La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se extendía hablando sobre el tres veces presidente Juan Domingo Perón. La narrativa la llevó a evocar la muerte del General y dónde estaba ella cuándo se enteró. Comentó entonces que mucha gente recuerda el lugar en que encontraba cuando se produjo un hecho histórico. Numerosas personas rememorarán en qué andaban cuando renunció el exministro de Economía Martín Guzmán: presenciando el discurso de Cristina.
La decisión tomó por sorpresa a muchos compañeros de gestión de Guzmán, incluyendo al propio presidente Alberto Fernández. Según información confiable proveniente desde la Casa Rosada y Economía el mandatario había tenido una charla fuerte o una discusión con su ministro récord el jueves pasado. Guzmán se quejaba de las trabas interpuestas contra su gestión desde la Secretaría de Energía. Afirmaba que le ataban las manos, lo mismo que en el texto de la dimisión aunque con otras palabras, nombres propios y más precisiones. Fernández, refieren desde el ala política del Gabinete, le prometió que lo pondría a cargo de la Secretaría en cuestión, una demanda recurrente del ministro. Pero supeditó la movida a que Guzmán propusiera a una figura con peso político. Según esta versión, el palique terminó bien o por lo menos con final abierto.
Ayer Guzmán difundió su texto en Twitter y recién entonces le avisó de modo remoto al presidente a quien tanto alaba. Adujo, refieren allegados a Fernández, estar cansado de los ataques de Cristina. Gentes de su entorno le dan la razón subrayando que la ex presidenta parangonó su pensamiento con el de Carlos Melconian lo que leen como una afrenta, Subrayan que el presidente piensa parecido: que esas críticas son injustas y dañan mucho.
Otros allegados a Alberto cuestionan como desestabilizadora también la alusión que hizo CFK al Salario Básico Universal. La iniciativa que este cronista considera valiosa tiene entrada como proyecto en Diputados. Siempre fue rechazada por el equipo económico, que no la tenía en su radar. El presidente Fernández también la considera inviable por motivos presupuestarios.
El clima reinante en Olivos prodigaba bronca e insatisfacción. La mayor, como es usual, contra las intervenciones de Cristina.
La decisión presidencial es mantener el programa económico sin modificaciones, AF la hizo saber a varios ministros. El objetivo de Fernández es llegar a las Primarias Abiertas (PASO) del año que viene y confrontar. Pronostica que la economía seguirá creciendo, que habrá más empleo, que aminorará la desigualdad. Confía en una merma de la inflación, el problema más candente, el que aflige a los argentinos día tras día.
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El intercambio de discursos entre AF y CFK tuvo como pretexto- motivo el aniversario del fallecimiento de Perón. Fernández la emprendió contra la tópica exigencia de Cristina: hay que usar “la lapicera”. Explicó que Perón conducía en base a persuasión, que no debió apelar a la lapicera. La interpretación contradice la conflictiva historia del peronismo, la resistencia que suscitaron las reformas o conquistas consagró las persecuciones y proscripciones.
El backstage y la coreo del acto en la Confederación General del Trabajo (CGT) fueron desfavorables para el orador. Cabildeos y mala onda de la conducción sindical que hasta amagó desairarlo. Ausencias significativas, parva movilización de los movimientos sociales, un solo bombo para animar el ambiente. El contorno es, en buena dosis, el mensaje.
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Cristina Kirchner se explayó este sábado durante cerca de una hora. Los oradores que la precedieron, los intendentes Mario Secco y Juan José Mussi la enaltecieron y pusieron muy en alto el recuerdo de Perón. Secco fustigó a “esos tarados que votan a sus verdugos”. Y sentenció en una alusión evidente a los compañeros peronistas críticos de CFK: “hoy el peronismo gobierna gracias a una decisión de Cristina”: “Respeto” exigió. De cualquier modo, matizó divergencias; “los más equivocados del peronismo siempre serán mejores que los gorilas”. Desde las tribunas se coreó “presidenta/Cristina presidenta” por primera vez. La aludida desalentó la consigna con un ademán.
Los intendentes concordaron en destacar la necesidad de ganar las elecciones de 2023, de impedir el regreso del neoliberalismo. Cristina asentía acaso emitiendo una señal para quienes interpretan que ha dado por perdidos esos comicios y que su real objetivo político es apuntar la reelección de Axel Kicillof como gobernador bonaerense y a presentarse como candidata a senadora.
Minutos después de cerrar la alocución retomó el micrófono, tal vez para ponerse a tono con la renuncia de Guzmán no mentada en el discurso. Quizá no le avisaron, por la tele quedó esa impresión.
La oradora repasó cuánto y cómo usó Perón la socorrida lapicera. Siempre y mucho, sinteticemos. También bromeó acerca de algún furcio presidencial (la Garganta Profunda en vez de Poderosa).
