la ciencia y la sociedad ejercen sobre el deseo de ser madre”.