En condiciones que eran exigentes para un debut, justo frente al Brasil de Tite, que más allá de las ausencias de Neymar, Marcelo y Da ni Alves, no dejó de ser un equipo sólido, el ciclo de Jorge Sampaoli en la Selección arrancó ayer en Melbourne con un triunfo por 1-0, con un gol de Gabriel Mercado en una jugada que se inició en un tiro de esquina. Si bien se trató de un encuentro amistoso, que se jugó frente a más de 95.569 espectadores, como saldo positivo quedó apenas la buena intención que tuvo el equipo nacional en algunos pasajes del encuentro, principalmente en la primera etapa.
El gol de Mercado, a los 44 minutos de juego, no fue precisamente la consecuencia de un claro dominio en la cancha. De hecho, salvo en los minutos iniciales, y luego en el tramo final del primer período, a la Selección le costó generar situaciones claras de gol. Di María tuvo alguna chance más por mérito propio que del conjunto, y no mucho más. Hubo poco de la esperada sociedad entre Paulo Dybala y Lionel Messi; y también del Pipita Higuaín, que dejó la cancha sin haber tenido oportunidades de gol.
Si bien no hubo un dominio claro de la Selección, al menos se pudo apreciar que el equipo que pensó Sampaoli para este compromiso perseguía la idea de ser ofensivo e intenso en su presión sobre un rival que llegaba al partido con un invicto de nueve partidos y nueve victorias desde que Tite se hizo cargo de la dirección técnica.
Lo que hizo bien Brasil fue cerrarle los espacios a la Argentina y encimar con sus volantes a Messi, para que este no encontrara espacios para soltarse y hacer jugar a sus compañeros. Con esa fórmula sencilla le alcanzó para ponerle un freno al circuito de juego que Sampaoli había imaginado en el mediocampo, donde a Lucas Biglia, Ever Banega y Messi, se les sumaban por las bandas Angel Di María y José Luis Gómez.
La presión alta que por momentos esgrimía la Selección se parecía bastante a la que también proponía Brasil. Sin embargo, a la hora de arrimar peligro sobre el arco de Sergio Romero, los dirigidos por Tite eran un poco más picantes. Nicolás Otamendi cortó con lo justo una chance clara de Gabriel Jesús, tras un buen desborde de Coutinho; Paulinho se lo perdió solo con un disparo que se le fue por arriba; y luego Biglia le ahogó el grito a Coutinho.
En defensa, la Selección alternaba buenas y malas. Sufría cuando lo atacaban pero respondía bien a la hora de salir jugando con toques cortos y precisos; salvo cuando la pelota llegaba a los pies de Romero, quien parecía sufrir la responsabilidad. Ese fue el camino elegido para intentar no dividir la pelota, que se perdía en los tres cuartos donde Messi no conseguía marcar diferencias ni mucho menos ser determinante. El crack del Barcelona recién se pudo soltar un poco sobre el final de la primera etapa, cuando Brasil comenzó a pagar el precio de su exigencia física. Entonces sí Messi logró influir en el resto de sus compañeros, que se lanzaron a toda máquina contra el arco de Weverton, que hasta el gol de Mercado, a los 44 minutos, había sufrido un disparo de Di María que se estrelló contra su palo derecho en el comienzo; otro remate del ex Rosario Central que logró sacar afuera, a los 38, y un buen disparo de Dybala por arriba que estuvo cerca de metérsele sobre el ángulo derecho.
Así y todo, el gol llegó de una jugada de tiro de esquina, en una jugada de pizarrón. Arrancó con un córner corto, Di María metió el centro, Otamendi el cabezazo, la pelota pegó en el palo y Mercado la encontró en el rebote para definir con el arco de frente. Los jugadores, Sampaoli y sus colaboradores, lo gritaron como locos.
No era justo que sólo por hecho en esos minutos finales la Selección se fuera al descanso en ventaja. Y eso se evidenció en la segunda parte. Donde Sampaoli comenzó a meter mano, un poco para probar variantes y otro para intentar asegurar el marcador el dominio que no evidenciaba en la cancha.
Con el ingreso de Joaquín Correa, a quien conoce bien del Sevilla, Sampaoli buscó un poco más de estabilidad en el medio, donde Banega no terminaba de aparecer; y unos minutos más tarde, el entrenador mandó a la cancha a Nicolás Tagliafico (por Gómez) para reforzar la última línea. Sampaoli parecía dispuesto a conformarse con esa ventaja. Con el posterior ingreso de Guido Rodríguez por Dybala terminó de asentar esa idea.
La Argentina se había quedado sin delanteros. El resultado fue un solo remate de Correa al arco y varios momentos de peligro sobre el arco de Chiquito Romero. De la mano de Willian y Paulinho, Brasil se puso a tiro del empate. Coutinho tuvo otra chance, pero Romero respondió. Después se lo perdieron entre Jesus y Willian, que en la misma jugada y con el arquero argentino regalado, estrellaron sendos tiros en los palos.
La Selección terminó aguantando como pudo el resultado y así consumó la primera victoria del ciclo de Sampaoli. Quedó para rescatar el triunfo y una idea que ayer en Melbourne, apenas se pudo ver en estado embrionario.