La Chica Cítrica se me aparece siempre en un mal momento: o me están haciendo una boleta o me están suturando una pierna o estoy escribiendo un texto dificultoso o Central acaba de ser goleado. Me encuentro en cuclillas extrayendo la goma pinchada. Es en estos hechos en que se me da a pensar que la vida es una molestia. 

-¿Y? ¿Cómo anda eso de la música? 

Está montada en su bici violeta de última generación casquito al tono. No me queda más que mirarla desde abajo. Me detengo un poco en su blusa blanca con sus botones en cuadraditos de nácar, el sol refulge sobre ellos.

-Mire, mire tranquilo que es gratis, -me reconforta con su dulzura habitual. 

Cree que le espío sus pechos. Me da bronca el equívoco; le respondo con aspereza:

-Son hechas, se te nota. 

Larga una risita.

-Sí, como esa pancita suya de jubilado. 

Decido concentrarme en la tarea que me proporcionará un seguro desmayo.

-A ver, deme, deme.

Me hace a un lado y de un tris le da una voltereta a la cubierta y cada perno encaja con cada hueco con presteza para luego apretarlo hasta que la llanta recupera su lugar.

-Listo Calixto, deje de preocuparse y fume, venga, fume conmigo al costado del camino, como dice Paéz , porque ahora su camino estará lleno de joyas al lado de esta preciosura.

-Prudencia, justicia, fortaleza y templanza -leo en el caño de su bici.

-¿Eso es un mandato escrito?

-No, es un dogma a cumplir. 

Se saca el casco, se ha rapado los laterales del cráneo y dejado una crencha rubia a modo de coleta. Arma un cigarrito y exhala el humo con delectación.

-Vengo de Alvear meta pedalear. 

La miro burlón y me advierte: -Dígame, ¿Que parte del cuerpo no le duele? ¿Al levantarse de su camita siente que el cuerpo le pesa o no responde y detecta las articulaciones crujientes? 

-Hablás como toda una experta.

-Soy quiropráctica, enfermera en la guerra y reemplazante de guardias en emergencias. Viéndolo a usted le recomendaría unos masajes.

-Vos siempre me querés insinuar algo para que después aparezca como un idiota baboso. Soy un hombre mayor y jubilado. ¿Estás haciendo un experimento para la BBC? ¿Sos una hetaira actriz? 

Larga una carcajada.

-¿Hetaira? Demasiado fino. Estoy haciendo tanteos y hace mucho que no hablo con un señor de la tercera edad.

-¿Y qué querés corroborar? ¿Ponerme a prueba, acusarme de acoso, burlarte? 

-Nada especial: como están tan hechos polvo, me intriga saber cómo reaccionan ante una piel joven, como se acalambran, como se hacen los campeones. 

La relojeo y está al borde de una semisonrisa. No debo pisar el palito.

-¿Y qué pasa si te digo que no me gustás? 

-Pensaría que tenés miedo.

-Si, tengo miedo de dañarte el corazón y después que me andes atrás como una perrita pidiéndome algo más, de eso tengo miedo, y además he abandonado las aventuras con pibitas como vos. Y encima que no me gustan: todavía puedo elegir. 

Larga una carcajada encantadora.

-Sí, las compañías de carruajes podrá elegir. Los cementerios prepagos, las vacaciones por el Pami, el gerontólogo de cabecera. 

Me paro. Su cara queda a la altura de mi vientre; me alejo. 

-¿Ves que tenés miedo? -redunda. 

-¿Creías que íbamos a hacer algo en plena avenida? 

Es una alumna cruel en una clase de filosofía desafiante.

-Gracias por la rueda de auxilio pero no preciso nada de vos y de tus experimentos. 

Se aparecen dos muchachotes que me cierran el paso.

-¿Todo bien? -le preguntan a la Chica Cítrica pero al que vigilan es a mí.

-Es un viejito amigo, no pasa nada. ¡Realmente no pasa nada! 

Y se larga a reír tan fuerte que los dos tatuados se miran sin entender y se van en la moto que habían detenido junto a mi camioneta. 

-Me cagué de miedo y casi que me largo a llorar, -la cotejo antes de subir. 

Se levanta, alisa su pelaje y empieza su prédica.

-Deberías tener miedo en serio: al menos un poco de culpa de que nada de lo que han hecho les ha salido bien. Y escuchate esta: nada a favor de los jóvenes, siempre votando mal y errados en los matrimonios, en los amigos de asados y fútbol, en las putas a las que tuvieron que pagarles, en las coimas que tuvieron que dar para que los dejasen con vida, a los campeones que han aplaudido, en los crímenes que han avalado, en los triunfadores que los han traicionado, en los psicoanalistas que les han sacado la plata y la fe, en las mujeres que odiaron, fajaron o asesinaron y antes alabaron y luego abandonaron porque eran más fuertes y mejores que ustedes, en la homofobia , en el racismo, el machismo, el patriarcado, el triunfalismo, el comunismo y otros tantos ismos de la putísima madre que los parió.

-¿Todo esto que decís lo memorizaste antes? Porque te sale como un parlamento de una obra de teatro.

-Vení, acércate que te morís de ganas. 

–Dejame de joder. ¿Donde tenés las cámaras? Estarás filmando un corto, porque a este paso ya se parece a Animal Planets: un oso viejo y vos una corzuela a punto de ser devorada. Haceme el favor, tomátelas. 

En cambio sube su bicicleta sin anunciármelo en la parte trasera de mi chata.

-Vamos, andando, sos mi prisionero. -Y se instala en el asiento contiguo. 

Entonces, altiva, serena, mirando para adelante comienza a hablar como si recitara.

-Aspasia fue la esposa de Pericles, una puta inteligente que le escribía los parlamentos y que lo amó demasiado. Después apareció Antígona que se atrevió a cuestionar al amo todo poderoso, Lisístrata que en plena guerra tiene la fantástica idea de aliarse con las mujeres del otro bando y organizar una huelga sexual hasta que acabe la guerra, Safo con su escritura lésbica, y Medea quien habló de la furia encubierta que reinaba en los hogares atenienses: cuando los hombres se aburren salen a buscar otras hembras y las mujeres adentro. Tejiendo y haciendo hijos. Y usted que escribe de su lugar de macho cabrío ignora que el primer escrito perteneció a una mujer. Pobre de ustedes los hombres que creen dominar… todo, todo se acabó y es el comienzo de otra era, de otra cosa. Detengo el auto bajo una arboleda. La veo entonces como recién descubierta, tranquila y bella en un todo. Tanta saña, tanto humor negro, tanta espina. Quiere y busca una explicación y me ha elegido a mí para descargarse o crucificarme, como portavoz o lenguaraz. 

Le agarro la mano y la deposito en mi pecho.

-Dos infartos llevo acá, producto de hacerme problemas por solucionar lo mal que está el mundo, te lo juro. No puedo más, creo que no podré hacer nada bueno hasta que recomponga mi vida. Te doy las gracias. 

Ella asiente: hemos entendido al fin la obra, el guion, el encuentro en la Ruta del Tentempié. Cuando desciende su bici a tierra y se monta me mira antes de ponerse el casco.

-Confiemos en nosotros, -concluye antes de irse para el lado contrario y obsequiarme un choque de puños. Algún día seremos amigos.

 

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