Página 12 en Francia
Por Eduardo Febbro
Desde París
Millones de euros, prestigio, poder y legitimidad: si algo le faltaba a la extrema derecha francesa para llegar a la cima era una consagración institucional. Ahora la ha conseguido gracias al inesperado resultado de la segunda vuelta de las elecciones legislativas del pasado domingo 19 de junio. Ni los sondeos de opinión, ni los candidatos de la ultraderecha ni su líder, Marine Le Pen, anticiparon lo que sería el mejor resultado de su historia: 89 diputados que pesarán en el porvenir de la democracia francesa. Ya diputada en la anterior legislatura, Marine Le Pen subió un escalón suplementarito en la institucionalización y legitimización de un movimiento político fundado por su padre, Jean Marie Le Pen, salido de las sombras a partir de los años 80 y hoy consagrado en el corazón de las instituciones republicanas: Marine Le Pen fue elegida este jueves 23 de junio presidenta de su grupo parlamentario en la Asamblea Nacional. El partido Reagrupamiento Nacional constituye, junto la alianza de izquierda Nupes y sus 149 escaños, el grupo de oposición más importante contra el presiente francés, Emmanuel Macron. El impactante número de diputados obtenido por la extrema derecha no es ajeno a la falta de lealtad republicana de los partidos que armaron para estas elecciones una alianza presidencial: Emmanuel Macron fue reelecto presidente en abril pasado luego de derrotar en la segunda vuelta a Marine Le Pen gracias a los votos aportados por la izquierda francesa. Sin embargo, cuando llegó el turno de las legislativas, el macronismo le dio las espaldas a esos votantes que ante sellaron su victoria. Se negó a reforzar el frente republicano contra la extrema derecha, no fue claro cuando se trató de respaldar a los candidatos progresistas que enfrentaban a candidatos de la ultraderecha en las legislativas y, por encima de todo, puso en el mismo espejo al Reagrupamiento Nacional y a la izquierda agrupada en Nupes, especialmente al partido Francia Insumisa dirigido por Jean-Luc Mélenchon. Según los voceros del macronismo, Nupes es un movimiento similar al Reagrupamiento Nacional, ”anti republicano”. El disparate tuvo como efecto que la ultraderecha se viera premiada en las urnas.
Promesa rota
Nada queda de la promesa que hizo Emmanuel Macron en 2017 cuando se comprometió a desinflar el peso de la ultraderecha. ”Unas palabras para quienes votaron hoy por la Señora Le Pen. Los respeto, pero en estos cinco años haré todo para que no tengan más razones para votar por los extremos” (Macron). Hizo lo contrario. Con él en el poder, los ultras alcanzaron su punto más alto. De no tener ningún verdadero poder institucional, ni local o regional consistente (sólo dirige ciudades pequeñas y administra una sola de más de 100 mil habitantes, Perpignán), el lepenismo se ha afirmado sin que ningún cordón de protección se interpusiera entre él y la salud democrática. En 2017, cuando perdió las elecciones presidenciales ante Emmanuel Macron, nadie hubiese apostado un céntimo por la supervivencia de Marine Le Pen, tanto más cuanto que en las elecciones legislativas que siguieron a las presidenciales el lepenismo recorrió el camino contrario al de hoy: con apenas 8 diputados cayó en un abismo que, a su vez, hizo de Marine Le Pen un cadáver político sin resurrección posible. Pero el lepenismo es más que una persona o una ideología fraudulenta; es una familia entera entre padre, hijas, nietas y sobrinas y no se rinde así porque sí. No es Macron quien ha transformado a Francia sino la familia Le Pen.
Marie Le Pen resucitó en estos cinco años que separan los dos mandatos de su mejor enemigo (2017-2022). Le cambió el nombre al Frente Nacional para llamarlo Reagrupamiento Nacional y con esa denominación encaró las presidenciales de este a◊o. En el medio le salió un rival de comedia, el polemista Eric Zemmour. Un ultraderechista de lo más nefasto que soñó con sacar del juego a la heredera del reino. Zemmour, en los sondeos, llegó, en un momento, hasta superar a Marine Le Pen en las intenciones de voto. Ello llevó a varios pesos pesados del lepenismo a dejar el partido e irse a las filas del partido Reconquista de Eric Zemmour, entre ellas su sobrina y antigua aliada, Marion Marechal Le Pen. Sin embargo, Zemmour y los zemmouristas se desinflaron como un globo negro aspirado por un agujero negros más poderoso que sus groseras pretensiones: en 2017, Marine Le Pen obtuvo 10 millones de votos, en 2022 13,2 millones.
Ofrenda impensada
El tercer acto fue la ofrenda impensada que el macronismo y los electores le sirvieron en la Asamblea Nacional. Marine Le Pen no sólo llevó a cabo con éxito la desdiabolización de la extrema derecha sino que, también, la institucionalizó. La palabra tiene un significado y un alcance mucho más extenso que la dimensión simbólica. También hay mucho dinero en juego y este alcanza para saldar las deudas bancarias (prestamos) que Marine Le Pen contrajo con bancos rusos y húngaros para financiar las respectivas campañas electorales. Los millones del Estado lloverán sobre el partido más infrecuentable del espacio político. En primer lugar, recibirá siete millones de euros anuales correspondientes a los 4,2 millones de voto que obtuvo en la primera vuelta de las elecciones legislativas. A ello se le agregan otros 35 millones de euros que cubren la totalidad de la legislatura más 37 mil euros anuales para cada uno de los 89 diputados electos, lo que equivale a 15 millones de euros en un plazo de 5 años. El total de dinero público que cobrará la extrema derecha equivale a más de 50 millones de euros. El lepenismo tiene una deuda de 24 millones de euros, la cual será pagada en un 50 por ciento con dinero de los contribuyentes. Nada ni nadie habrá sido capaz de despertar a la sociedad francesa de su sueño gris: mentiras, corrupción, racismo, xenofobia, insultos, violencia retórica, manipulaciones, múltiples condenas por parte de la justicia, todo vale y todo se acepta. Desde hace medio Siglo, la familia Le Pen es la más honda y extensa beneficiara de los desajustes de la democracia francesa. Emmanuel Macron le habrá dado el último espaldarazo. Al paso que van la ultraderecha y la democracia, a Marine Le Pen sólo le falta un peldaño al que no tardará en subir: la presidencia.