Jaques Morelenbaum es un músico exquisito. Ubicado al costado de las grandes luminarias, desde su labor junto a músicos como Tom Jobim, Caetano Veloso y Egberto Gismonti el cellista aportó a la convergencia de la música popular y el universo clásico que atravesó a toda su formación familiar y musical. Escucha atento, desde su rol como compositor Morelenbaum ahondó en el concepto de una música sin fronteras mientras que, como intérprete, buscó respetar con fidelidad a las obras de los grandes genios de la MPB. Desde hace diez años, esas dos visiones coexisten en el Cello Samba Trío, el proyecto con el que esta noche volverá a presentarse en Rosario (con Lula Galvao en guitarra y Rafael Barata en percusión), sumando esta vez la participación de su mujer, la refinada cantante Paula Morelenbaum. Desde las 20.30, en el Teatro de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), el cellista dedicará una primera parte del concierto a abordar tres obras propias y otras de diversos de autores brasileros para, en una segunda mitad, convocar a Paula para la interpretación de obras de Tom Jobim.
A dos años de su última presentación en Rosario (cuando brindó un concierto compartido con el acordeonista Chango Spasiuk), Morelenbaum le dará espacio a algunas de las obras propias que formarán parte de su próximo disco, programado para ser grabado entre septiembre y octubre de este año. Entre ellas, hay una creación que entusiasma particularmente al cellista. "Es una composición que hicimos con Lula Galvao y que nos gusta mucho, porque suena como música popular pero no se repite nunca, no tiene la estructura A-B-A de la música popular, es revolucionaria en ese sentido. Ahora, si lo pensamos desde la música clásica, no es nada revolucionaria, porque mucha gente lo ha hecho así. Pero será divertido tocar con una visión de música popular una canción que va siguiendo, siguiendo, y que nunca se repite", anticipa el músico brasilero, que al igual que en su actuación de 2012, volverá a utilizar el cello creado especialmente para él por el luthier Carlos Oliveira, que agregó una quinta cuerda ampliando el registro de los graves. "Me siento cada vez más en casa tocando ese instrumento, es un camino sin vuelta --asegura Morelenbaum--. Es impresionante cómo apenas tres tonos y medio pueden acrecentar tanto mi universo como instrumentista. Este año estuvimos en Europa y en tres conciertos en Copenhague instalé un pickup, un captador electrónico, para acentuar las notas de pizzicato, cuando toco con el dedo como si fuera un contrabajo".
- Se cumplen diez años del proyecto del Cello Samba Trío. Mirándolo en perspectiva, ¿hacia dónde evolucionó la música del grupo en este tiempo?
- Creo que el hábito, la frecuencia, la repetición, nos hace crecer como grupo. Entendemos cada vez más la forma de tocar del otro, entonces las respuestas a las preguntas vienen más naturalmente, más rápidamente. Es una interacción más orgánica. La música es diálogo, discurso, hablar y comunicarse abstractamente con las personas, y también entre los músicos. Creo que cuando uno conoce mejor el estilo de lenguaje del otro se hace un diálogo más fluido, más natural. Eso se conquista con años, no solamente tocando entre nosotros, sino también acercándonos a un mismo repertorio. Repetimos mucho ese repertorio, que cada vez se renueva con otros descubrimientos. La música es muy profunda, siempre se puede buscar un plano superior, o más profundo, dentro del universo de una misma canción.
“La música es muy profunda, siempre se puede buscar un plano superior, o más profundo, dentro de una misma canción".
- Esa no es una mirada que esté generalizada. Es más frecuente una búsqueda por renovar el repertorio en lugar de buscar esos matices en una misma canción.
- Bueno, si uno lo piensa, la música clásica va en ese sentido. Antes de tocar con Jobim ya me gustaba su repertorio, su material, pero desde 1985 que vengo tocando el universo musical de Jobim y cada vez me siento más dentro, más conocedor de los mensajes, de los diversos planos y perspectivas que esta obra nos ofrece. Pienso que si trazamos una línea muy sencilla de la historia de la música, mirando para el pasado, antes de Bach tal vez yo mencionaría a Gesualdo, que me gusta particularmente, después diría Mozart, de ahí caminaría tal vez para Beethoven. O, mejor, Brahms. Y de Brahms ya iría para Stravinsky, de ahí por una decisión muy particular mía camino hacia Villa Lobos y de Villa Lobos a Tom Jobim. Creo que es un nombre que, cada vez más, se mostrará concreto y genial en la historia de la música. Su música tiene la cualidad muy especial, que pocos compositores consiguen, de trabajar sobre melodías aparentemente sencillas, melodías que el pueblo simple puede comprender, y tratarlas con una sofisticación fantástica, que solamente un talento muy especial puede dar. O mismo trabajando melodías con mucha ciencia, pero siempre manteniendo la emoción en primer plano.
- En ese sentido, el trabajo que hacen con Paula y el Cello Samba Trío permite que el público pueda apreciar esa profundidad de la obra de Jobim.
- Sí, como nosotros estuvimos juntos cotidianamente con Jobim tocando esas canciones, para nosotros era muy clara la dedicación y el cuidado que él tenía por los detalles, con cada nota de la melodía, cada armonía, y las conversaciones que tenía Tom con su hijo Paulo por una nota de la armonía, que podía ser distinta de otra, de las opciones que había. Después de mirar la atención y el cariño que tenía por cada detalle de sus composiciones, como si fueran construcciones concretas, arquitectura moderna. Cada canción es una construcción. Entonces me da un poco de fastidio, me aburre un poco, cuando ciertos artistas quieren tocar una melodía de Jobim y la cambian totalmente. La vida es una secuencia de elecciones, y el maestro elige cada nota, pero el músico para mostrar que es inteligente, culto, tal vez mejor que el compositor, inventa otras notas. No consigo comprender éso. Entonces por un camino inverso a ese raciocinio, tenemos mucho gusto de tocar las notas del maestro, las voces, la segunda voz, la tercera voz... El concepto principal de lo que hacemos es la fidelidad al original. Soy también compositor, entonces sé la importancia de cada nota para una frase, para un sentido, por eso tengo ganas de respetar al máximo a los compositores. ¡Porque quiero respeto por mis obras! (risas)
“Siempre sentí que mi corazón era muy grande, y mi comprensión de la música como un vehículo para la emoción".
- En muchas oportunidades te preguntaron acerca de la tensión que viviste entre la formación clásica (además de un entorno familiar vinculado a ese universo clásico) y la música popular. ¿Considerás que en este tiempo se avanzó un poco hacia la disolución de esos límites? Al menos ya no resulta tan llamativo que esos límites se crucen, y pienso precisamente en nombres como los de Villa Lobos, Carlos Guastavino, Astor Piazzolla y, obviamente, en tu propio trabajo.
- Es verdad, creo que ya tenemos una nueva generación de músicos que tienen una percepción más tranquila respecto a estilos musicales, de formas de encarar la música. Creo que más importante que el hecho de dedicarme a la música popular es mi curiosidad, mi necesidad o voluntad de desarrollar mi oído para poder comprender mejor el universo que me rodea, tanto en términos musicales como humanos. Hago una simbología entre el oír como un canal de percepción, de absorción de ideas. Entonces el universo clásico tiene mucha preocupación por saber oír, porque para tocar bien es completamente necesario saber oír. Siempre estuve interesado en el lado creativo de la música, que es algo que está en todos los universos musicales, porque siempre hay un creador, alguien que desde el silencio inventa una canción, una melodía, una frase. Entonces siempre estuve más interesado en ese lado de la música que en cualquier otro. Nunca sentí que tenía talento nato para el virtuosismo, los fuegos de artificio, para los malabarismos con los dedos, pero siempre sentí que mi corazón era muy grande, y mi comprensión de la música como un vehículo para la espiritualización, para la emoción, ese era mi camino. Siento que después de 42 años de vivencia profesional, y más si ponemos ahí que a los 3 años tuve mi primer experiencia formal cuando empecé percepción musical con una maestra, entonces son 60 años de evolución, de pensar en música, de preocuparme por conocer más el territorio donde estoy pisando. Creo que ahora siento los frutos del esfuerzo, de la dedicación, ahora todo sale más natural, no siento tantas tensiones con mis deficiencias naturales, porque nadie es perfecto.