Después de varios planes de austeridad de 2011 a 2015, el tercer acto está por comenzar. La deuda griega sigue subiendo y de un problema supuestamente económico se transformó en un problema político. A medida que el tiempo pasa el PIB griego disminuye, con lo cual de 90 por ciento en 2010 ahora la deuda representa, según el FMI, 145 por ciento del PIB y alcanzará 180 por ciento dentro de dos años. Los programas de “ayuda” a Grecia de 2011 y 2015 coinciden con una caída impresionante del PIB que hoy es inferior en 30 por ciento al de 2008. Como en el caso argentino, la contracción de la base tributaria disminuye el volumen de los impuestos recaudados y crece el déficit presupuestario, lo cual se equilibra con deuda que crece y se vuelve impagable.
En el primer y segundo acto Grecia, humillada, aceptó desacertadamente, las obligaciones que le imponía la “troika”, como ellos mismos se denominan, formada por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Los medios de hegemónicos socioliberales y conservadores en particular alemanes desataron hace unos años una campaña de “información” digna de los países totalitarios a través de la cual explicaron que la deuda era el resultado de la picardía griega: el país gastaba, los griegos eran unos vagos que no trabajaban, que evadían los impuestos, que se solazaban en las playas idílicas, perezosos e indolentes e insensibles “bons vivants” frente al saber vivir responsable de los sacrificados pueblos del “norte”, que aprovechaban y luego no querían pagar sus deudas.
Grecia explicó que no podía pagar con lo cual sus acreedores impusieron al Estado griego vender, regalar, como en Argentina, las infraestructuras, puertos, autopistas, compañías marítimas, ferrocarriles, servicios públicos, agua, gas, electricidad, teléfonos a consorcios privados alemanes, pero esto implicó la perdida de ingresos para el Estado y menos capacidad para pagar la deuda. ¿Por qué a los alemanes? Porque fueron ellos quienes compraron la deuda griega para, con el rédito, pagar las jubilaciones complementarias de los jubilados teutones más privilegiados, a través de las AFJP germanas. Cuando lo que tenía que suceder sucedió, a saber que los griegos estaban en “default técnico” el rédito se transformó en perdida.
En este tercer acto, el Banco Central Europeo ha dado un paso al costado. Mario Draghi actual presidente del BCE está convencido que el debate es “una engaña pichanga”, y observa desde la platea. El astuto Jean-Claude Juncker Presidente de la Comisión Europea pero también ex primer ministro de un Estado especialista en evasión fiscal explicó que era un problema demasiado complejo. Esta situación dejó los actores claramente definidos: Alemania y sus amigos del Eurogrupo, Grecia y el FMI. Este último tiene una doctrina apoyada por los estadounidenses: el FMI no pondrá un solo euro si no disminuye el monto de la deuda griega porque hoy es impagable. Dicho más claramente: el FMI no quiere pagar las jubilaciones a los alemanes.
La situación política cambió entre el segundo y el tercer acto: los ingleses eligieron el Brexit y nadie piensa que se deba expulsar a los griegos. Los tratados no contemplan la posibilidad de expulsión de un miembro y ni la BCE ni los italianos o los franceses aceptarían dicha expulsión. La situación se resolverá con una nueva crisis política durante el verano europeo.
* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner Ed. de L’Harmattan, Paris 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.