Si se escribe fútbol a secas solo en castellano y se pulsa la tecla enter en la computadora, Google nos arroja hoy 511 millones de resultados. De eso se trata -en parte- cuando decimos que es una vidriera. Para bien y para mal. Una vidriera en la que Juan de la Cruz Kairuz, ex jugador y director técnico, quedó expuesto como represor y no tanto por su trayectoria deportiva. También empleado del ingenio Ledesma y policía de Jujuy en simultáneo, su vida cambió para siempre con una denuncia. Ricardo Arédez, hijo de Luis, intendente detenido-desaparecido de la ciudad de Libertador General San Martín, lo acusó de haber comandado un operativo clandestino en su casa la noche del 13 de junio de 1977. Kairuz está ahora sometido a proceso en una megacausa que por violaciones a los derechos humanos podría llevarlo a prisión.
El fiscal Federico Zurueta lo acusa por allanamiento ilegal en un hecho y privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de violencia en otro. En ambos casos como coautor. Le pidió siete años de prisión de cumplimiento efectivo en la megacausa Ledesma donde una veintena de represores son juzgados por delitos de lesa humanidad contra 121 víctimas de la dictadura cívico-militar del ‘76. Pero este tucumano de 77 años niega todas las imputaciones desde que Arédez reveló su pasado y siempre se refugió en su coartada. La de un personaje marginal en la historia trágica que transcurrió en el feudo de la familia Blaquier.
Kairuz suele aparecer de forma esporádica en eventos sociales, videos en youtube y misceláneas donde se lo recuerda como ex futbolista y entrenador. Su trayectoria como marcador de punta no fue deslumbrante ni opaca. De las canchas tucumanas llegó a Villa Crespo para jugar en Atlanta, el club donde más se destacó entre 1966 y 1967. Al año siguiente fue transferido a Newell’s junto a Juan Carlos Puntorero en la mayor transferencia de la historia bohemia. Los rosarinos pagaron 18 millones de pesos y el pase definitivo de Ricardo Vizzo, valuado en otros 8 millones. Siguió después su carrera en San Martín de Tucumán y Gimnasia y Esgrima de Jujuy, donde se retiró en 1975.
Sin la repercusión mediática que tienen los futbolistas del siglo XXI, en un mundo con TV en blanco y negro o partidos en diferido, Kairuz solo pudo ganarse algunos comentarios destacados en la gráfica. El diario Crónica le dedicó uno el 4 de abril de 1967, cuando ya se lucía en Atlanta junto al recordado Carlos Timoteo Griguol, Jorge Fernández, el arquero Carlos Biasutto y Miguel Angel Perico Raimondo. Su perfil deportivo decía: “Marcador con elogiable tendencia ofensiva, audaz en el ataque, tipo Díaz o Marzolini”.
Pero tal vez el partido más importante de su vida no fue uno oficial o por los torneos de Primera División de la AFA. Lo jugó el 13 de enero de 1966 con apenas 20 años y como integrante de la selección de su provincia contra el equipo más marketinero de la historia antes de que llegara la era del fútbol espectáculo: el Santos de Pelé. Los brasileños ganaron 2 a 0 como se suponía previsible, pero Kairuz sobresalió en el perdedor por su afanoso despliegue. Anuló al mejor jugador del mundo de aquel momento, hecho que recordaría en una entrevista para el diario La Razón el 8 de junio de 1967: “Tuve que marcar a Pelé y al decir de todos los diarios, lo hice perfectamente, al extremo de haberlo anulado”.
Después de aquella noche en el estadio de San Martín, Atlanta se fijó en él y siguió su carrera en Buenos Aires. Una lesión crónica fue complicándole la carrera hasta que decidió retirarse en Jujuy, la provincia donde iniciaría su trayectoria como director técnico. Corrían los últimos días de 1975, en los meses previos al golpe del 24 de marzo, cuando Kairuz tomó una decisión que lo empujaría hacia el aparato represivo del Estado. Él mismo le confesó al periodista Pablo Llonto en una entrevista de la desaparecida revista El Gráfico de 2001: “El Jefe de la Policía de Jujuy era hincha de fútbol y me ofreció el puesto. Se puede decir que fui lo que se dice hoy un favorecido, un ñoqui…”
Esa impunidad para revelar en detalle su situación laboral lo dejó expuesto por primera vez en la vidriera de los represores. Pero el tucumano sabía desde mucho antes que el ambiente del fútbol, así como lo llevó a los titulares de los medios, amplificaría su lado oculto. El recorrido que hizo en un grupo de tareas del ingenio Ledesma cuando avanzaran los juicios por violaciones a los derechos humanos.
“Se cumplía el primer mes de la desaparición de mi padre y veníamos de una misa. Cuando acabábamos de llegar a casa, tocaron el timbre. Atendí yo y me tiraron la puerta para atrás. Entraron en gran cantidad militares con uniforme y ametralladoras que estaban comandados por Juan de la Cruz Kairuz, que en esa época era técnico de Atlético Ledesma. Me quedó su imagen porque a cada momento salía en reportajes en los diarios y cuando entró a punta de pistola y se llevó un montón de cosas estaba de civil. Él daba las órdenes, sabía perfectamente lo que hacía y en un segundo invadieron los tres pisos de mi casa. Sólo estábamos mi mamá, mi abuela y yo, que tenía dieciséis años”, le contó Ricardo Arédez a este cronista en abril de 2005.
Pasaron 17 años y el entrenador de clubes como Juventud Antoniana y Central Norte de Salta, San Martín de Tucumán, Atlético Policial de Catamarca, Tigre y el de sus inicios como DT, Ledesma, sigue negando las acusaciones que todavía pesan sobre él. Su etapa en el equipo sostenido económicamente por los Blaquier coincidió con los años de la represión más feroz, con apagones incluidos sobre la ciudad, que eran la mejor pantalla para secuestrar personas. Kairuz estuvo en cuatro campeonatos nacionales consecutivos, con campañas que no superaron la mediocridad, y que Ledesma jugó en 1976, ’77, ’78 y ’79.
Entrenador de día y represor de noche, como tituló Página/12, convive con la negación de una parte de su pasado y la exposición que le dio el fútbol hasta ahora. Siempre declaró que sufrió las denuncias por “ser conocido” y hasta fue distinguido por la Legislatura de Salta en 2020 por su trayectoria deportiva. Kairuz no contaba con la resiliencia de la familia Arédez. Ni la de Olga, viuda de Luis y madre de Plaza de Mayo emblemática en cada ronda solitaria en Ledesma; ni la de su hijo Luis. Es posible que después de la feria judicial de julio finalicen los alegatos contra los represores en Jujuy. La historia del hombre que todavía conserva una foto abrazado junto a Pelé en su Facebook podría cerrarse judicialmente, pero nunca en la memoria de sus víctimas.