Aunque para muchos de nosotros la protección del patrimonio arquitectónico y cultural no necesite argumentar sus beneficios complementarios justificantes, en la práctica y a los efectos de la concientización ciudadana y el trazado de políticas públicas sustentables, las comprobadas ventajas que dicho cuidado trae aparejado ayuda -y mucho- en ese cometido. El efecto beneficioso de los Cascos Históricos, en cuanto a su posicionamiento turístico es harto conocido y en los últimos años también su vinculación directa con la preservación de las identidades barriales porteñas y de las áreas residenciales consolidadas de diversas zonas del gran Buenos Aires y ciudades del Interior como Rosario, La Plata o Mar del Plata entre otras.

Desde esta columna -como si fuera casi una corresponsalía suburbana- venimos comentando cómo distintas asociaciones vecinales  entre las que se destacan entre otras Fuenteovejuna o Defendamos La Plata, emulando a la porteña Basta de Demoler, se han puesto a la vanguardia de los reclamos de preservación de sus barriadas, consiguiendo normativas y políticas públicas en sus municipios. En este sentido, es indudable que el reciente nombramiento del vecino lomense Bruno Cariglino como subdelegado provincial de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y Bienes Históricos es un reconocimiento indudable a este tipo de movimientos ciudadanos.

A esta altura nos pueda parecer natural que vecinos de zonas como el Barrio Inglés de Temperley o la planificada ciudad de La Plata se agrupen o movilicen para rescatar sus lugares emblemáticos, no resulta tan frecuente que esto mismo ocurra en otras localidades del conurbano profundo -segundo y tercer cordón- donde los vecinos todavía tienen que pelear por necesidades e infraestructuras básicas como agua corriente, cloacas o asfalto. 

Por eso resulta mas que estimulante observar que en el extremo sur del Municipio de Almirante Brown, a unos diez kilómetros de Adrogué, su cabecera distrital, en la ciudad de Glew, vecinos, instituciones como el Rotary -que en esta localidad resulta una verdadera institución social- dirigentes políticos y sociales vienen desde hace un tiempo intentando aunar esfuerzos para potenciar su entorno urbano a partir de un sitio de gran valor arquitectónico, artístico y cultural como es la encantadora Parroquia Santa Ana. Esta es la iglesia embellecida por los frescos de Raúl Soldi.

Hace ya unos años la anterior gestión municipal, castigada desde esta columna por algunos despilfarros y desatinos urbanos, programó mediante su Secretaría de Cultura un circuito turístico cultural de unas veinte cuadras. Este buen proyecto traería la renovación de veredas, la instalación de luminarias antiguas para unificar la estética y, teniendo como cabeceras la iglesia y la Fundación Soldi, un mejoramiento integral de toda la zona. 

También para la misma época la conocida dirigente browniana -y entonces concejal- Florencia Retamoso presentaba su proyecto de ordenanza para someter a compulsa vecinal  la habilitación de locales y actividades, particularmente boliches, que afectaran el entorno vecinal, y la Fundación Raúl Soldi potenciaba con sus mas de 60 obras en exposición y la locuacidad de sus coordinadores y guías que no solo explican la vida y obra del eximio pintor, sino también la historia y relación con Glew.

La posibilidad concreta de retomar este proyecto de desarrollo urbano con eje en estos pilares patrimoniales sería una gran contribución para evitar el deterioro urbanístico que como terminal ferroviaria suburbana afecta a la zona de la estación de Glew, y un buen ejemplo de que el rescate de estos valores no puede ni debe quedar restringido a los barrios residenciales de clase media y media alta.