Mauricio Macri prometió revitalizar las economías regionales. El entonces candidato de la Alianza Cambiemos sostuvo que eso generaría “dos millones de puestos de trabajo”. El panorama actual es muy distinto de las promesas de campaña. Los reclamos de los productores tienen poca visibilidad mediática pero son muy intensos. La Plaza de Mayo fue testigo de sucesivas protestas de fruticultores, horticultores y yerbateros. Las medidas adoptadas (devaluación, eliminación de las retenciones) no fueron la panacea prometida.
El “campo” es un conglomerado muy heterogéneo donde conviven intereses contrapuestos. Por ejemplo, la eliminación de los derechos a las exportaciones al maíz empeoró la ecuación de costos de tamberos, productores porcinos y avícolas. Esa heterogeneidad sectorial (productiva, social) justifica la aplicación de políticas públicas diferenciadas.
Por caso, la política económica macrista perjudicó a la mayoría de los productores de la zona extrapampeana. Las modificaciones en los precios relativos apenas beneficiaron a un puñado de actores.
El economista Alejandro Rofman plantea en Economías regionales en el contexto del proyecto neoliberal en marcha que “se pretendió disimular, encubrir o justificar tal transferencia regresiva de ingresos con supuestos logros a obtener de dichas decisiones debido a los beneficios que se prometió incluiría a todos los sectores sociales integrantes de las cadenas productivas y no solamente a un conjunto selectivo y muy concentrado de la cúpula respectiva de poder”. Las medidas adoptadas fueron funcionales a un proceso de redistribución regresiva del ingreso en las cadenas productivas. El mayor excedente, generado por la devaluación y eliminación de retenciones, fue apropiado por una minoría.
El empeoramiento relativo de la situación de los productores no fue un resultado inesperado. La distribución del poder (y, por ende, del ingreso) es muy desigual en el interior de las cadenas productivas. Las transformaciones operadas en las economías regionales, en las últimas décadas, acentuaron las asimetrías. La concentración del capital debilitó el poder negociador de los pequeños productores.
Una muestra de ese proceso es lo que ocurrió en el Alto Valle de Río Negro. Las empresas locales procesadoras de frutas fueron reemplazadas por grandes frigoríficos exportadores y desaparecieron miles de productores frutihortícolas. El periodista Claudio Scaletta explicó en El ocaso de una región que “no se trató de un proceso capitalista típico, de concentración “virtuosa” por cambio tecnológico y aumento de la escala de producción, sino de una concentración “viciosa”, es decir, a costa de los sectores más débiles y en el marco de un circuito cuya producción perdió calidad y se achicó”.
La década del noventa también fue testigo de un acentuado proceso de reconversión productiva en el sector vitivinícola. Rofman explica que “la irrupción de capital y tecnología externa al país avanzó básicamente con la plantación de cepas varietales muy sofisticadas”. Los viñateros más débiles fueron desplazados.
El ejemplo de la vitivinicultura y fruticultura se replica en otras producciones extrapampeanas. “Una política de modificación de los precios relativos sin estar integrada a la consideración de la reestructuración del poder relativo desigual que se efectiviza en cada cadena productiva conduce inexorablemente a que los que tienen más capacidad para controlar la correspondiente cadena capten todo o parte mayoritaria del excedente que se genera”, concluye Rofman.
@diegorubinzal