Fue el Batman de las cejas pintadas sobre la máscara. Fue el Batman del twist y de las onomatopeyas en technicolor y pantalla chica. Fue el Batman de los rumores de fiestas tras los decorados. Fue el Batman que visitó Argentina en 1997 y 1999 y encandiló a los fans. Adam West, quien encarnó a ese Batman, falleció esta mañana a los 88 tras una breve lucha contra la leucemia.
West era un ícono de la cultura pop. La serie televisiva de Batman se emitió por primera vez en 1966 y lo elevó rápidamente a la categoría de mito viviente. Claro que, como otros grandes mitos de la televisión, jamás pudo reinventarse tras abandonar su personaje. "Hace treinta años que doy vueltas por el mundo, cuando no estoy trabajando en otra cosa, en general me dedico a andar por el mundo conociendo gente, y hablando del show", contaba a Página/12 en su última visita al país, en 1999. La periodista Mariana Enríquez, quien lo entrevistó en aquella ocasión, destacaba en la nota sus modales conservadores y la atención que le prestaba a su salud y apariencia.
Tras el éxito, las cámaras le dieron la espalda. Si bien es cierto que participó en varios programas y en alguna que otra película, ninguno fue especialmente relevante. Para el público fue siempre el "Batman" de esas tres temporadas y terminó viviendo de eso, haciendo giras, promocionando el show donde se seguía repitiendo o siendo una estrella invitada en las convenciones de cómics de todos los puntos de Estados Unidos. Al menos hasta los últimos años, cuando empezó a ser homenajeado en distintos programas, como Big Bang Theory o Padre de Familia, donde o se interpretó a sí mismo o le puso voz a algún personaje.
Eventualmente, West hizo las paces con el programa, con su lectura de infancia de Batman (que comenzó a publicarse cuando él tenía 10 años), con su éxito y con las giras que le recordaban un pasado de oro. En 1994 publicó una autobiografía, Back to the Batcave ("De regreso a la Baticueva"), en la que recordaba esos años y criticaba las reinvenciones posteriores del personaje. Lamentaba especialmente no haber podido participar en las de Tim Burton, a quien criticaba. Además, era el orgulloso propietario de un dibujo original de Bob Kane, creador del personaje, quien le agradecía por haberle puesto carne al personaje.
Sobre el programa de tv muchas veces se hicieron lecturas queer de la relación entre Batman y Robin. Cuando en 1999 Enríquez le preguntó a West por el tema, él respondió riendo que esos rumores eran buenos "para las ventas". Y matizó afirmando que "en la mansión Díaz no habríamos podido tener ese tipo de relación, porque la tía Harriet vivía espiándonos. Por supuesto, la tía Harriet era gay".
"No hay nada como Batman en la TV hoy, o como las series clásicas de los 60. Todo tiene una fórmula y es muy parecido. Y creo además que en la televisión hay mucha violencia y faltan valores". Lo dijo en 1999, pero seguramente lo hubiera sostenido hoy, habida cuenta la vigencia que el show sigue teniendo entre muchos fans que prefieren superhéroes más pop e inocentes que atribulados. Sus palabras de entonces, vistas a la distancia, pueden hasta leerse como una profecía de lo que vendría en el éxito heroico en la pantalla grande: "El problema con las películas de Batman (de Burton) es que están demasiado orientadas hacia los efectos especiales. Las relaciones entre los personajes no están desarrolladas, y sobre todo no tienen humor. Y sin un buen guión y sin humor, se convierte en otra película de explosiones. Son visualmente impresionantes, y hasta bellas, pero no tienen alma".
Con West se fue una parte fundamental del mundo de colores brillantes y superhéroes sonrientes. En su lugar sólo queda un caballero oscuro.