Durante los últimos 16 años, Guadalupe Godoy fue una de las principales impulsoras del juicio y castigo al genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz en la jurisdicción de La Plata. Cuando se mudó de Mar del Plata para la ciudad de las diagonales, Etchecolatz era quizá una imagen para ella: la de un policía retirado que volvía a martirizar a una de sus víctimas –Alfredo Bravo– en un programa televisivo de mucho rating. Después, fue el genocida al que escrachó –repartiendo volantes– con otros militantes mientras vivía en el Bosque Peralta Ramos. Con los años, Guadalupe fue una de las responsables de que Etchecolatz terminara sus últimos días en la cárcel y se emociona cada vez que recibe un mensaje señalándole esa hazaña.
–¿Qué significó Etchecolatz en lo que es la investigación de los crímenes de la dictadura?
–Es el primer genocida condenado y reconocido como tal. No es poca cosa. Hoy pensaba en León “Toto” Zimerman y en su concepto de gatillo fácil –que retoma de la secta del gatillo alegre de Rodolfo Walsh. ¿Por qué lo pensaba? Porque hay que pensar a la policía como institución. Hay que tratar de sacar a Etchecolatz de la cuestión de un ser maligno. Hay que pensarlo como parte de una estructura policial que siempre estuvo al servicio de todo lo malo.
–¿Y dentro de esa estructura policial qué rol jugaba?
–Era el director general de Investigaciones, lo que significó que tenía el señorío sobre todos los centros clandestinos de detención que funcionaron dentro de las comisarías de la provincia de Buenos Aires.
–En todos estos años, ¿vio algún tipo de arrepentimiento?
–No, él era un cruzado, un reivindicador del genocidio y, de hecho, utilizaba los juicios también como un escenario para esa disputa. Si hay alguien que tenía en claro que en los juicios no solo se juegan condenas sino que es una disputa de sentido, ése era Etchecolatz. Aprovechaba muchas veces el escenario. Tenía hasta el timing mediático de ver cuándo hablaba nuevamente o de hacer lo del papelito justo un día que estaba lleno de periodistas.
–¿Qué rol le atribuye en la desaparición de Jorge Julio López?
–Siempre entendimos que ahí hubo una combinación de cosas. No hay que olvidarse cuál era el contexto en el cual se dio la desaparición: un momento en el que el gobierno de la provincia llevaba adelante una ofensiva para reformar las estructuras de la Bonaerense. Con lo cual, siempre pensamos que hubo participación de policías en actividad pero que claramente Etchecolatz tuvo un rol de selección de quién sería la víctima. Era un mensaje al gobierno provincial para evitar esas reformas y otro para evitar que los juicios continuaran. Lo vimos en su enojo porque López lo situaba dentro de un centro clandestino torturando y asesinando.
–¿Con su muerte se lleva la verdad sobre los detenidos-desaparecidos?
– Es un momento complejo porque se lleva una gran parte de la verdad, sí. Me quedo con la frase de “Chicha'' Mariani en el juicio: "Yo le digo al señor Etchecolatz que alivie su conciencia diciendo dónde está Clara Anahí".