“Juan tenía una calidez y humanidad que se encuentra muy poco en los profesionales del medio”, señala por AM750 el periodista especializado en música Sergio Marchi. Lo hace para hablar del icónico conductor y locutor Juan Alberto Badía a 10 años de su muerte. Para Marchi, el creador de Badía y compañía fue “un mentor, un amigo y un jefe exigente”.
“Juan fue un tipo tan gigante, sumamente generoso”, apunta Marchi. Comenta, además, que tenía una manera muy particular de entender la música. Lejos de una mirada política, ligada al “nacionalismo”, impuesto en parte por la dictadura militar que se extendió hasta 1983 y promovió una lista negra por la que ciertos artistas estaban prohibidos.
“Cuando armó Badía y Compañía estaba el clima de épica. Había una efervescencia, esperanza. Era un gran abanico. Y eso se veía en que en su programa estaban desde Mercedes Soca y Spinetta, pasando por Soda Stereo. Hay una razón esencial de eso, más allá de que era una buena vidriera, que Badía no escatimaba en gastos de producción para que el artista que subía tuviera buenas luces y buen sonido”, explica el periodista.
Y añade: “Por eso garantizaba un buen espectáculo para todos. La música es universal. El nacionalismo ligado a la música me parece una cagada. Creo que Juan fue amplio en todo sentido. Borró las barreras estilísticas. No había una cuestión de que fueran de acá. Somos todos de acá. Él amaba a los Beatles, a los Rolling Stones. No hay en la música divisiones. Es universal y Juan la consideraba de esa manera”.
Su última charla con Badía
Por otro lado, Marchi cuenta cómo fue su última charla con Badía. Fue en un momento en que estaban trabajando juntos en su autobiografía y tenían encuentros con frecuencia. Recuerda que durante ese último verano, en 2012, lo había encontrado “bien, operado y recuperándose”.
“Estaba bien. Se estaba recuperando. Se fue con Charly García a Nueva York, cuando volvió arregló para hacer su autobiografía y me contactó para trabajar con él. Pero cuando nos reunimos me contó que el cáncer había vuelto, que el diagnóstico no era tan malo como el anterior. Fue un momento complejo”, relata.
Y sigue el relato: “Ese último día, el lunes antes de morir, recuerdo que me dijo que no íbamos a poder trabajar ese día, que estaba muy dolorido. Le dije que quería quedarme a ver qué le decía el médico, para hacerle la gamba. Después nos quedamos los dos solos y me dijo que sentía que la cosa no iba para más. Yo se lo negaba”.
En esa charla Badía le pidió que se llevara su archivo. “Le insistí e hicimos un trato. Me llevé el archivo con la promesa que el día de su cumpleaños íbamos a festejar la salida del libro. Me costaba aceptar que estaba tan mal. Pensé que iba a haber una mejoría que no hubo”, finaliza.