Mare                 7 Puntos

Suiza/Croacia, 2020

Dirección y guion: Andrea Staka.

Duración: 84 minutos.

Intérpretes: Marija Skaricic, Goran Navojec, Mateusz Kosciukiewicz,

Mirjana Karanovic.

Estreno en MUBI.

Mare, su esposo y sus tres hijos –el adolescente, la púber, el niño– viven en una casa de prestado muy cerca del aeropuerto de Dubrovnik, uno de los más importantes de Croacia. Los aviones pasan rasantes durante todo el día, pero la familia está tan acostumbrada a la situación que nadie se inmuta ante el estruendo o los temblores. De hecho, Mare trabajó tiempo atrás en el despacho de los ómnibus que trasladan a los pasajeros desde la puerta de embarque a los aviones y viceversa; su marido, Djuro, recorre diariamente el perímetro del aeropuerto en busca de coyotes y otras alimañas que podrían interferir en los despegues y aterrizajes. Mare debe andar por los 40 años y es obvio que fue madre por primera vez cuando era muy joven. Algo más se evidencia durante los primeros minutos del relato, aunque no se verbalice, como un volcán activo pero aún reprimido: la protagonista no está atravesando un gran momento de su vida y, frente a la rutina y las obligaciones familiares, el hartazgo está mutando en alienación.

Estrenado en la Berlinale a comienzos de 2020, Mare, tercer largometraje de la realizadora suiza Andrea Staka –cuya ópera ópera prima, Das Fräulein, ganó el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno en 2006– se propone como un drama de corte íntimo marcado por las frustraciones personales. El hecho de vivir tan cerca de un lugar de tránsito hacia otros lugares del mundo es por cierto irónico: Mare jamás voló y su único viaje a otro país, Suiza, durante la juventud, se vio interrumpido por la necesidad de regresar junto a su padre y madre campesinos. Entre lavados de ropa, retos al hijo adolescente por su mal desempeño y comportamiento en la escuela y encuentros sexuales algo rutinarios con su marido, la protagonista encuentra en un trabajador temporal polaco el origen de una resurrección del deseo, que parecía sepultado bajo las responsabilidades como madre y esposa. El guion no transforma ese purgatorio usual y corriente en una diatriba contra el patriarcado y, si bien el punto de vista es siempre el de ella, puede advertirse que los otros personajes también tienen que lidiar con sus propios conflictos y anhelos insatisfechos.

“¿Nunca pensaste en irte de acá?”, le pregunta el hijo mayor en cierto momento. La respuesta es un sí rotundo, aunque Mare sabe que el abandono de todo aquello que ha construido es una decisión muy difícil de tomar. El trasfondo geográfico del relato no es casual: hija de padres serbocroatas, Andrea Staka nació en Lucerna, pero sus tres films a la fecha transcurren en la tierra de sus antepasados. Todos ellos, además, están protagonizados por la actriz croata Marija Skaricic, quien además de interpretar aquí a Mare colaboró en la construcción del personaje. En el film de Staka, apoyado en la sutil actuación de Skaricic y un rodaje en Super 16mm que vuelve a poner de manifiesto las bondades de la fotografía analógica (los tonos de la naturaleza, pero también el frío gris de la pista de aterrizaje y su entorno), lo que no se dice es tanto o más importante que aquello que se pronuncia a viva voz. Entre el deseo y la culpa, Mare se permite bucear en cuestiones delicadas y dolorosas que usualmente son relegadas al arcón de los secretos personales, con delicadeza y bondad para con los personajes. Parece algo sencillo, pero no lo es.