Pasaron 46 años desde el comienzo de la última dictadura cívico eclesiástica militar, y el país ya lleva casi 40 años de democracia ininterrumpida. La Memoria, la Verdad y la Justicia son pilares sobre los que se apoya la sociedad todavía hoy en día, gracias a que, contrario a lo que algunas personas opinan, el pasado no queda en el pasado, y la memoria, así como la historia, se sigue escribiendo día a día. Así fue que, a partir de los recordatorios por Detenidos - Desaparecidos que publica habitualmente Página/12, otro capítulo de la historia de Juan Pedro Barrientos pudo ser reconstruido.

El 31 de agosto de 2021, Juan Pedro Barrientos fue recordado en el diario al cumplirse 44 años de su asesinato, producto de las torturas que recibió en la Unidad Penitenciaria N°9 de La Plata cuando tenía apenas 25 años. Estaba detenido desde el 28 de marzo de 1976, cuando había sido secuestrado junto a su hermano José, afuera de su casa en la localidad de Lima, Partido de Zárate (Buenos Aires). En La Plata estuvo desde, por lo menos, el 2 de octubre de 1976, cuando envió una carta escrita a puño y letra al entonces presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Castro Madero.

El pequeño recuadro, en blanco y negro, con el rostro del joven correntino fue visto por miles de personas ese día, pero a algunas les llamó más la atención. Sobre todo la parte en que lo identificaba como trabajador de la Central Nuclear Atucha —que todavía formaba parte de la CNEA en esos tiempos. “Lo ven dos de las fundadoras de la Comisión de Derechos Humanos del Personal de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CDhPCnea), que se formó en 1984 y tenemos un registro bastante grande de personas desaparecidas de CNEA, y se dan cuenta de que Barrientos no estaba en nuestra lista", contó a Página/12 Marina Carpano, integrante de la Comisión y representante de ATE. “Fue algo que nos sorprendió y a partir de ahí nos pusimos en contacto con la gente que mandó el recordatorio —el grupo Moreno por la Identidad— y dentro de CNEA pedimos averiguaciones”, explicó.

Así fue que llegaron a varios documentos que les permitieron reconstruir ese capítulo de la historia como trabajador dentro de Atucha, y del cual no tenían registro. Por un lado, la sentencia del Juicio Campo de Mayo relativo a su secuestro y posterior muerte —ya que el joven correntino estuvo detenido en ese campo—; por otro, su legajo personal; y, finalmente, en los propios archivos de la Comisión, entre diversos documentos que dieron cuenta de su condición de trabajador en la Central Nuclear, la carta.

“Fui detenido el 28 de marzo del ‘76 y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, entre tantos otros en la misma situación”, le cuenta Barrientos en la misiva a Castro Madero, explicándole el motivo por el cual “molesta su atención, que ha de estar ocupado por problemas de su alto cargo”. “Este hecho, que no solamente me perjudica personal sino también familiarmente (días después de mi detención nació mi primer hijo), es en mi criterio un error, puesto que nunca he desarrollado actividad ni puesto de manifiesto conducta que me hiciera pasible de detención”, sostiene el joven, y señala que ni siquiera se ha formulado causa alguna. Situación que, al momento de escribir la carta, se extendía ya por siete meses —y que se extendería por otros diez meses, hasta el momento de su asesinato.

El objetivo de la carta era solicitar ayuda para ser liberado y poder reintegrarse a su trabajo. Además de la carta que forma parte del Fondo de la CDhPCnea, también encontraron una serie de notas internas de la CNEA relativas a qué contestarle a Barrientos. Sin embargo, esa respuesta nunca le llegó, y se lo declara prescindible el 22 de noviembre de 1976, poco menos de dos meses después de su pedido de ayuda. Esta situación es la que figura en su legajo personal, y por la cual ya se iniciaron gestiones en la Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad, para repararlo junto con el de otros 10 compañeros detenidos - desaparecidos de la CNEA.

“Fuimos reconstruyendo un poco junto con otros organismos de derechos humanos la historia y fue todo un proceso de conocimiento de alguien de quién no teníamos registro”, contó Carpano sobre quién hoy es el detenido-desaparecido número 22 de la CNEA. “Nos sorprendió por un lado no tener registros de él, pero por el otro esto de que la memoria activa es algo que continúa, que van apareciendo estas cosas y que podemos seguir reconstruyendo nuestra historia”, consideró, y señaló que “es una historia muy fuerte para todos nosotros, que mantenemos la memoria para que no pase de nuevo, pero buscamos la forma de también ser activos”.

“Para nosotros es importante que queden registros oficiales en estos legajos personales de que estas personas no dejaron de ir a trabajar porque sí, sino que fue producto del Terrorismo de Estado”, apunto Carpano. “Además, genera un registro real en la dimensión de ellas y ellos como trabajadores: es un acto reparador también en ese sentido”, añadió.

“Para los que somos trabajadores de la CNEA es poder construir esto, que a veces es un rompecabezas infinito, pero todavía podemos ir poniendo las piezas de ese rompecabezas y tener las historias lo más completas que podamos de todas las personas que tenían un compromiso social, político, y militante en cuanto a un país mucho más justo y soberano tecnológicamente, que era un denominador común de los trabajadores de CNEA detenidos-desaparecidos”, afirmó la integrante de la CDhPCnea. Así también era Barrientos.

“No lo buscábamos --dijo--, leyendo el diario apareció, y nos ayudó a poder recuperar un poco más nuestra historia”.