El próximo miércoles 21 el Banco Central deberá afrontar un nuevo test del mercado. Ese día vencen 500 mil millones de pesos en Lebacs, el equivalente al 70 por ciento de las reservas internacionales de la autoridad monetaria. Es una cifra gigantesca, que viene creciendo como bola de nieve desde el inicio del gobierno de Mauricio Macri. El stock de Letras y pases del BCRA se catapultó desde 322 mil millones de pesos el 10 de diciembre de 2015 a 1 billón de pesos a fines de mayo, según el Informe Monetario publicado esta semana. Es decir, los pasivos remunerados del Central se triplicaron en un año y medio como contracara del endeudamiento en dólares del Estado nacional, las provincias y las empresas y la necesidad de esterilizar una porción de los pesos entregados en la liquidación de las divisas. ¿Alguien imagina que esto es sostenible como política permanente? Más allá de la abultada carga de intereses que genera, ¿qué pasaría si los tenedores de las Lebacs decidieran no renovar una cantidad significativa de los títulos al vencimiento y transformaran esa liquidez en dólares? Una devaluación violenta y una corrida contra el peso serían difíciles de evitar.
Ese es el riesgo que vienen alimentando el Gobierno y Federico Sturzenegger en forma persistente desde que llegaron al poder. Es una bomba que va quemando la mecha de a poco y la única forma de evitar la explosión es acrecentar día a día el endeudamiento del Estado en moneda dura -para darles certeza a los inversores que pueden seguir obteniendo rentas extraordinarias con esos instrumentos en pesos y cuando quieran dar la vuelta para completar la bicicleta especulativa tendrán acceso ilimitado a los billetes verdes- y lubricar un canal para la llegada de capitales golondrina que mantenga infladas las ruedas de esa bicicleta. Más deuda y más arribo de fondos para inversiones de portafolio tranquilizan al mercado mientras van para arriba, aunque al mismo tiempo siguen inflando la burbuja de emisión de Lebacs. El problema surge si el circuito deja de funcionar ya sea porque al Gobierno se le complica seguir obteniendo financiamiento -el mercado descuenta que eso no ocurrirá ni a corto ni a mediano plazo, sino que en todo caso deberá asumir una mayor tasa de interés- o, sobre todo, si aquellos que antes venían a comprar esos títulos del BCRA deciden mayoritariamente realizar ganancias y partir, generando un cimbronazo en el mercado cambiario. A medida que el paquete se hace más grande, el nivel de dependencia del humor de los mercados -prestamistas e inversores especulativos- crece en la misma proporción, mientras lo que decae son los grados de soberanía del Banco Central y del Gobierno para tomar decisiones autónomas. Es una dinámica que la Argentina experimentó en reiteradas oportunidades. La última fue con el menemismo y con el gobierno de la Alianza, que un día celebró el blindaje del FMI como si eso lo tornara inexpugnable y menos de un año después debió partir en helicóptero jaqueado por el riesgo país. Sturzenegger conoce bien el proceso porque entonces era el número tres del equipo económico que conducía Domingo Cavallo.
“Todo el mundo sabe que no se puede depender eternamente del financiamiento externo y que en algún momento hay que bajar esa dependencia que termina presionando sobre el tipo de cambio”, declaró el martes el ex presidente del Banco Nación, Carlos Melconian, quien también le apuntó a este rasgo evidente de insustentabilidad del modelo económico. Sin embargo, Melconian atribuyó el endeudamiento en los mercados internacionales a la necesidad de cubrir el déficit fiscal y, en consecuencia, reclamó un duro ajuste del gasto público. Como ya explicó en dos ocasiones el periodista Claudio Scaletta en el suplemento Cash, no es preciso emitir deuda en dólares para cerrar el bache fiscal en pesos, ya que este es financiable en moneda nacional. La necesidad de tomar dólares en los mercados, en cambio, es para responder a los requerimientos de divisas que aumentan día a día como resultado de decisiones del gobierno nacional y del Banco Central. El otorgamiento de libertades absolutas para la compra de moneda extranjera –ni siquiera se sostuvo el tope de 2 millones de dólares por mes que regía antes del “cepo”– le dio soga a una demanda que viene superando record tras record. En el primer cuatrimestre del año, el atesoramiento de dólares escaló hasta los 13 mil millones, un 11 por ciento más de lo adquirido en 2009 en el peor momento de la crisis por las hipotecas subprime en Estados Unidos. Este dato alarmante aparece en el último informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), que conduce la ex presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. “Las compras de dólares con fines de ahorro son tan importantes que ya resultan mayores a la demanda originada por prácticamente todas las operaciones del sector externo: los servicios reales, los pagos de intereses y utilidades, así como también la amortización de deuda”, señala. “El nivel de fuga doméstica de capitales –completa– se acerca cada vez más al equivalente del total de los pagos por importaciones”. Es decir, el asunto está adquiriendo dimensiones cada vez más exigentes para el Banco Central.
“El tema tal vez no sea la foto de hoy porque el Gobierno accede a financiamiento externo y llegan los dólares especulativos, pero lo que preocupa cada vez más es la dinámica”, avisa la ex funcionaria. En este sentido, recomienda estar atentos a los datos del balance cambiario que el Central publicará el miércoles 14 para verificar cuál fue el comportamiento en mayo de los inversores de carry trade (bicicleta con las Lebacs), dado que en abril ya se había verificado un salto en el reflujo de esos capitales hacia el exterior, que si bien fue moderado pudo haber crecido el mes pasado luego del escándalo de coimas que involucró al presidente de Brasil, Michel Temer. Marcó del Pont plantea que mientras los factores estructurales de la restricción externa –insuficiencia de divisas– muestran un empeoramiento en los últimos meses, la “incertidumbre que despierta la situación de Brasil intensifica los interrogantes acerca de la consistencia de la estrategia oficial apoyada en una elevada dependencia del financiamiento externo”. “Los países con mayor exposición al financiamiento externo son más sensibles a las perturbaciones que emergen en los mercados globales. Y esta situación se exacerba sensiblemente en situaciones de apertura plena de la cuenta capital”, agrega el informe de FIDE.
Además del vencimiento de Lebacs por 500 mil millones de pesos del 21 de junio, menos de un mes más tarde, el 19 de julio, vencerán otros 190 mil millones de pesos (el 27 por ciento de las reservas actuales). “En menos de dos meses, en consecuencia, la masa de liquidez que el BCRA deberá refinanciar equivale al 97 por ciento de las reservas hoy disponibles. ¿Qué autonomía tendrá la autoridad monetaria para definir la tasa de interés en un contexto donde la dolarización puede ejercer impactos muy disruptivos?”, se pregunta la ex titular del BCRA. Y agrega: “Es una falacia el argumento de que sobran dólares en la economía argentina”, ya que cuando estalló la crisis de Brasil el mes pasado, por ejemplo, en apenas una semana se evaporaron el 7 por ciento de las reservas del Banco Central. “Las reservas están bajando día a día. No es lo mismo tener 52 mil millones que 45 mil millones como ahora. El Gobierno todavía puede echar mano a acuerdos con el FMI o buscar otros convenios con países o bancos extranjeros, pero la burbuja financiera que ha armado no será fácil de desarmar”, sostiene Marcó del Pont.
Cambiemos considera que volver al mundo es reinsertar al país en el circuito del endeudamiento y la desregulación financiera. Las palmadas en el hombro que recibe Macri de líderes de países centrales, como esta semana lo hizo Merkel, expone quiénes son los más entusiasmados con el proyecto.