El Apartheid global levanta muros cada día. La costumbre se extiende por el mundo y se justifica en una mirada excluyente sobre los pueblos oprimidos. Estados Unidos amuralló su frontera sur contra los migrantes centroamericanos, Israel aisló a los palestinos con el mismo método en Gaza y Cisjordania, Marruecos mantiene uno de 2.700 kilómetros en el Sáhara Occidental para oprobio de la humanidad y la lista sigue. Pero hay otro, el más reciente, cuya obra empezó la República Dominicana en su frontera con Haití para dividir el espacio compartido en la isla caribeña La Española. Avanzó en estos días de junio a orillas del río Masacre, el Estado delegó su supervisión en el ministerio de Defensa y le otorgó el trabajo a un consorcio privado, COFAH, que incluso contrataría haitianos para edificarlo.
Poco se sabe de la empresa y el acuerdo con el gobierno por una cláusula de confidencialidad. A la muralla la llaman verja perimetral inteligente sus autores y fue presentada en febrero pasado por el presidente dominicano Luis Abinader. Su primera parte se extenderá por 54 kilómetros de los casi 390 de frontera y ya genera conflictos con propietarios de tierras y viviendas donde está previsto su trazado. Se los pretende expropiar y construirles sus casas en otro lado. El ministro de Defensa en persona, el teniente general Carlos Luciano Díaz Morfa – formado en la Escuela de las Américas de EE.UU – inspeccionó las obras a fines de mayo.
La masacre del perejil
“La verja beneficiará a ambos países, porque permitirá más eficiencia en el control del flujo migratorio, en el combate al robo de ganado y otros ilícitos, como el narcotráfico, la venta ilegal de armas y la protección de los productores agrícolas” declaró el militar cuando visitó la zona. Esa narrativa intenta maquillar lo que varios analistas llaman racismo y xenofobia de sucesivos gobiernos dominicanos contra su vecino. La historia señala que hace 85 años el dictador Rafael Trujillo ideó lo que se conoce como la masacre del perejil. Se la llamó así porque, para diferenciar a los inmigrantes de la población nativa, los soldados del régimen dominicano les pedían que dijeran “perejil”. En creole, el idioma oficial de Haití, la palabra era muy difícil de pronunciar por una cuestión fonética y sirvió de señuelo para cometer esa matanza olvidada. Miles de haitianos fueron asesinados a machetazos y hachazos entre septiembre y octubre de 1937.
El jueves pasado, el ministro del Interior y Policía dominicano, Jésus Vásquez Martínez, declaró en una visita al muro que ya tiene 700 metros lineales: “Haití se ha convertido en la principal amenaza que tiene nuestro país”. Además llamó a la obra “magnífica y majestuosa” porque “va a representar un antes y un después para la República Dominicana y nosotros somos los que estamos llamados a defender la soberanía, la patria y este muro representa esa simbología”.
La construcción del muro es la consecuencia de un proceso de discriminación hacia la comunidad haitiana que lleva años en el país vecino. En 2013, un fallo del Tribunal Constitucional -la Corte local - le retiró la ciudadanía a miles de dominicanos que eran hijos de haitianos indocumentados. La sentencia fue considerada violatoria de los derechos humanos por distintos juristas e incluso motivó la intervención de Naciones Unidas en 2015. El español Jorge Cardona, redactor de un informe crítico de la decisión, comentó: “Esto ha creado un problema muy grave para los niños que han quedado en una situación de indefensión, porque al ser irregulares, pueden ser expulsados en cualquier momento”.
Antes y después de estas medidas, el flujo migratorio de haitianos hacia República Dominicana nunca se detuvo. La mano de obra del empobrecido vecino siempre fue explotada en tareas agrícolas al otro lado de la frontera. Hasta bien entrado el siglo XX, a los trabajadores provenientes de Haití se los espolió en las plantaciones de caña de azúcar. En el libro Inmigrantes haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana en la República Dominicana de los británicos Bridget Wooding y Richard Moseley-Williams publicado en 2004, está documentada esta tragedia migratoria
Los autores escribieron que “una interrupción abrupta de la disponibilidad de trabajadores de Haití llevaría a la bancarrota a parte del sector agrícola y crearía una crisis en la floreciente industria de la construcción, lo que tendría efectos colaterales en el crecimiento económico nacional a corto y mediano plazo”.
En su investigación, Wooding y Moseley-Williams también explican que en la matanza cometida por la dictadura de Trujillo en 1937 “la orden de la masacre excluía a los trabajadores cañeros de los ingenios, la mayoría de los cuales eran de propiedad estadounidense. Cualquier interferencia con los poderosos intereses estadounidenses podría haber agotado la paciencia del Presidente Roosevelt con el dictador”.
Este régimen de explotación es el que no aparece visibilizado en las crónicas oficiales de República Dominicana que produjeron sentido en una sola dirección: decir durante décadas que los problemas de seguridad eran ocasionados por la migración proveniente de Haití. País que vive una situación gravísima por las catástrofes naturales, la inestabilidad política permanente, las bandas mafiosas que controlan una porción considerable de la ex colonia francesa y el asesinato del ex presidente Jovenal Moïse el 7 de julio de 2021.
Abinader llegó al gobierno en 2020 y le dio a la construcción del muro un lugar privilegiado en su agenda. Justificó la obra de la verja inteligente en la frontera en que “beneficiará a ambos países, ya que permitirá controlar de forma mucho más eficiente el comercio bilateral”. Un argumento insólito para un empresario partidario de la economía de libre mercado.
El presidente firmó un decreto que mantiene en la confidencialidad los detalles del acuerdo con el consorcio COFAH, amparándose en una cuestión de seguridad nacional. La compañía de ingeniería, generación y venta de energía renovable no es la única que se dedica a amurallar países y ciudades en todo el planeta.
En la actualidad hay entre setenta y ochenta barreras de concreto y hormigón levantadas por el hombre y, desde 1989 cuando cayó el muro de Berlín, el negocio de las empresas que ofrecen este servicio creció a ritmo constante. El costo de la obra en República Dominicana ascendería a 30 millones de dólares sin contar con los dispositivos de vigilancia adicionales como drones, sensores y otros componentes electrónicos.
Algunas de las principales multinacionales que levantan muros para devolvernos al medioevo son Airbus de la Unión Europea, las estadounidenses Lockheed Martin, Northrop Grumman, L3 Technologies y General Dynamics, la francesa Thales, la española Indra y la italiana Leonardo, entre otras. Según un informe de 2020, seis de cada diez personas viven en países que construyeron muros en sus fronteras contra migrantes pobres, indocumentados y que huyen de las hambrunas o la guerra.