En su discurso inaugural de la Semana Social organizada por la Iglesia Católica y que se celebra en Mar del Plata, el obispo Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal, fijó posición sobre varios de los debates políticos y sociales planteados en los últimos días, advirtió sobre la necesidad de “acortar la brecha” social, señaló que los subsidios para los desocupados “deben ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”, sin desconocer que el desafío es “aumentar la creación de trabajo con un salario digno” porque “se puede generar trabajo pero en muchísimos casos no se puede llegar a fin de mes”.
Llamó la atención el tono fuertemente político de la intervención de Ojea, un obispo que si bien se caracteriza por su atenta mirada de lo social (fue presidente de Cáritas) desde que en 2017 fue electo para ocupar el lugar de máxima autoridad de la jerarquía eclesiástica católica hasta 2024 ha sido muy cauteloso a la hora de expresarse.
La Semana Social, encuentro que se prolongará hasta el domingo próximo, es una actividad que anualmente organiza la Comisión de Pastoral Social de la Iglesia Católica, hoy presidida por Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora, y se trata de una convocatoria diversa y plural a referentes de la política, el sindicalismo, los movimientos sociales, el empresariado y la academia para intercambiar sobre cuestiones referentes a lo social. El lema de este año en el que se retoma la presencialidad es “Integración y trabajo para una Patria de Hermanos”.
Haciendo suyas palabras del Papa Francisco, el titular del Episcopado reafirmó la centralidad del trabajo en la mirada del magisterio social católico. “El trabajo -dijo- es el espacio donde ofrecemos nuestro aporte para ser un mundo más habitable y generoso. El trabajo es una necesidad, es parte del sentido de la vida en esta tierra. Hace a la dignidad más profunda del ser humano. Es camino de maduración, de desarrollo y de realización personal”. Y remarcó que “ayudar a los desocupados con subsidios debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias” pero “el gran objetivo debe ser siempre tender a una vida digna a través del trabajo”.
Según Ojea, “nos encontramos frente al enorme desafío de aumentar la creación de trabajo con un salario digno que sostenga su poder adquisitivo”, pero el hecho de estar viviendo una crisis tan grande “no nos exime de abarcar con nuestra mirada las necesidades de todos los trabajadores”. En línea con lo que reitera Francisco, el titular de la diócesis de San Isidro dijo también que “si de verdad pensamos en una sociedad inclusiva es fundamental no descartar a nadie”. En ese sentido recordó un reciente informe de Cáritas y del Observatorio de la Deuda Social de la UCA en el que se concluyó que solo el 42 por ciento de la población activa logra acceder “a un trabajo digno” y que el 58 por ciento “solo accede a un empleo precario, a un trabajo de indigencia o está desocupado”.
Por eso, tras recordar que “ha bajado el nivel de sindicalización en Argentina y también en el mundo”, el presidente de la CEA profundizó su diagnóstico subrayando que “el empleo asalariado con convenio colectivo, aguinaldo y vacaciones no absorbe la totalidad de la fuerza de trabajo disponible es decir, de hombres y mujeres en edad laboral”. Y que, en consecuencia, “una visión humanista y socialmente justa tiene que contemplar las condiciones de estos trabajadores que están afuera del sistema de trabajo tradicional”. Más allá de que “todos quisiéramos que haya empleo para todos, eso no parece una perspectiva realista en el corto plazo”, dijo acordando en su apreciación con lo apuntado en los últimos días por distintos referentes de organizaciones sociales.
Brecha social
Otros dos temas se destacaron en el discurso del obispo: la brecha y el ordenamiento territorial.
“En la Argentina existen 5687 villas o barrios populares. En los últimos años han aumentado los pobres y los indigentes. Aquí se encuentra el núcleo más duro de la pobreza. La brecha entre nosotros se ha agigantado”, agregó el obispo en su diagnóstico. Y recordó la frase del Papa Pablo VI acerca de que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, pero “esta paz no será posible si no se acorta esta brecha, si no se acortan las distancias”.
Propuso entonces que “no debemos hablar tanto y solo de planes sociales que son necesarios en la coyuntura, sino de un verdadero plan de desarrollo humano integral que incluya un proyecto de repoblación de nuestro país para encauzar la angustiante necesidad de tierra, techo y trabajo que tiene gran parte de nuestro pueblo”.
Como metodología para avanzar hacia ese propósito el presidente de la CEA sostuvo la necesidad del diálogo, tanto intergeneracional que “es imperioso para recuperar la confianza entre nosotros”, como entre los distintos actores sociales. En tal sentido recuperó el papel de los empresarios (“el empresario es una figura fundamental de toda buena economía”) recordando la figura del banquero argentino Enrique Shaw, cuyo proceso de beatificación avanza en la Iglesia. Y nuevamente haciendo suyas palabras que Francisco pronunció en 2017 en Génova, ante representantes del trabajo de todo el mundo, Ojea dijo que “es imprescindible” la capacidad y el talento del empresario para la creación de trabajo y para la creación de productos. Porque “el verdadero empresario conoce a sus trabajadores porque trabaja junto a ellos y con ellos. El empresario es antes que nada un trabajador, si él no tiene esta experiencia de la dignidad del trabajo, no será un buen empresario”, reafirmó.
En el comienzo de su alocución, Ojea había reivindicado el valor de la pastoral social de la Iglesia para “alcanzar los vínculos de equidad y justicia en nuestra convivencia social, buscando comprometer a todos los actores sociales para transformar esta realidad” con “la luz del Evangelio”.
En ese momento también puso de relieve los efectos de la pandemia que, según su perspectiva, “han dejado secuelas que todavía no estamos en condiciones de evaluar”, acentuando “la depresión, el enojo, el desaliento y la frustración” y aumentando “el clima de violencia que respiramos diariamente”.
Usando la categoría de “tercera guerra mundial” que utiliza Jorge Bergoglio para referirse al hecho bélico con epicentro en Ucrania, Ojea dijo que “nos ha sorprendido por su crueldad, por la profunda deshumanización que conlleva, por el aumento de la venta de armas y de aquellos que lucran con la guerra”.
Ojea terminó su presentación pidiendo “mirar las situaciones de carencia de los demás y no solo las necesidades propias, y al mismo tiempo, buscando una mirada que nos coloque por encima de las situaciones para poder generar diálogos fecundos entre todos los actores sociales, el Estado, los sindicatos, los empresarios y los movimientos sociales”.
Y en lo que puede leerse como una directa alusión a las disputas políticas existentes en la sociedad argentina aseguró que “debemos buscar una visión superadora de la violencia ligada a la lucha por espacios de poder y que nos permita centrarnos en las verdaderas necesidades y búsquedas de nuestro pueblo llamado a desarrollar su vida en una sociedad justa y fraterna como lo expresa tan claramente el Magisterio de la Iglesia en Fratelli Tutti”.
La Semana Social culminará el domingo con la entrega de un “mensaje final a la sociedad” que seguramente recogerá parte de lo dialogado en las distintas mesas en la que estarán presentes, entre otras y otros, los ministros nacionales Juan Zabaleta y Daniel Scioli, la titular de la Anses Fernanda Raverta, el empresario Daniel Funes de Rioja, los dirigentes políticos Joaquín de la Torre y Diego Santilli, y el economista Carlos Melconian. Este sábado la disertación central estará a cargo del presidente de la Comisión de Pastoral Social, el obispo Jorge Lugones, quien expondrá sobre “Una patria habitable”.