Miguel Etchecolatz gozaba aún en 1997 de la impunidad garantizada hasta 2003 por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida cuando tuvo una intervención televisiva que resultó escandalosa. Fue en el programa Hora Clave, de Mariano Grondona. Allí, el conductor cruzó al genocida en vivo con un sobreviviente del terrorismo de Estado: Alfredo Bravo.
Ocurrió el 28 de agosto de 1997 en los estudios de Canal 9. El excomisario había publicado un libro titulado La otra campana del Nunca Más, en el que negaba la cifra de desaparecidos y relativizaba la magnitud del aparato represivo. "Tengamos en cuenta que los desaparecidos, que aquí se manipuló con tanta arbitrariedad, no son la suma que se está publicando", dijo en su diálogo con Grondona.
Sentado en otro extremo del estudio, Bravo le dijo a Etchecolatz que era "un personaje siniestro". Entonces era diputado nacional. Fundador de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, Bravo fue secuestrado en 1977 y sufrió torturas. Fundador además del gremio docente Ctera, llevó esa noche un listado de docentes desaparecidos, y atribuyó esos crímenes al excomisario.
En un momento dado, el represor inquirió a Bravo: "Usted dice que yo lo torturé, ¿me puede explicar en qué consistía la tortura?" Bravo contó que fue picaneado y añadió: "Escuché una vez cuando me dejaron tirado en el suelo que me dijo al oído: `Maestro, escupa todo y no trague nada'. Justamente, segundos antes, cuando Etchecolatz le preguntó a Bravo si él lo había torturado, lo llamó "maestro".
En otro pasaje, un Bravo vehemente le dijo al genocida que los tormentos y las desapariciones de los que había sido acusados estaban comprobados. El represor chicaneó a Bravo con que el almirante Emilio Massera le había dado la libertad y que incluso le consiguió empleo. Bravo se indignó y ambos quedaron parados frente a frente. Se trataron de mentirosos.
El dirigente del PS murió en 2003. El nombre de Bravo hoy se recuerda en la estación Callao de la línea B de subte y es considerado un gran referente del Partido Socialista y el sindicalismo docente. La hija de Etchecolatz se cambió el apellido.