La cabeza de la araña 5 puntos
Spiderhead, Estados Unidos, 2022.
Dirección: Joseph Kosinski.
Guion: Rhett Reese, Paul Wernick, sobre la historia de George Saunders
Duración: 106 minutos.
Intérpretes: Chris Hemsworth, Miles Teller, Jurnee Smollett, Tess Haubrich, Nathan Jones y Charles Parnell.
Estreno en Netflix
Ya va siendo hora de que Netflix introduzca en su home la categoría “películas que se desinflan” para presentar producciones propias del calibre de La cabeza de la araña. Arranca bien esta adaptación del cuento “Escape from Spiderhead”, escrito por George Saunders y publicado en 2010 en la revista The New Yorker: desde el minuto uno se percibe el intento de cruzar un relato de “ciencia ficción farmacéutica” con situaciones y un tono de comedia negra, una búsqueda cuyos exponentes podrían contarse con los dedos de una mano. Como ocurría en El vengador del futuro –Paul Verhoeven asoma como el padre putativo de la premisa inicial–, aquí hay un laboratorio donde la manipulación mental está a la orden del día. Pero no a través de la inserción de recuerdos falsos, como le ocurría a un Arnold Schwarzenegger deseoso de visitar el planeta Marte, sino mediante la experimentación de drogas que permiten vivenciar sensaciones muy distintas a las que dispara la cotidianeidad.
Entre los conejillos de indias que permanecen en la isla en medio de la nada donde funciona el laboratorio frío y despojado del título sobresale la figura de Jeff (Mills Teller), quien cumple una condena por un accidente vehicular en el que murió su mejor amigo y, para huir de los barrotes, aceptó prestarse a los experimentos timoneados por Steve Abnesti (Chris “Thor” Hemsworth). Jeff no sabe muy bien de qué se trata, pero tampoco parece importarle demasiado: Steve es un torrente de simpatía –simpatía psicopática, pero simpatía al fin– y tener alucinaciones o encender deseos donde no había gracias a una serie de químicos desconocidos es mucho mejor que dejarse moler a trompadas en la cárcel. Por si fuera poco, hay una compañera en la cocina con la que tiene onda y que terminará ocupando el inevitable rol de interés romántico.
La mano de los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick (los mismos de Zombieland y Deadpool) es visible en la espiral absurda dibujada por las consecuencias de los líquidos que inyectan mediante un dispositivo insertado en la espalda y controlado vía celular. Así, por ejemplo, Jeff sentirá unas ganas irreprimibles de tener sexo con una chica con la que nunca había hablado… en medio de la habitación donde es observado por Steve. O adquirirá una precisión lingüística envidiable para definir qué siente o piensa. Pero a medida que avance el metraje, la película de Joseph Kosinski (el mismo de la reciente Top Gun: Maverick y de las futuristas Tron y Oblivion: el tiempo del olvido) empieza a cambiar de piel, como si quisiera despojarse de toda aquella comicidad venenosa para devenir en un thriller de acción. Lo hace, primero, intentando dotar de gramaje dramático a las motivaciones de Jeff y, luego, convirtiéndolo en un sabueso que sospecha de todo aquello que hasta tres minutos le parecía normal. El volantazo hace que La cabeza de la araña sea muy parecida a un extenso capítulo de Black Mirror. Uno de las últimas temporadas, que no son precisamente las mejores.