La duodécima edición del Festival Internacional Cineversatil de cortometrajes, que se llevará a cabo desde este viernes hasta el sábado 9 de julio de manera virtual, cuenta con la dirección del venezolano José Alirio Peña, quien señala que este año la muestra versa sobre experiencias y vivencias de personas migrantes y refugiadas LGBTIQ. “Cineversatil es un ejemplo de activismo cinematográfico, pues con el buen pretexto de los cortometrajes sobre personas migrantes y refugiadas LGBTIQ, también publicamos el libro Arcoíris tricolor: migrantes y refugiados”, expresa Alirio Peña, también curador del festival.
El encuentro tendrá una inauguración que se desarrollará de forma presencial este viernes a las 19.30 en el Multiespacio JXI Palermo, en Gascón 1474, con entrada libre y la proyección de los cortos Cartagena Boy, De Ávila a Monserrate, Llámenme Puta, Migrante y Venezuelan Passcort. Además, el festival se realizará en forma simultánea en España con exhibiciones presenciales el viernes 8 en Calamocha y el sábado 9 en Burbáguena, de la Comunidad de Aragón, con conversatorios posteriores a las proyecciones.
También habrá actividad en Brasil con la exhibición presencial del cortometraje brasileño COPI en el Centro de Artes de la Universidad Federal de Pelotas (UFPEL) y conversatorio posterior. Desde la plataforma www.cineversatil.com se presentarán 26 cortometrajes de distintas partes del mundo, que abordan experiencias y vivencias de personas migrantes y refugiadas LGBTIQ y entrevistas a directores, directoras, activistas y personas que ocupan posiciones en instituciones públicas e internacionales. Las seis secciones del festival abordarán temas como: los contextos hostiles que generan las migraciones, experiencias de personas LGBT venezolanas migrantes, experiencias de sexilios, visiones optimistas, distanciamiento de parejas del mismo sexo por causas migratorias y migraciones internas LGBTIQ.
-¿Cómo surge este festival y cuál fue y es su objetivo?
José Alirio Peña: -En 2011, en Venezuela, sentimos la necesidad de crear un festival competitivo nacional de largos y cortos sobre diversidad sexual que, por una parte, funcionara como una plataforma para recordar la necesidad de leyes igualitarias para la población LGBTIQ y, por otro lado, se hiciera de manera responsable respetando los derechos de autor de cada una de las obras. En 2012 se internacionalizó y los siete años que el festival estuvo en el país se logró que fuera un espacio respetuoso y cordial entre las personas activistas LGBTIQ afectas al gobierno y aquellas opositoras. A finales de 2017 decidí irme de Venezuela porque la situación económica era insostenible. Ya no quería seguir haciendo activismo LGBTIQ en mi país; y en febrero de 2018 llegué a Argentina. Me sentí en un paraíso por el marco legal igualitario y la movida activista LGBTIQ, aunque el tiempo me demostraría que no es un paraíso, que hay fundamentalismos religiosos instalados en algunas personas y crímenes de odio como en el resto de América Latina. Decidí no dejar morir el festival, contacté al resto del equipo y de este modo lo impulsamos, desde Buenos Aires, como un festival de cortometrajes.Desde ahora es un festival no competitivo, con foco en alguna perspectiva específica cada año. Si comparo el objetivo inicial con el actual, podría decir que conservamos en nuestro evento el activismo cinematográfico LGBTIQ.
-¿Hubo cambios en estos 12 años en las producciones audiovisuales?
JAP: -Cuando entramos en la década del 2000 pensábamos que los estereotipos en el audiovisual habían terminado, que atrás había quedado el homosexual y la mujer trans con enfermedad mental (de los setenta); la mariquita risible, el homosexual sidoso o la mujer trans delincuente, de los ochenta, y el héroe gay seropositivo que irremediablemente moría, de los noventa. No fue así. Estos estereotipos entraron de manera disimulada en las comedias. Si nos referimos a las películas LGBTIQ, entendiendo por ello no un género sino una nomenclatura para denominar aquellos filmes donde los personajes protagonistas son LGBTIQ, a partir de 2010 podemos considerar que los diferentes tipos de ser expuestos en pantalla terminaron convirtiéndose en estereotipos bajo las premisas "todos son así" o "solo son así". Entonces, no era raro ver reiteradas veces activistas LGBTIQ orgullosos, orgullosas y orgulloses de su militancia, abogados gays seguros de ganar un caso en la corte, médicos gays exitosos en sus centros hospitalarios, mujeres trans siendo excelentes educadoras. Pero, todas estas personas inseguras de sus relaciones amorosas. En definitiva, surgió el estereotipo de LGBTIQ infeliz en el amor y rechazado, rechazada y rechazade por sus familias. Nadie habla de esto como estereotipos, aunque lo sea.
-¿Ves al cine como una forma de activismo?
JAP: -Si el activismo LGBTIQ se trata de la organización y dirección de acciones para confrontar o lograr persuadir, convocar y motivar al cambio; defender ciertas premisas, pensamientos y reflexiones en torno a los derechos humanos de las personas LGBTIQ, entonces el cine puede tener cuatro niveles de activismo. El primero, es aquel donde lo expuesto en la película entra en contacto con las personas a través de una exhibición online o presencial. Cada persona hace su lectura. El segundo, es la interacción que se da en colectivo en torno a ese audiovisual en contextos de cine foro y conversatorios. El tercero, es el cine LGBTIQ como acción participativa y con la intención de producir cambios. El cuarto nivel, yo lo llamo activismo cinematográfico LGBTIQ. Es un término que propuse en mi tesis doctoral y me refiero al activismo propio de los festivales de cine de diversidad sexual, es decir, un devenir en fiesta cinematográfica con espíritu de pertenencia-participación, destacando un agregado de estrategias, acciones y actividades que pueden definirse como una sinergia entre diferentes tipos de activismos LGBTIQ.