El conocido cuento de los dos gauchos acodados en el poste de una alambrada que miran cómo el perro hace pozos y pozos, bien podría ser útil para explicar por qué historiadores, investigadores y entusiastas del archivo vuelven una y otra vez sobre la historia del peronismo y siempre encuentran más peronismo por contar. Dice el gaucho preocupado: “Si sigue así, ese animal le va a gastar todo el campo”, y responde el gaucho distendido: “No se inquiete mi amigo, que abajo de este campo tengo otro”.
Debajo de la historia del peronismo siempre hay otra historia peronista. Y no es una humorada. Esta afirmación la puede constatar quien decida asomarse a la largamente estudiada (y debatida) relación entre la identidad de ese movimiento de masas y el lenguaje criollo, es decir, el cruce entre la épica peronista y la épica gauchesca. Perón y Martín Fierro, ¿Las caras de una misma moneda? El debate siempre estuvo, más aún cuando algunos académicos sentenciaron el fin de ciclo de la literatura gauchesca a fines del ’20 tras la aparición de Don Segundo Sombra (1926) aduciendo, no sin cierta razón, que después de la obra de Ricardo Güiraldes, no hubo ninguna otra de peso. Lo que sucedió y advirtieron no hace muchos años autores como Matías Casas (La metamorfosis del gaucho) y Ezequiel Adamovsky (El gaucho indómito), es que la gauchesca no sólo no feneció, sino que se atomizó en innumerables publicaciones de circulación no convencional desde los años ’30 y que encontró en la gesta peronista del ’45 en adelante un nuevo motivo por donde prolongar una de sus raíces centrales: la lucha por igualdad y la justicia del hombre. Mientras que el peronismo (a partir de la constante apelación a la fraseología gauchesca con el Martín Fierro como libro de cabecera) construyó parte su identidad apoyado en ese lenguaje, la gauchesca halló en el ciclo peronista un terreno fértil para la creación tanto de aliados como de detractores. A las campanadas de advertencia dadas por los nuevos estudiosos le faltaba, entonces, un libro capaz de reunir en un solo tomo la maravillosa diversidad, imaginación, humor e ingenio de esa literatura gauchesca dispersa en folletos, revistas, libros de escasa tirada y hasta en publicaciones infantiles, y que encontró en los diversos ciclos peronistas una nueva razón de existencia popular, es decir desde 1945 hasta 1975 pasando por los dos gobiernos, el golpe, la proscripción, el sueño de la vuelta, el tercer mandato, y la resistencia.
Así llegó Antología gauchiperonista (término que homenajea a Los gauchipolíticos de Ángel Rama) una poderosa compilación editada por la Biblioteca Nacional, realizada por el investigador Emiliano Ruíz Díaz, que seleccionó, a lo largo de 500 páginas, poemas, payadas, relatos, milongas, textos, documentos y hasta una galería de ilustraciones y afiches, que certifican esa conexión fenomenal entre dos dimensiones históricas: el gaucho y el peronismo.
En sus páginas se puede leer, por ejemplo, los tempranos versos de Arturo Jauretche (“Pajarito del campo/ en la ciudad/ cabecita negra cómo te va”); los escritos del catamarqueño Juan Oscar Ponferrada (“Como el asunto me gusta/ y es hora de comenzar,/ aquí me pongo a cantar/ la verdad descamisada”); las demostraciones del poder de escritura poética de Enrique Olmedo (“Escuche, Mi General,/ usté qu´está mañerando/ porqu´el pueblo está gritando/ que quiere su reelección”); la producción del entrerriano Claudio Martínez Payva (“Sacá un poco las narices/ del comité y el estaño/ y has de sentirte un estraño/ no hay más que caras felices”), hasta los famosos “Versos de un payador” de Homero Manzi y el gran poema de Francisco Urondo al militante “A Don Arturo Lewinger, peronista y montonero”. Hay rarezas dignas de leer como La vuelta de Juan Domingo de Fiorangel del Guidice que a través de Don Florindo cantó en 1974 a Cámpora, Isabel y a López Rega (“Con el Tío en el gobierno/ y Perón en el poder/ nada había que temer/ por un pasado de injustisias/ El triunfo trae la carisia/ que hace olvidar de la yél…”).
Este trabajo nació cuando Ruiz Díaz se encontraba, junto a otros investigadores, trabajando para la muestra El Mito Gaucho que se puede ver en la Biblioteca Nacional. “Estaba barriendo cronológicamente las diferentes etapas de la gauchesca: el siglo XIX, la etapa clásica, la etapa del moreirismo, del teatro criollo, del centenario, y de anarquismo con Alberto Ghiraldo hasta llegar a ese punto donde Adolfo Prieto, en su gran trabajo El discurso Criollista, asegura que la gauchesca extinguió su producción a fines del ’20. Sin embargo, yo tenía frente a mí una cantidad de publicaciones olvidadas y de escasa tirada vinculados a la gauchesca o al criollismo, que me demostraban que había un corpus literario de gran impulso más allá del 20. Que a partir de la década del 30 la gauchesca continuó desarrollándose con el auge del nacionalismo y el revisionismo histórico incluso con el revisionismo más conservador, anti imperialista pero con ideas antidemocráticas. Entonces la idea de lo nacional se revivifica y aparecen por ejemplo los primeros grupos tradicionalistas que impulsan el Día de la Tradición. Al llegar el peronismo, esa gauchesca, inadvertida por la alta literatura, es retomada para la construcción de la identidad del movimiento”, dice Ruiz Díaz. Para luego agregar: “Para el peronismo el gaucho de ayer, que había sido explotado vilipendiado y utilizado, lograba ahora acceder a un momento de justicia social y de reivindicación a través del estatuto del peón rural, los tribunales de trabajo, la constitución del ’49 y todo el conjunto de derechos. Fue efectivamente Perón, que se sabía de memoria la obra de Hernández, el que pergeñó esa relación con sus continuas citas al Martín Fierro”.
Por este motivo, entre muchos aciertos del libro, Ruíz Díaz decidió agregar una suerte de Perón en citas, donde se pueden leer varias declaraciones del líder apelando a los versos de Fierro o haciendo referencia al gaucho. Este detalle, junto a la inclusión del poema campero “Pido permiso señores” que Perón escribió a los 16 años en el Liceo Militar, convierten a esta Antología gauchiperonista en un trabajo ineludible para entender de una vez que quien escarbe en el suelo de la identidad argentina, siempre hallará una historia peronista por contar.