En días recientes se conoció de una importante disminución de la participación asalariada del Producto Interno Bruto (riqueza o valor que se genera en la sociedad). En la distribución de esta riqueza las trabajadoras y trabajadores reciben actualmente el 40 por ciento aproximadamente. Al mismo tiempo, las Ganancias Empresarias han tenido un crecimiento llegando al 51 por ciento del referido indicador. Los precios han constituido un eficaz mecanismo para distribuir la riqueza conduciendo en los recientes años a la caída del salario real, traducido esto en menor cantidad de bienes y servicios que pueden adquirir para satisfacer sus necesidades, en muchos casos básicas.
El trabajo constituye para Adam Smith, citado como el padre de la economía moderna, la medida real, universal y más exacta del valor de toda clase de bienes, así como la única regla que permite comparar los valores de las distintas clases de mercancías. Para Carlos Marx es la sustancia social común a todas las mercancías.
Smith escribió en su obra Investigación sobre la naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones que: “…El valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes: una de ellas paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario…”.
Para Marx también una parte del valor creado por el trabajo durante la jornada laboral se destina al dueño del capital. La persona trabajadora al recibir un salario genera con su trabajo un valor que supera a esa remuneración, también definido por Marx como plustrabajo y que queda en posesión del empresario, capitalista o dueño de los medios de producción.
Por eso lo que la mercancía cuesta producirla y lo que le cuesta al empresario son cosas distintas para Marx. Le cuesta sólo el salario retribuido, pero ha costado también la parte del trabajo no retribuido dado que ambas porciones de trabajo, retribuida y no retribuida provienen del esfuerzo del trabajador o trabajadora.
Ganancias extraordinarias
David Ricardo, economista inglés también de la corriente de pensamiento clásica señala: “El valor de un artículo o sea la cantidad de cualquier otro artículo por el cual puede cambiarse depende de la cantidad relativa de trabajo que se necesita para su producción y no de la mayor o menor compensación que se paga por dicho trabajo”. Es decir, el valor de un producto no depende del salario sino del valor de la cantidad de trabajo necesario que aporta el trabajador o trabajadora para crearlo. Por lo que al reducir el salario real no disminuye el valor o precio de la mercancía, sino que se acrecienta la ganancia empresaria, modificándose así la distribución de la riqueza. Y los precios son un instrumento muy eficiente para lograrlo.
Las ideas del también sociólogo alemán Carlos Marx, expresan acerca de las remuneraciones del sector trabajador que: “Sus salarios no pueden rebasar los valores de las mercancías por ellos producidas, no pueden ser mayores que estos, pero si pueden ser inferiores en todos los grados imaginables…”
Ricardo además, en su obra Principios de Economía Política y Tributación aborda el concepto de Renta Diferencial de la Tierra. Los alimentos son escasos y sus precios tienden a elevarse tanto en el mercado interno como internacionalmente, aun cuando se mantienen las mismas cantidades de trabajo e inversión necesarias para su producción.
Por tanto, sin incrementar sus costos para producir, los dueños del factor tierra reciben una ganancia extraordinaria que no es el resultado de una mayor inversión de recursos o riesgo, sino proveniente de la posesión de un recurso limitado no proveniente del esfuerzo humano y que ha sido dotado por la naturaleza a la sociedad o comunidad en su conjunto. Se obtienen así ganancias extraordinarias o renta de la tierra no por haber invertido más trabajo o capital, sino por las cualidades naturales del suelo productivo.
Precio de mercado
Es importante tener en cuenta que el precio de mercado de todos los productos agropecuarios refleja o se forma a partir del valor que tienen los bienes producidos con mayor cantidad de trabajo y en las tierras de condiciones más desfavorables y que, por tanto, cuestan más esfuerzos y recursos producirlos. Sin embargo, al anterior precio, al de los productos que han costado más producirlos, es al que se venden tanto estos bienes más costosos generados en las tierras menos fértiles como al que se venden los producidos de las tierras más productivas y que han costado mucho menos.
Invirtiendo iguales cantidades de trabajo y capital en dos tierras de la misma extensión se obtienen resultados económicos superiores y por tanto una ganancia o renta extraordinaria en la tierra de mayor fertilidad. Es por lo anterior que de las tierras más productivas sus dueños obtienen un margen muy superior y extraordinario de ingresos mediante el precio de venta, lo que no ha sido el resultado de haber invertido más trabajo ni recursos en la producción sino gracias a sus ventajas por el rendimiento natural de la tierra.
David Ricardo lo entendió cuando expresaba: “Que la renta es aquella parte del producto de la tierra que se paga el terrateniente por el uso de las energías originarias e indestructibles del suelo”.
Vale la pena recordar que en Argentina una cantidad significativa de tierras poseen niveles de rendimiento y fertilidad de los más altos del planeta por lo que sus dueños o propietarios captan esas rentas diferenciales y extraordinarias. Estas ganancias extraordinarias no provenientes de mayores cantidades de recursos invertidos, sino de un mayor precio de mercado, se ve incrementada en periodos de mayor demanda de alimentos, como en la actualidad.
Nuestra sociedad ha optado por honrar la deuda con el FMI. También deberíamos honrar la deuda con las trabajadoras y trabajadores que con sus energías físicas y mentales, sus brazos y cerebros laboriosos crean todo el valor y la riqueza de la que hoy reciben la porción más escuálida.
* Docente en la UBA y en UNQ en Economía y en Impuestos.