El 12 de junio de 1974 Juan Domingo Perón habló por última vez desde Plaza de Mayo, en un masivo acto convocado por la CGT. Protegido por un cristal antibalas, todo un símbolo de clima político de la época, Perón agradeció la amplia concurrencia de la militancia y, en lo que después fue interpretado como una despedida, pidió a los presentes que cuiden las conquistas laborales porque se avecinaban tiempos difíciles.
Perón terminó ese discurso con una frase que quedó guardada para siempre en la historia Argentina. "Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”.
Cuatro días después, el 16 de junio, Perón se enfermó afectado por una broncopatía infecciosa que complicó los problemas cardíacos que acarreaba desde su estadía en España.
Semanas atrás, sus médicos habían intentado persuadirlo para que dejara temporalmente el cargo de Presidente para poder atenderlo adecuadamente. Sin embargo, él se negó diciendo que prefería morir "con las botas puestas". El 18 de junio su salud decayó gravemente y ya no volvió a levantarse.
Aquel primero de julio de 1974 amaneció con un cielo totalmente nublado. El círculo intimo de Perón sabía que el final de su vida era inminente. Finalmente a las 13.15 Isabel, custodiada por el superministro López Rega, dio la que fue para mucho, la peor noticia: “Con gran dolor debo transmitir al pueblo de la Nación Argentina el fallecimiento de este verdadero apóstol de la paz y la no violencia”. Perón falleció a los 78 años a 232 de haber asumido su tercer mandato.
Ante la noticia, Argentina se dividió en dos. Por un lado, una inmensa mayoría lloró la partida de el hombre que había transformado la Argentina de país agrario a industrial y de sociedad injusta a un país con justicia social. Por el otro, la oligarquía celebró la muerte de quien consideraban dictador autoritario y demagogo que terminó con la disciplina social y les dio poder a los “cabecitas negras”.
El funeral de Perón
En los que el cuerpo fue velado en el Congreso de la Nación. Más de 135 mil personas tuvieron la posibilidad de desfilar frente al féretro para despedirse de su líder. Afuera, más de un millón de argentinos quedaron sin dar el último adiós a Perón.
Tras varios días de duelo los restos fueron trasladados a una cripta en la Quinta Presidencial de Olivos. El 17 de noviembre de 1974 los restos de Evita, que habían quedado en España, fueron trasladados por el gobierno de María Estela Martínez de Perón y depositados en la misma cripta.
Mientras tanto, el gobierno comenzó a proyectar el Altar de la Patria, un mausoleo gigantesco que albergaría los restos de Juan Perón, Eva Duarte de Perón, y todos los próceres de la Argentina. Con la huida de López Rega del país y el golpe de Estado contra el gobierno de Isabel, las obras del altar fueron suspendidas y los restos fueron trasladados al Cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires.