Desde Río de Janeiro
La derecha latinoamericana ha tenido dos picos en las últimas décadas. En el primero, implementó dictaduras militares en algunos de los países más importantes del continente. Si se enfrentó abiertamente a la democracia, se mostró identificada con la represión, la violencia, la exclusión social.
Fue derrotada con el agotamiento de estos regímenes, seguidos por procesos de transición democrática. La imagen de la derecha se identificaba con la dictadura y la ruptura de la democracia.
Se valió de transiciones truncadas, que sólo restablecieron la democracia liberal, sin democratizar la sociedad en su conjunto y sin reducir las desigualdades sociales y regionales, para cambiar la agenda. Introdujo el tema de la inflación y el desequilibrio de las cuentas públicas como tema central. Y, a partir de ahí, introducir políticas neoliberales.
La derecha comenzó a identificarse con el neoliberalismo, con sus políticas de descalificación del Estado, privatización, desregulación de las economías, apertura del mercado interno, globalización. Tuvo éxito en la primera década, cuando las sociedades estaban convencidas de que el principal problema de los países era la inflación.
Cuando se superó el pico de la inflación, estos gobiernos se agotaron, porque no implementaron políticas sociales, no lucharon contra las desigualdades. La inflación misma volvió, porque sus raíces no habían sido atacadas.
En ese momento, las derechas latinoamericanos estaban agotadas. Surgieron gobiernos antineoliberales, que asumieron la lucha contra las desigualdades como objetivo central. Frente a ellos, la derecha estaba desarmada.
Intentaron centrar su lucha en combatir la corrupción, además de retomar los ataques al Estado. Los gobiernos antineoliberales reanudaron el crecimiento económico con distribución del ingreso, sin aumentar la inflación.
Para retomar el gobierno, la derecha apeló a un golpe de Estado y a una nueva ruptura de la democracia en Brasil y Bolivia. Ganó unas elecciones en Argentina, perdiendo poco después, al demostrar que no tenía otro proyecto que el ya agotado neoliberalismo.
Vio gobiernos neoliberales extenderse a México, Honduras, Chile, Colombia, además de la perspectiva de su recuperación en Brasil. Esto complementa una derrota global de la derecha prácticamente en todo el continente. Estados Unidos nunca ha estado tan aislado en América Latina. Solo tiene países menores en el continente, como Uruguay, Ecuador, Paraguay, como sus aliados.
¿Qué quedará para la derecha latinoamericana, si se confirma este extenso bloque de gobiernos de izquierda en todo el continente? Si estos gobiernos logran retomar el crecimiento económico acompañado de políticas de distribución del ingreso, sin retorno a la inflación? ¿Qué banderas le quedarían a la derecha?
Además del tema permanente de la corrupción, vuelve al tema de la inflación -como en el caso típico de Argentina-, pero en general es neutralizada y derrotada. No hay políticas sociales en el continente más desigual del mundo. Ya no es capaz de descalificar al Estado cuando, en la crisis de la pandemia y la guerra en Ucrania, el Estado fue llamado a implementar medidas urgentes, para combatir la recesión, para enfrentar el hambre y la miseria.
La gran derrota en esta tercera década es de la derecha latinoamericana, ya sea en su modalidad de extrema derecha –como en el caso de Brasil- o en la derecha tradicional –como en los casos de Argentina, Chile, Colombia, México, Bolivia.
El futuro de América Latina, por lo tanto, está en manos de la izquierda, de los gobiernos antineoliberales. Su éxito y la consolidación de la derrota de las derechas latinoamericanas dependen de su capacidad, integrando gobiernos progresistas, de fortalecer la democracia en el continente y de implementar políticas no sólo antineoliberales sino posneoliberales para superar al neoliberalismo..