Pleasure

(Suecia/Países Bajos/Francia, 2021)

Dirección: Ninja Thyberg.

Guión: Ninja Thyberg, Peter Modestij.

Música: Karl Frid.

Fotografía: Sophie Winqvist.

Montaje: Olivia Neergaard-Holm, Amalie Westerlin Tjellesen.

Intérpretes: Sofia Kappel, Zelda Morrison, Evelyn Claire, Chris Cock, Dana DeArmond, Kendra Spade, Jason Toler.

Duración: 118 minutos.

Disponible en MUBI

8 (ocho) puntos

Cuando los títulos de Pleasure inician, lo hace también la banda sonora, a través de jadeos y diálogos pornográficos. La introducción es notable, brutal, organiza el espacio visual por fuera del cuadro y funciona perfecto. La frontalidad (sonora) tiene correlato con la imagen siguiente, de la protagonista, una joven sueca que ingresa a Estados Unidos, entrega su pasaporte y responde a la pregunta: ¿negocios o placer? El plano posterior es la depilación de su vagina.

Apenas unas pocas imágenes para que personaje y entorno estén claramente delineados. Esta manera frontal de decir/mostrar dialoga, si se quiere, con la que ofrecía Sexo Desafortunado o Porno Loco del rumano Radu Jude, donde una película hogareña, de sexo explícito, se ofrece sin previo aviso; un video que será, justamente, el eje vertebral de todo lo que sigue. Si bien las propuestas de las dos películas son disímiles, coinciden en la manera inmediata desde la cual confrontar al espectador y llamar su atención.

Desde luego que las imágenes explícitas, extremas, nunca fueron ajenas al cine, pero el cine, de alguna manera y de acuerdo con sus épocas, las más de las veces las esquivó o no pudo mostrar. Esto ya no es así y desde hace tiempo. Para más datos, pensar en la reciente Titane de Julia Ducournau, o en la inminente Crimes of the Future de David Cronenberg. Además, existe Internet. Las imágenes crueles y pornográficas ya no son un secreto entre los planos de algunas películas o las bateas de video club, sino parte intrínseca de la lectura visual cotidiana, provista por las redes o los informativos del mediodía. En otras palabras, quien acostumbró su mirada a tales imágenes difícilmente se sienta herido por lo que el cine le ofrezca. Como sea, el cine quedó atrapado en este enredo.

Allí el desafío, que Pleasure asume de modo admirable. La ópera prima de la directora sueca Ninja Thyberg se asoma a estas imágenes a través de su protagonista, Bella (primer papel en el cine para la notable Sofia Kappel), recién llegada de Suecia a Los Ángeles, con el sueño de ser una estrella del cine… porno. ¿Cómo es que llegó aquí y por qué este deseo? ¿Qué es lo que dejó atrás? Hay toda una serie de interrogantes que de algún modo la película responde, mientras asiste al periplo de su personaje, decidida a encontrar su lugar en el firmamento de las películas.

A grandes rasgos, no hay nada que diferencie demasiado la trama de Pleasure de otras de índole similar: irse de casa, perseguir el sueño, frustrarse (o no) y demás; pero es justamente eso lo que hace que sea una buena película: está contando una misma historia, pero situada en un ámbito ligeramente diferente. Es decir, se trata de ingresar al mundo del cine; lo “llamativo” es que sea pornográfico. Lo que no es llamativo, es que las posibilidades de acceder y triunfar no sean muy distintas a las de otras ramas de esa misma actividad, circundada por los mismos intereses mercantiles y consumistas. En este sentido, Pleasure –así como la extraordinaria Boogie Nights de Paul Thomas Anderson– es una mirada crítica y urticante sobre (¿lo que queda?) del mundo del cine norteamericano, o de Hollywood.

Hacer pie en el porno le permite a Thyberg valerse de imágenes y situaciones más directas, por extremas. En virtud del periplo de Bella, su película se sumerge en los diferentes subgéneros de la industria. Todos y cada uno en virtud de los éxitos y fracasos de la joven actriz. De este modo, se descubre la idiosincrasia del medio y la retórica con la que cubre sus intereses, algo perceptible en el acompañamiento que ella recibe: en algunos casos más cuidado y riguroso (como en el bondage), en otros evidentemente hipócrita. En todos, eso sí, el interés por hacer imágenes con las que hacer dinero.

La industria le pide a Bella construirse como estrella porno.

Lo también atractivo es descubrir que muchos de los personajes son interpretados por verdaderos actores y actrices del medio; entre ellos, Chris Cock, quien advierte a Bella sobre lo que está por hacer y el racismo que anida (Cock es un actor negro de trayectoria importante en el género). Otro caso es el de Evelyn Claire, aquí en la piel de Ava, la reina del porno a la que Bella admira. Para ser como ella, hay que acceder al mundo de los grandes productores, entre ellos asoma una especie de Hugh Hefner. Para llegar allí, Bella hará lo que haga falta.

Para lograrlo, tendrá que vencer trabas internas, diálogos familiares y amistades. Toda una correría detrás de la coronación del éxito, a través de un camino tapizado de cortesías y humillaciones. Así, Pleasure delinea un mundo machista, no necesariamente desde los personajes que lo integran o el juicio apresurado sobre el cine porno, sino a partir del entramado social que los hace posibles. Es decir, es un sistema organizado por coordenadas de castigo y sumisión, en donde el poderío y la mirada que rige (sobre la cual sabiamente habla John Berger en su libro Modos de ver, cuando refiere a la representación de las mujeres en imágenes) son eminentemente masculinos. La ingenuidad de Bella será puesta a prueba para, de alguna manera, confrontar dialécticamente.

Es decir, cuando Bella alcance la construcción de sí misma que la industria le pide –el logro de ella como “estrella”–, podrá entonces valorar qué es lo verdadero, qué es lo falso. La forma de hacerlo será similar a la utilizada en las escenas de bondage, donde ciertas palabras y gestos significan “basta”, “no”, “suficiente”. Saber decir no. Ella, el personaje. Pero también, quienes miran. ¿Dónde está el límite de la mirada?