El ministro de Producción, Francisco Cabrera, se mostró confiado en que, antes de fin de año, se alcance un consenso definitivo para un acuerdo de integración económica entre la Unión Europea y el Mercosur. “Las negociaciones se han acelerado y esperamos, tal y como hablamos con la comisaria (de Comercio europea) Cecilia Malmström, tener un acuerdo para finales de año”, señaló ayer a la agencia AFP en París, donde participa de un foro de la OCDE, un día después de la visita de la canciller alemana Angela Merkel a Buenos Aires. 

 La llegada de Mauricio Macri y Michel Temer al poder, en los últimos dieciocho meses, aceleró las conversaciones y acercó posiciones, tal como lo destacó Cabrera en su charla con los periodistas de la agencia de noticias francesa. “Empezaron a alinearse los planetas”, fue la expresión que utilizó el ministro para aludir al alineamiento de ambos presidentes con las políticas de apertura comercial y su encuadramiento detrás de los países centrales. “Argentina y Brasil han sido tradicionalmente los países menos aperturistas, menos proclives a la integración”, dijo el ministro en referencia a la relación con los bloques dominantes. Pero a partir de los últimos cambios de gobierno en uno y otro país (en la Argentina por vía democrática, en Brasil por vía de un cuestionable mecanismo de desplazamiento de la presidenta Dilma Rousseff), destacó que “ahora estamos muchísimo más maduros para empezar a integrarnos”.  

 La oportunidad para la firma del Acuerdo Económico Unión Europea-Mercosur sería el mes de diciembre próximo, cuando se realice en Buenos Aires el encuentro de la Organización Mundial de Comercio. Antes, en el mes de julio, está prevista una nueva ronda de negociaciones en Bruselas. La visita de Merkel a Buenos Aires habría estado estrechamente relacionada a la definición de los principales lineamientos del acuerdo, que la Unión Europea pretende que Argentina y los demás países integrantes del Mercosur rubriquen sin cuestionamientos. La principal jefa política europea se habría llevado la aprobación incondicional del mandatario argentino, pero el contenido del acuerdo y sus condiciones aún se mantiene bajo estricto secreto, incluso para los bloques parlamentarios que deberán corroborarlo. La preaprobación de Brasil, el otro componente clave en la facilitación de las negociaciones según Cabrera, es un poco más complicada: pese a la “buena” predisposición de Temer, nadie puede dar por seguro que su gobierno se sostenga hasta diciembre. 

 Pese a que la creación de un espacio de libre comercio entre ambos bloques tiene su origen en 1999, las conversaciones se mantuvieron paralizadas prácticamente a lo largo de toda la primera década de este siglo. En 2010, los jefes de gobierno de Argentina y España, Cristina Kirchner y José Luis Rodríguez Zapatero, intentaron relanzar las negociaciones pero se estancaron por la negativa de la Unión Europea a revisar sus aranceles sobre productos agrícolas. 

 Tras la llegada de Macri al gobierno, el 11 de mayo de 2016 se reactivaron las negociaciones, con el “intercambio de ofertas” en Bruselas de los ítem (productos, servicios y compras públicas) que cada parte propone incluir en el acuerdo. Entre el 20 y 24 de marzo de este año, funcionarios de ambos bloques mantuvieron una nueva ronda de conversaciones, sin que se diera ninguna información sobre lo tratado. Salvo la nómina de las áreas en torno a las cuales se había ordenado la negociación, que abarcan no sólo temas de comercio (bienes, servicios y normas de “facilitación”) y compras gubernamentales, sino también cuestiones relacionadas con medidas sanitarias y fitosanitarias, propiedad intelectual (patentes) y “desarrollo sostenible”. 

 Según la versión del estado actual de las negociaciones que ayer dio la agencia AFP desde París, a pesar del optimismo manifestado por Francisco Cabrera sigue demorado “el intercambio de ofertas en asuntos tan sensibles como la carne”, uno de los rubros en los que Francia planteó objeciones por el probable impacto sobre su sector agrícola. Sin embargo, tal como se observa sólo de la enumeración de los ítems tratados, y sin entrar a considerar los términos y concesiones del acuerdo (se teme que, en muchos aspectos, pueda lesionarse la soberanía nacional sobre asuntos estratégicos), lo que está en juego no es un simple acuerdo de tipo comercial (apertura mutua de mercados), sino compromisos de carácter estructural para el modelo de desarrollo que podrían profundizar la desigual relación entre los bloques intervinientes.