La tercera temporada de American Crime Story: Impeachment (reciente estreno de Star+) “toma un giro dramático” en relación a los casos que había recreado el programa con la firma de Ryan Murphy. La frase -dicha en el primer episodio de la antología- describe la forma del pene de Bill Clinton, pero también podría aludir a la perceptible alteración que evidencia esta ficción que examina cimbronazos de la sociedad estadounidense en su historia reciente. El crimen, en esta ocasión, no implica un homicidio ni sucede en Los Ángeles, pero como siempre habrá escándalo y nombres célebres. Es el hecho que, como sugiere el título, derivó en el intento de destitución de quien ocupara la Casa Blanca durante buena parte de la década del ‘90.
El catalizador de estos diez episodios es el escándalo Lewinsky-Clinton, aunque ni el mandatario (Clive Owen) ni su amante (Beanie Feldstein) sean los protagonistas excluyentes de la trama. Quien aparece tras las sombras -dentro de una lógica coral- es Linda Tripp (Sarah Paulson). “La chica Murphy” por excelencia encarna aquí a una burócrata del ala oeste de la Casa Blanca, muy cercana a la becaria, que busca sacar provecho de las confesiones de Lewinsky grabándola sin su consentimiento. La recreación de quien destapara el sexgate apunta al desagrado permanente. Ahí está su andar pesado, malos modos y el rencor como nafta. Es una mujer quejosa, ventajera, ladina y, sin dudas, una elección riesgosa como pivote para seguir la historia. Es como si su estilo avinagrado sazonara a toda la propuesta escrita por la dramaturga Sarah Burguess.
La puesta en escena de ACS: Impeachment se desentiende de la insolencia estética propia de su showrunner, y recurre a una tonalidad más dura y apagada, a tono con la capital estadounidense. El mecanismo narrativo, por su lado, juega a los flashbacks y flashforwards para culminar con el proceso que casi eyecta a Clinton de la presidencia. ¿El affaire puso en riesgo la gobernabilidad? ¿Qué decir de la maquinaria conservadora? ¿Hubo abuso de poder o una relación consentida? Son muchas las preguntas que suelta ACS: Impeachment y las respuestas las tienen las mujeres que conocieron al político de Arkansas.
Monica Lewinsky (quien ficha aquí como productora) no será la única en el ojo de esta tormenta en la que es difícil separar la lujuria del sensacionalismo y la coyuntura política de la agenda de género. La fórmula apela a otros casos, como el de Paula Jones (Annaleigh Ashford), para resaltar el historial de Clinton y de los poderosos de Washington. El presidente, de hecho, es retratado como un truhán que justifica su accionar con una lógica retorcida, amén de creerse intocable. “A lo que hizo lo llamaría acoso”, dice una denunciante frente a periodistas que se ríen por lo bajo. El envío, en este sentido, ostenta un revisionismo incómodo –pero muy verosímil- en el que la mayoría de las mujeres, entre ellas la primera dama Hillary Clinton (Edie Falco), suscriben la misoginia general.
Cada temporada de ACS supo como encubrir la crítica social bajo la cáscara de un género reconocible. Así The People v. O. J. Simpson se vendió como un drama legal para indagar en el racismo y la cultura de la celebridad Made in USA. The Assassination of Gianni Versace optó por un thriller queer que destrabó los clisés de la comunidad gay. ¿Qué decir de Impeachment? Correctivo a la “cultura de la humillación” y revancha para la propia Lewinsky, quien aquí da su versión de los hechos dentro de una versión cínica y lujuriosa de The West Wing.