“Habitando un cuerpo marrón, migrante y con una barrera idiomática he experimentado un doble estándar que se vuelve un reflejo muy evidente de cómo es la sociedad alemana. Yo viví muchísimos episodios de racismo. Es muy fácil tener una sensibilidad y una lucidez con respecto a la actitud política que hay que tener frente a situaciones antisemitas por sobre otros casos en las que operan las mismas lógicas de discriminación y de violencia contra otras comunidades, ahí parece que la lucidez se pierde” dice Consuelo Arévalos, quien migró de Chile a Alemania hace un año y medio. Vive en Kassel, una ciudad de 200 mil habitantes atravesada por el Río Fulda en donde cada cinco años se celebra desde 1955 uno de los eventos más importantes en el mundo del arte contemporáneo: Documenta.

En su quinceava edición, la bienal está atravesada por el repudio hacia una obra interpretada como antisemita y realizada por el colectivo indonesio Taring Padi que forma parte de la muestra: “People’s Justice” (Justicia social), es una obra de 8x12 metros creada en 2002 en Yogyakarta por muchos miembros de nuestro colectivo e intenta contextualizar las difíciles condiciones de vida que experimentamos bajo dictadura militar de Suharto (1967-1998) donde la violencia, la explotación y la censura estaban a la orden del día. Como muchas de nuestras obras de arte, la pancarta busca descubrir las complejas relaciones de poder que se encuentran detrás de estas injusticias. En concreto, se trata del asesinato en masa de más de 500.000 personas en Indonesia en 1965, que no ha sido procesado hasta el día de hoy” explica el colectivo Taring Padi en un comunicado publicado en la página oficial de Documenta.

En el mural se ve, entre muchas otras, a dos figuras: un policía antidisturbios con rostro de cerdo, que lleva un pañuelo al cuello con una estrella de David y un casco con la inscripción "Mossad”. Detrás de un payaso se puede reconocer la caricatura de un judío ortodoxo con un sombrero con las SS nazis. El mural fue desmontado pero el hecho tuvo cola, la prensa alemana, gran parte de la clase política y la opinión pública le reclaman a Documenta que tome cartas en el asunto. Pero ¿para quién este reclamo? ¿a quienes les están hablando?

Para eso hay que contar otra de las historias que atraviesa esta muestra. Por primera vez en 67 años la propuesta curatorial no estuvo a cargo de artistas individuales sino de un colectivo indonesio llamado ruangrupa, quienes aterrizaron en tierras europeas con una idea muy concreta: invitar a la bienal a colectivos del sur global a partir de la premisa lumbung. “Una palabra indonesia que hace referencia a un granero de arroz que acoge y representa el trabajo comunitario. El colectivo no lo propone solo como concepto de este evento de arte si no como práctica, un modo de hacer y una actitud compartida, contagiosa para llevar a cabo” dice el prólogo de Relatos lumbung, ficciones desde lo común un libro editado especialmente para la bienal.

A raíz del revuelo mediático, ruangrupa emitió un comunicado pidiendo disculpas y responsabilizándose de no haber podido detectar las imágenes en el mural: ”Como ahora comprendemos plenamente, las imágenes se relacionan con el episodio más horrible de la historia alemana, en el que los judíos fueron perseguidos y asesinados en una escala sin precedentes. Es un shock especialmente para la comunidad judía en Kassel y en toda Alemania, a quienes consideramos nuestros aliados y que aún viven bajo el trauma del pasado y con discriminación, prejuicio y exclusión persistentes. También es un shock para nuestros amigos, vecinos y colegas para quienes luchar contra todas las formas de opresión y racismo es un elemento existencial de su visión política, social y artística”, dice una parte del documento que también publicaron en la página oficial de la bienal.

Cuando ruangrupa dice “vecinos, amigos, colegas” se refiere a los más de 60 colectivos y artistas individuales que conforman la comunidad lumbung con obras repartidas en 32 sedes en toda la ciudad. En el paisaje de Kassel se refleja la propuesta curatorial que incluye programación en el espacio público y un deambular por las calles que contrasta: el sur global tomando la ciudad sobre la cual el mundo del arte contemporáneo está poniendo la lupa.

Kassel, tiene un 50 por ciento de población migrante proveniente de Rumania, Bulgaria, Siria, algunos países de África y Afganistán mayoritariamente. Trabajan en taxis o servicios de transporte, restaurantes, servicios de limpieza en hoteles y en la construcción, pero la ciudad acostumbrada a recibir artistas occidentales trastabilla con un paisaje de artistas y activistas marrones, negros y del sur: “Yo antes he venido a Documenta y veías artistas, ahora solo veo a colectivos hablando entre si. No me siento invitada” dice una señora blanca que habla en inglés refiriéndose a una caminata en donde el colectivo Jatiwangi art Factory invitaba a su ritual “The new Rural Agenda”, una cumbre transnacional de redes comunitarias rurales que se concibe desde abajo y desde los bordes y en donde las nociones estandarizadas de progreso y sostenibilidad son cuestionadas.

Fernanda Ortiz, es argentina y vive en Alemania hace 23 años: “Conociendo Documenta creo que una situación de escándalo o confrontación es previsible, siempre fue una exposición de arte política. El grupo curatorial es un colectivo no occidental que llama a otros colectivos del sur global y que propone cuestionar la forma de producción de arte occidental especialmente establecido con las megas exposiciones. Yo creo que muchos de los artistas que vinieron a Documenta tienen preguntas que tratan, desde sus territorios que no tienen nada que ver con la culpa alemana del pasado, de todo ese silencio que se genera alrededor que es muy dificil para las personas que no viven acá. El anisemitismo no tendría que ser tolerado en ninguna parte del mundo como tampoco tendría que ser tolerada ninguna discriminación” explica Fernanda.

Las capas de complejidades se siguen sumando, frente a este conflicto una de las propuestas es crear un comité que revise las obras de los colectivos, un pedido que viene desde los distintos funcionarios y funcionarias vinculados a la cultura. La representante de Documenta, Sabine Schormann, única cara visible de la jerarquía mas alta de la bienal, le pide a los colectivos que revisen sus obras y aseguren que no haya ningún contenido antisemita. El equipo curatorial redobla la apuesta: no considera que el diálogo tenga que darse entre la representante de Documenta y ruangrupa, sino convocar a toda la comunidad lumbung para buscar alternativas que desarmen el ambiente de intimidación, sospecha y censura que los colectivos que participan en Documenta vienen experimentando en sus territorios desde hace mucho tiempo. Con esta estrategia, ruangrupa hace eco del ecosistema en el que viene trabajando desde hace años, cuando les propusieron curar esta edición de la bienal.

Las preguntas y las contradicciones son tantas como el arroz en el granero ¿cuál será la cosecha? ¿será posible abrir espacios de diálogo incómodos? ¿Qué viene a decir esta propuesta artística no solo basada en un concepto sino en una práctica, en un modo de hacer? ¿Qué formas de colaboración y comunidad están proponiendo estos colectivos? Un detalle: Documenta tiene una duración de 100 días y hasta ahora solo han pasado dos semanas.