El manual de un largometraje ficcional indica que, si el protagonista es un escritor, deberá padecer de bloque creativo. La ira de dios, estrenada el 15 de junio en Netflix, cuenta con dos novelistas en los roles principales y llamativamente ninguno sufre del “síndrome de la página en blanco”. Hay otros males, y mucho más funestos, en este thriller que se activa a partir del recelo entre literatos, una denuncia de acoso sexual y varias muertes que tensan las relaciones entre el azar y las probabilidades. A uno de ellos lo acompaña el éxito de la crítica y ventas, al otro lo corroe el triunfo de su colega. El primero será acusado de genio criminal y al segundo se le presenta la chance de exponer a su némesis “aunque no lo haga por motivos nobles”, le dice Juan Minujín a Página/12 de cara al arribo del proyecto por la plataforma de streaming.
La trama tiene como tercer puntal a Luciana (Macarena Achaga de Luis Miguel, la serie). La exasistente de ambos apunta a Kloster (Diego Peretti) como culpable del círculo de muerte que se ha empecinado con su familia. Confía en que Esteban Rey pueda “hundirlo en el desprestigio, el desastre y el escarnio público”, manifiesta el intérprete que moldeó su rol a partir de las claves de un detective de novela negra. Al menos hacia el exterior, el personaje luce mal dormido, viste sobretodo, tiene como compañía el whisky y recibe el llamado inesperado de la mujer que lo vinculaba a su opuesto. “La película va tocando esos lugares. Es un periodista que tiene problemas con el alcohol, odia a su jefe, odia su trabajo, se odia a sí mismo básicamente, tiene una envidia enorme hacia Kloster y se mete en esta historia porque su motor es destruirlo. Tiene un amor-odio hacia el personaje de Peretti. No es un periodista que quiere ir detrás de la verdad para que se haga justicia. No tiene esas cualidades. Su primer impulso es lo miserable”, expone el actor de 47 años.
Minujín viene de encabezar el bombazo de El marginal por Netflix (ver abajo) y en un futuro cercano se lo verá por el mismo servicio en la comedia Matrimillas de Sebastián De Caro. Entre uno y otro aparece este thriller dirigido por Sebastián Schindel (Crímenes de familia), basado en la novela La muerte lenta de Luciana B. de Guillermo Martínez. Si bien La ira de Dios deja de lado el juego de ficción y realidad que tuvo la novela (los cruces previos entre su autor con el crítico Damián Tabarovsky), hay otro personaje muy reconocible en esta empresa. “Se ve una Buenos Aires retrofuturista, no sabés bien en qué época estás. Es nuestra ciudad arrasada, con esos incendios y vientos, muy reconocible pero diferente”, dice Minujin.
-Lo bíblico también está muy presente en la historia desde el nombre y en la puesta en escena. ¿Cómo opera eso en su personaje?
-Yo creo que en realidad es una historia de amor. Esteban tiene una devoción total por Kloster, lo seguía, lo admiraba, le mandaba sus novelas. Quería tener algo de él y por eso había contratado a su misma asistente. Como dice Kloster, ella no tenía ninguna otra cualidad más que ser su asistente. Y es cierto, para Esteban lo que reviste de interés en Luciana es que ella es parte del universo de Kloster. No es que está enamorado de ella y por eso la ayuda a perseguir una verdad. Yo lo encaré desde ese otro lugar. Esteban está enamorado de él mismo y de Kloster, lo envidia profundamente, y cuando eso se le frustra porque lo odia mucho y lo despecha, muchos años después se le va a presentar la oportunidad de aplastarlo. Investiga pero porque quiere destruir.
-En todo noir no puede faltar la femme fatale y Luciana cumple a medias con ese modelo. ¿Qué significa ella para Esteban Rey?
-El personaje de Luciana quizás sea el menos cerca del noir. Sí, al principio, en el pasado cuando ella es más joven y naif que seduce sin darse cuenta, pero luego evoluciona hacia un lugar que no tiene un correlato con este estilo como si lo tienen mi personaje y el de Peretti.
-La ira de dios casi que no cuenta con introducción de los personajes, en el mismo inicio está el desenlace y uno luego tendrá que rearmar lo que ha visto, ¿no?
-Me sorprendió mucho eso. Yo tuve esa sensación también de un ritmo impresionante en el comienzo. Luego va viene entre épocas, flashback y flashfowards que le dan esa dinámica muy especial. El guion es como un rompecabezas y lo veía a Schindel muy confiado de qué información aportar en cada momento. La cabeza suya es la del espectador que va siguiendo un hilo y mi personaje es un poco ese guía.
-¿Leíste la novela de Guillermo Martínez?, ¿sabías del trasfondo que tuvo esa novela en el mundo literario por las discusiones sobre el rol del escritor, el éxito visto como una traición y los pases de factura entre colegas?