Reperfiló el discurso de Avellaneda sobre los movimientos sociales, repasó cifras sobre la inversión social y el valor de la Asignación Universal por Hijo (AUH).
En varias ocasiones retrucó con críticas de Emilio Pérsico, el líder del Movimiento Evita. Desde esa organización, recusada por Cristina en Avellaneda surgieron réplicas de disímil valor y calidad. Diputadxs de los movimientos sociales emitieron un documento sensato, orgulloso y constructivo. Defensa de la economía popular, del aporte solidario de su base social durante las crisis acumulativas. Propuestas de leyes, varias ya entradas en la Cámara. Se publicaron artículos de buen nivel, en distintos medios.
Los líderes del Movimiento Evita prefirieron derrapar, rolar incansablemente por radios y canales de cable. Algunas catilinarias carecieron del respeto que merece la expresidenta, por su trayectoria e investidura. Emilio Pérsico calificó a “ese país” (que gobernaba Cristina) como una “mierda”… un exceso que no contribuye al nivel de la controversia ni a la alabada unidad.
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Cristina reiteró sus consideraciones sobre el bimonetarismo y aunque no ahondó tanto como otras veces el análisis económico dejó picando la idea de acordar entre distintas fuerzas políticas un plan de estabilización.
Se mostró suelta, de buen humor, irónica cada vez que se refirió al presidente sin pronunciar su nombre. Una sola vez mencionó al actual como “nuestro gobierno”.
La platea la ovacionó, en primera fila descollaba la presencia de Hebe de Bonafini. También de dos ministros nacionales, Eduardo “Wado” de Pedro y Julián Domínguez. Conforme su característica Cristina lo nombró a “Julián”, provocando que las cámaras lo enfocaran, comentó sobre su condición de creyente y razonó: hasta Jesucristo necesitaba convencer haciendo milagros aparte de persuadir con la palabra. El ministro de Agricultura no tenía pinta de saber la crisis gubernamental hasta que los celulares empezaron a dar cuenta del tuit de Guzmán.
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En el atardecer sabatino corrieron rumores sobre un potencial reencuentro entre el presidente y la vicepresidenta, con la presencia del presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa. Sin embargo, todo indica que Fernández ya desistió de “hablar con ella”. Ambos integrantes de la fórmula sostienen el particular formato de debate interno. Sin instancias orgánicas, sin reuniones… mediante discursos o respuestas a reportajes. El diálogo, en sentido estricto, quedó de lado.
El mecanismo, opina sin originalidad este cronista, es disfuncional. Las repercusiones en efecto cascada acentúan las discrepancias. Los derrapes hacia la diatriba personal proferidos por allegados se repiten en redes sociales o en medios.
Es común que la controversia se radicalice y se torne más sectaria a medida que se pluraliza.
En ese río revuelto Massa se ha reposicionado. Se mostró indignado por el nombramiento de Daniel Scioli como ministro de la Producción. Le protestó a Alberto F. consiguió compensaciones simbólicas, suculentas: participar en dos giras al exterior con un rol protagónico. Logró también colocar a un nuevo titular en la Aduana. Reitera que el Frente Renovador (FR) está en llamas y que se avecina un plenario en el que se pondrá en cuestión hasta la continuidad en el Frente de Todos. Suena más a presión que a perspectiva concreta pero refleja las vicisitudes del momento interno.
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Dos salidas del equipo económico en cuestión de semanas, en medio de una agitación financiera colosal colocan al Gobierno en un trance crítico. Retomar la iniciativa es peliagudo. Para colmo se suceden fallas en la comunicación oficial, en el sonado tema del avión iraní por ejemplo.
La renuncia de Guzmán como la del exministro de Producción Matías Kulfas, más allá de otras corresponsabilidades, se concreta de modo amateur, poco acorde con el nivel de responsabilidades que tenían. Este cronista no conoce, al cierre de esta nota, por qué Guzmán eligió el día y el momento. Pero sí sabe que los lunes con aperturas febriles de mercados son un problema arquetípico y que el ministro debía haber ahorrado ese escenario al presidente y a la sociedad.
La ratificación del rumbo por parte de Fernández preavisa que el debate interno del peronismo conservará su elevado voltaje.
Al cierre de esta columna, cerca de la medianoche del sábado, se informaba desde Olivos que la designación de los nuevos funcionarios se conocerá este domingo.
Con tanta conmoción apenas queda margen para mencionar la muerte de Miguel Etchecolatz en la cárcel, condenado por crímenes de lesa humanidad. El represor llevó a la tumba secretos atroces, cumplió la perenne omertá entre represores y cómplices civiles. De cualquier modo, el hecho es infrecuente en la mayoría de los países del mundo, mérito de la lucha inclaudicable de las Madres y las Abuelas. Merece aunque sea una mención para honrarlas, aún en la crónica de otra semana de zozobras