El presente nos ofrece razones innumerables para el desaliento. El Institute for Policy Studies dedicado al análisis de la desigualdad, recreó un modelo de representación del mundo adaptado a una aldea de 100 habitantes. Manteniendo las proporciones globales, este reducido planeta se compone de 57 asiáticos, 21 europeos, 14 personas del hemisferio oeste, y ocho africanos; 52 mujeres y 48 hombres; 70 no blancos; 70 no cristianos; 89 heterosexuales y 11 homosexuales. De las 100 personas, 80 vivirían en condiciones infrahumanas, 63 serían incapaces de leer, 50 sufrirían de malnutrición, y solo 6 personas poseerían el 62% de la riqueza de toda la aldea. Un mundo boca abajo.
Las democracias liberales son intrínsecamente asépticas, salvo en contados asuntos. Uno de ellos son los impuestos. Venimos de los años de la curva de Laffer, que mantenía, contra toda evidencia, que bajando los impuestos a los ricos aumentarían los ingresos públicos. “Un robo diario”, los definía Reagan. “Los impuestos son el precio que pagamos por vivir en una sociedad civilizada”, le contestó un juez del Supremo de la época.
Sin embargo, demasiados jugadores de fútbol quieren una civilización con descuentos, con rebajas maquilladas de elusiones y de evasiones fiscales encubiertas. Muchos de estos futbolistas millonarios emplean paraísos fiscales o sociedades off-shore para desviar ingresos por derechos de imagen, creando sociedades pantallas y trasladando sus beneficios a territorios de baja o nula tributación a través de complejos entramados societarios que han proliferado al calor de la globalización y la digitalización de la economía.
El ex futbolista Samuel Eto'o, acaba de ser condenado en España con veintidós meses de prisión y cuatro millones de euros, por evasión fiscal. “Reconozco los hechos y voy a pagar, pero que conste que entonces era un niño y que siempre hice lo que mi padre me pedía que hiciera”, expresó el presidente de la Federación de Fútbol de Camerún y ex jugador del Barcelona. El sindicato español de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA) ironiza que los padres de las grandes figuras del fútbol mundial no dan a basto con tanta irresponsabilidad y negligencia impositiva.
Messi también aludió a la responsabilidad progenitora en sus problemas con el fisco. El jugador argentino fue condenado a veintiún meses de cárcel y al pago de seis millones de euros como autor de tres delitos fiscales cometidos durante los años 2007, 2008 y 2009. Por los mismos hechos su padre Jorge Horacio Messi, en calidad de cooperador necesario, fue condenado a 15 meses de cárcel y al pago de una multa de 1,5 millones de euros. De nada sirvió que Leo Messi y su padre alegaran desconocimiento porque el Tribunal calificó su comportamiento de “ignorancia deliberada”.
Cristiano Ronaldo reconoció los cuatro delitos fiscales que se le imputaban aceptando dos años de cárcel y el pago de 19 millones de euros. En nuestro país los jugadores famosos son más de recursos. Entre recurso y recurso se comen una patria.
La lista de futbolistas encausados en España por delito fiscal, y penas de cárcel, que no cumplirán por carecer de antecedentes, es larga y copiosa: José Mourinho, Luka Modric, Marcelo, Xabi Alonso, Ángel Di María, Fabio Coentrao, James Rodríguez, Ricardo Carvalho, Radamel Falcao, Javier Mascherano, Alexis Sánchez, Adriano, etc. No caben todos.
Sorprende ver a algunas de estas figuras saliendo de los juzgados firmando autógrafos y haciéndose fotos con sus fans. Sorprende igualmente que reciban el apoyo institucional de sus clubs o que reclamen que sean éstos quienes satisfagan sus deudas. Sorprende que no sorprenda que lo que ellos dejan de pagar lo debe pagar el resto. Sorprende, que defrauden como lo hacen, y les sigamos riendo las gracias.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón Mundial Tokio 1979.