Dicen que la música es la medicina para el alma y el cuerpo porque activa más partes del cerebro que cualquier otro estímulo humano. Pero ¿qué pasa cuando esa música comienza a taladrar la cabeza de manera insoportable? Hay melodías, simples, rítmicas, repetitivas y pegadizas, capaces de infectar el cerebro como un virus: son los gusanos auditivos, un término adoptado a partir de la traducción literal del vocablo alemán ohrwurm, que plasma de un modo gráfico su naturaleza invasora. En la literatura científica este fenómeno también recibe el nombre de “imaginería musical involuntaria”, composiciones musicales que se quedan adheridas al córtex auditivo del cerebro -encargado de procesar los sonidos- y la necesidad de tararear estas canciones funciona como una especie de “picor mental”, que solo se alivia repitiendo una y otra vez la melodía, y cuyo efecto puede durar horas o días.
Pedro Bekinschtein, biólogo e investigador de Conicet, en diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, lo explica así: “Estos fragmentos de melodías o canciones, que se repiten en nuestra cabeza sin nuestro control, se conocen científicamente como ´imaginería musical involuntaria´ o simplemente 'gusanos auditivos' y se estima que más del 90 por ciento de la gente es afectada por estos bichos imaginarios al menos una vez por semana”.
El factor primordial para que se pegue una canción es haberla escuchado recientemente y que sus componentes coincidan con algunas características como la repetición, la simplicidad y los cambios de ritmo inesperados, con un compás irregular. También se relaciona con el momento en que la melodía llega a los oídos. Ocurre con frecuencia cuando se realizan tareas que no consumen recursos cognitivos, por ejemplo, caminar, manejar y limpiar la casa.
Pero no todo es tan malo, la molestia viene con algunos beneficios, ya que estas melodías activan receptores opiáceos del sistema nervioso, que intervienen en el placer y desencadenan la liberación de la dopamina, la misma hormona de la comida o del sexo. En esa dirección, entre los beneficios de estos gusanos, Bekinschtein destaca que “la música regula nuestro estado de ánimo, así que los gusanos podrían hacernos sentir mejor porque suelen ser partes de canciones con ritmos rápidos y energéticos que suelen levantar el ánimo”.
Además, están asociados al almacenamiento de información. Más allá de la melodía que se taladra en la corteza auditiva, los eventos asociados a esas canciones se almacenan mejor que los que no lo están. “Muchas personas reportan que los gusanos auditivos se desencadenan por algún recordatorio como una música parecida, una foto relacionada o un lugar en el que lo escucharon”, explica.
Y aclara que “el lado oscuro” de esto se asocia levemente con rasgos obsesivo-compulsivos. O sea, si tenés gusanos musicales ¿tenés un TOC? “No, quizás solo seas un poco ´obse´ con esa manchita en la pared que no sale y tiene la cara de la reina de Inglaterra. El otro lado oscuro de los gusanos auditivos es que a algunas personas les perturba el sueño. Por ejemplo, esa canción de la publicidad de colchones que se repite hasta el infinito e, irónicamente, no te deja dormir”.
Algunas claves para eliminar el bicho
Una pregunta particularmente interesante sobre estas repeticiones es cómo deshacerse de ellas. Existen algunas propuestas exitosas que pueden funcionar.
Las personas que experimentan este gusano auditivo normalmente no conocen la canción completa, lo que dificulta poder terminarla. En ese sentido, una de las estrategias que se recomiendan para librarse es aprender la canción, cantarla completa, desde el principio hasta el final, para poder salir del bucle.
Otro recurso que se suele usar es ponerle obstáculos e interferencias. El hecho de masticar y usar los músculos de la articulación vocal y los circuitos neuronales asociados impiden la subvocalización que se hace cuando se cuela una canción en la cabeza. En esa línea, también se recomienda acentuar tareas que interfieran con el gusano auditivo. Las más efectivas son las tareas que implican vocalización (hablar en voz alta): hablar con alguien y practicar trabalenguas pueden funcionar.
Otra estrategia muy usada es colocar una goma elástica en la muñeca y dar pequeños tirones cada vez que aparece la melodía. Algo que, probablemente, recluta nuevos componentes sensoriales, como un ligero dolor.
Como sea, lo cierto es que estas melodías pegadizas, que se vuelven neurológicamente irresistibles y que son casi imposibles de desterrar de la mente, que se incrustan en el cerebro y pueden asediarlo sin compasión durante horas, días e incluso meses, más temprano que tarde, terminan por desaparecer.