“La estrategia de medio siglo dirigida por las corporaciones, Wall Street y los gobiernos de los países centrales se está desmoronando”. La frase es del exministro de Finanzas griego Yanis Vaorufakis, quien asegura en una de sus últimas columnas de opinión para Project Syndicate que Occidente se enfrenta a una decisión sin puntos medios. Se envía a parte de los grandes conglomerados y al mundo financiero a la bancarrota o se acepta que la inflación se descontrole.
Para el investigador de la Universidad de Atenas, la superabundancia de liquidez global de los últimos años, los efectos de cuello de botella provocados en la logística y otros sectores a partir de la pandemia y el estallido de la guerra en Ucrania son responsables de la aceleración inflacionaria. Pero no son suficientes para explicar el problema si no se lo piensa en forma sistémica.
El economista considera que el salto de precios en Estados Unidos y los países desarrollados muestra la dificultad de las corporaciones para continuar aplicando el mismo modelo de acumulación de riqueza de las últimas décadas. Principalmente de los últimos 15 años en que el dinero barato les posibilitó obtener ganancias de capitalización (por suba en el valor de los activos) sin incrementar sus inversiones productivas en la economía real.
Según Varoufakis, la pandemia, la necesidad de los gobiernos como el de Estados Unidos de inyectar recursos a la población (aumentando el consumo) y los posteriores problemas de escasez en ramas importantes de la actividad (potenciados por la falta previa de inversiones en la economía real) fueron las que terminaron de poner un límite a esta época de bonanza de las corporaciones en la que convivían la baja inflación y el costo del dinero cercano a cero.
El punto es que en la medida que los precios comenzaron a subir, la Reserva Federal entró en una encrucijada compleja de resolver. O, en palabras de Varoufakis, un dilema imposible de cerrar. Si sube la tasa de interés en forma abrupta, el daño resulta impredecible para las grandes empresas y el mundo financiero, que durante los últimos años vieron crecer sus patrimonios a partir del aumento de las acciones y el endeudamiento barato. Muchas terminarían posiblemente en situación de bancarrota.
Por el otro lado, el economista griego considera que si el mundo de las finanzas consigue presionar para que la tasa de interés no suba, el riesgo para las economías desarrolladas de Occidente es que la inflación se salga de control. “Para estabilizar la economía, las autoridades primero deben poner fin al poder exorbitante conferido a unos pocos por un proceso político de riqueza en acciones y creación de deuda barata”, dice. Pero no es claro que esto ocurra porque las corporaciones y los grupos financieros medirán fuerzas y buscarán impedirlo.
Jerome Powell se encuentra al frente de la Reserva Federal y posiblemente atraviesa uno de los momentos más complejos para hacer política económica en décadas, con la excepción del estallido de la crisis subprime en 2008. Su ultima decisión fue subir las tasas más de lo que esperaba el mercado y asegurar que su única prioridad es que los precios vuelvan al rango del 2 por ciento. Sin embargo, existe la duda de si tiene el margen para aceptar las consecuencias de hacerlo.
Por lo pronto Blackrock –el gestor de fondos más grande del mundo- ya comenzó a marcarle la cancha Powell. En su último informe para sus clientes aseguró que la Reserva Federal frenará claramente la economía si sigue con la misma política y planteó que “esperamos que cambie de rumbo una vez que quede claro que el crecimiento se ha estancado”.