-No estaba al tanto de esto último. Como toda película basada en una novela hay una reducción muy grande, uno está más en la trama y el desarrollo narrativo que en todo lo otro que hace a un libro de ficción. Me refiero a lo sensorial y los tiempos que puede tener una novela. A mí me gusta mucho leer porque en principio no ves nada, eso te lleva a imaginar, y todo es como vos querés. Acá es lo opuesto, se reduce todo en pos de la historia, pero tiene una gran potencia de lo visual. Y me gusta mucho la película. Creo que está muy bien orientada. El trabajo de Sebastián Orgambide en arte y Fernando Lockett en fotografía arman una Buenos Aires distinta. Los destaco porque es muy bueno. Es una ciudad arrasada. Filmamos en lugares que fui millones de veces, los reconocés, pero están presentes de otra manera. Le pusieron un ojo y un encuadre muy especial. Se ve otra cosa. Es una ciudad que está ardiendo, la gente peleando, es postapocalíptico y un poco retro, el fuego, el viento, la lluvia. Todo es muy hostil.
-La realización de La ira de Dios fue posterior a El marginal donde dirigiste algunos episodios. ¿Tenés asimilado el ojo de realizador al del actor?
-Siempre me interesa el lugar del set. Yo leo algo y después me encuentro con algo diferente en cómo se va a contar. Eso es muy estimulante, pero en este caso estaba completamente entregado al trabajo como actor, lo cual lo disfruto muchísimo. El rol de director y productor implican unas responsabilidades enormes. Es lindo entrar a algo y acatar lo que te piden. En El marginal era productor asociado y codirector en algunos episodios de la última temporada, así que estaba muy pero muy inmerso. En esta ocasión, ser un instrumento dentro de la orquesta está bueno.
-Vos dijiste que te atraen los personajes que tienen una batalla consigo mismos más que aquellos que batallan contra algo externo. ¿Cómo se da esto en Esteban Rey?
-Claramente el mayor problema es él mismo. Tiene problemas con todo lo que puede tener problemas. Está frustrado por no haber hecho una carrera como escritor. Siente que el trabajo de periodista es miserable. Cree que su vida merecería ser mejor. Es de esos que cree que el mundo les debe algo. No me parece mal cuando ves esas películas con el camino de héroe tan marcado, con el enemigo afuera, las disfruto pero me cuesta entrar a eso como actor. Siempre trato de buscar cuál es la contradicción y pelea interna. Me interesan los tipos que tienen batallas consigo mismos.
-¿Qué sentiría Esteban Rey de que Pastor de El marginal logró tener suceso como escritor?
-Le parecería terrible, estaría sacando bilis por la boca (carcajadas). A mí la envidia me parece un motor interesante. Mi película Vaquero iba de eso. La envidia es su motor, pero no es que se le resuelve la vida si tiene lo del otro. Lo mismo con Esteban Rey. Si le dan todo lo que tiene Kloster no cambiaría mucho porque su enemigo es él mismo. Y son esas batallas más feas y más difíciles de dar.
-Las escenas con Diego Peretti son contadas pero fundamentales. ¿Cómo fue el trabajo con él?
-Fue un placer muy pero muy grande. No habíamos trabajado juntos y prácticamente no nos conocíamos, ni teníamos amigos en común. Como actor lo admiro muchísimo, he seguido su trayectoria, tiene colores muy singulares, y mucha verdad, mucho juego. Y fue un lindo encuentro, no siempre pasa. Nos quedamos con ganas de tener más escenas. La exploración que busca él acá es muy interesante, es muy enfocada y económica en varios planos. Siempre trato de que todas las instancias de trabajo sean, no sé si de aprendizaje, pero una experiencia más allá del resultado concreto. Trabajar y conocer a Diego es de lo más lindo que me llevo de acá.
Balance de "El marginal"
-Pasaron algunas semanas del final de El marginal, ¿qué reflexiones hacés a la distancia de lo que significó está producción en la industria audiovisual argentina?
-Lo más destacable de El marginal a nivel industrial es que es la primera vez que se hacen cinco temporadas de una serie, que se puede continuar con los personajes, se amplifica cada vez más y la gente lo sigue. Además, es una serie que tuvo sus remakes en Estados Unidos y México.
- Y pegó muy fuerte en el exterior, más allá del color local, ¿por qué?
-Pegó mucho afuera porque algo fue cambiando en las propuestas que producen las plataformas de afuera, que es que cada vez más apuestan a lo local. Antes había una idea de neutralizar, homogeneizar, se hacían series que se hablaban en neutro con la idea de que viajara más. Ahora es al contrario, con los subtítulos y los doblajes, cuanto más local es el producto, más interés genera en el exterior. A mí, como espectador, me pasa que cuando veo una serie de Medio Oriente o nórdica, me interesa ver cómo es eso, cuanto más local, más me interesa la idiosincrasia de ese lugar. Parte de eso está reflejado en El marginal, hay algo muy argentino o sudamericano de lo que uno supondría que podría ser una cárcel en Latinoamérica. Creo que eso viajó mucho en América Latina, en Estados Unidos hispano y en España.
-¿Qué le diría a Pastor ahora que todo ha concluido?
-El personaje hace un proceso interesante entre la primera temporada y la cuarta y la quinta. En vez de tratar de estar huyendo de la cárcel permanentemente, le pega una vuelta de tuerca, donde decide empezar a reflexionar más sobre qué pasa dentro de la cárcel, cuáles son los factores de dominación y sometimiento que sufren los internos, dónde están esas fuerzas de poder, reflexionar más sobre eso. Pastor escribe un libro, tiene una radio donde le da voz a gente que no tiene voz. Le diría a Pastor que siga por ese camino, que es una manera de cumplir su condena más sana.