Todo está en un buen beso. En la comunidad LGBT sabemos muy bien todo lo que se puede cifrar detrás de una expresión de afecto hacia la persona que amamos, estamos conociendo o cuya compañía estamos disfrutando circunstancialmente. Lo que para una pareja heterosexual puede ser algo dado, como darse un beso en una plaza, para nosotres es muchas veces una aventura, un riesgo que tenemos que tomar en cuenta en el cálculo. Porque mostrarnos es exponernos y eso puede volverse un peligro si para las mayorías nuestros amores no merecen ser vistos ni vividos en público. El beso lésbico en la nueva película de Pixar Buzz Lightyear, la primera expresión 100% clara de visibilidad en su historia, se vio envuelto en una serie de polémicas que tienen que ver con este eje: el derecho que tenemos de que nuestro amor no esté escondido bajo cuatro paredes.
La noticia dio la vuelta al mundo. En Buzz Lightyear, la precuela de uno de los personajes más queridos de la saga Toy Story, la mejor amiga del protagonista, Alisa Hawthorne, se da un beso con su pareja Kiko. Un beso que resultó en la lisa y llana prohibición de la película en catorce países, entre los que se encuentran Egipto, Líbano, Jordania, Malasia, Siria y Arabia Saudita, luego de que Pixar avisara que no iba a negociar la escena. O entera o nada.
Lo que probablemente se sepa un poco menos es que para que este beso pudiera llegar a las pantallas de los cines (y pronto de las plataformas) fue central una movida de los empleados LGBT de Pixar. Sin perder la humildad, podemos decir que la creatividad y la solidaridad han sido elementos centrales de las luchas de nuestro colectivo.
¿Qué pasó? La historia de Alisa y Kiko siempre fue parte del guión y siempre estuvo aprobada por Disney, la compañía que controla a Pixar. Cuando los ejecutivos leyeron que en una escena habría una muestra de afecto entre las esposas, el famoso beso, comunicaron que preferían sacarlo de la película. “Está todo bien pero no tengo por qué verlas”: ese viejo latiguillo homolesbófobo que hemos escuchado tantas veces en boca de gente bienpensante se hacía carne en la producción de este largometraje infantil.
En un comunicado interno que se filtró a la revista Variety, la red de empleadxs lgbt de Disney contó que esa empresa había decidido eliminar cualquier escena que mostrara alguna expresión de afecto queer, incluso contra la opinión de los ejecutivos de Pixar. “Nosotros en Pixar hemos sido testigos de la construcción de historias hermosas, llenos de gente diversa, que las reseñas corporativas de Disney redujeron a migajas de lo que alguna vez fueron”.
Unos días antes, los jefes de Disney habían declarado que estaban comprometidos a crear contenidos inclusivos como una manera de cambiar el mundo. La red-alianza queer de Pixar respondió: “Incluso si crear contenido LGBT fuera la respuesta para cambiar las legislaciones discriminatorias en el mundo, no nos autorizan a hacerlo”.
La intervención de lxs empleadxs queer que con sagacidad “filtraron” el contenido de la carta a la revista más influyente de Hollywood tuvo el efecto deseado y el beso volvió al lugar del que nunca debería haberse ido. Ahora puede verse en la gran pantalla, esa gran fábrica de deseos y fantasías que tanto nos ha dado y a la que tanto hemos contribuido. Nuestras luchas y nuestros amores, es bueno recordarlo, pueden llevarnos al infinito y más allá.