La leyenda del teatro británico Peter Brook, uno de los directores más influyentes del siglo XX, falleció este sábado a los 97 años en París, donde residía desde 1970, y la noticia fue confirmada por la prensa europea a raíz de informaciones de sus familiares.
Brook, quien también incursionó en el cine, la ópera y la televisión, era para los argentinos y personas de otros países sudamericanos más una leyenda que una persona tangible, una referencia para los estudiosos de la escena, que mentaban como ejemplo de ruptura su versión del “Mahabharata”, montada en París en 1987, con un texto épico-mitológico de la India cuya representación lleva nueve horas.
En Buenos Aires se conocieron sus versiones de “The Man Who...” en el Teatro San Martín (1999) durante el Segundo Festival Internacional de Teatro de la ciudad, “La mort de Krishna”, en el mismo escenario y durante 2003, lo mismo que “Warum Warum” (2011) y la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart llamada en la oportunidad “Una flauta mágica”, el mismo año, dentro del VIII Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), en el teatro Avenida.
A las pantallas comerciales porteñas llegaron “Moderato cantábile” (1960), rodada en Francia, con Jeanne Moreau y Jean-Paul Belmondo, que se adhería su manera a los presupuestos de la “nouvelle vague”, y la filmación de su versión teatral de “Marat-Sade” (1967), con Patrick Magee, Ian Richardson y Glenda Jackson, que aprovechaba el éxito que había tenido la puesta local en el Teatro del Globo, en tanto “Encuentros con hombres notables” (1979), tuvo un estreno casi marginal.
No tuvieron la misma suerte “The Beggar's Opera” (1953), con Laurence Olivier y Hugh Griffith, “Lord of the Flies”, el documental “Tell Me Lies” (1968), “King Lear” (1971), “La tragédie de Carmen” (1983) o “The Tragedy of Hamlet” (2002), que en algún caso tuvieron proyecciones en ámbitos cineclubísticos.
Peter Stephen Paul Brook nació en Londres el 21 de marzo de 1925, descendiente de judíos rusos que habían huido de la revolución bolchevique y con el tiempo se transformó en uno de los referentes del teatro en el siglo XX por la particularidad de sus puestas en escena, novedosas y hasta revulsivas, que le valieron premios como el Tony, el Emmy, el Princesa de Asturias y el Laurence Olivier.
Su padre, Simon Brook, casado con Ida Jansen, doctora en Ciencias, incursionó en la industria farmacéutica y fue propietario de los Westminster Laboratories, por lo que la familia gozó de muy buena situación económica, lo que le permitió a Peter estudiar en los colegios más cotizados de Gran Bretaña y en la Universidad de Oxford, además de poder costear puestas importantes casi desde el principio de su actividad teatral, así como viajes internacionales de investigación.
A los 20 años se inició como director escénico en el Birmingham Repertory Theatre, ubicado en Centenary Square, y desde hacía muchas décadas considerado un teatro de vanguardia, gracias a su mentor Barry Jackson, quien auspició su tarea.
Sus conocimientos musicales le permitieron asimismo dirigir la Royal Opera House con solo 22 años de edad y en la década de 1950 trabajó en muchas puestas teatrales, tanto en Europa como en Estados Unidos, para regresar en 1962 a Stratford-on-Avon, en el condado de Warwickshire, donde dirigió e integró la Royal Shakespeare Company.
Permaneció varios años en esa actividad, mezclándola con sus incursiones en el cine, hasta que participó en París en un taller del prestigioso Jean-Louis Barrault, en el que tuvo contacto con distintas tradiciones teatrales, hasta que en 1970 se estableció para siempre en la capital francesa, integrándose a la compañía del Teatro de las Naciones, que dirigía su anfitrión.
Hombre de su tiempo, puso en cuestionamiento la función de los elencos teatrales en sí y pensó en nuevas estructuras que vincularan el teatro con la antropología, y tras varios experimentos que llevaron otras tantas denominaciones –Centro de Investigación Teatral, Centro de Creación Teatral–, junto a colegas con sus mismos intereses emprendió giras por países como India y Afganistan.
En 1972 estuvo de gira durante tres meses por África junto a unas treinta personas y realizó representaciones en diferentes poblados en Argelia, Nigeria y otros lugares donde nunca habían visto la labor de una persona que representaba; recorrió el Sahara con un equipo de fotógrafos y camarógrafos, lo que redundó en su obra “The Ik”, junto a Colin Higgins y Denis Cannan, adaptación de un libro de Colin Turnbull titulado “El pueblo de la montaña”.
Con un elenco que se iba formando a través de los lugares visitados y sobre la base de improvisaciones, tanto en África como en poblaciones europeas y estadounidenses, el grupo actuó ante públicos de las más diferentes características sociales y étnicas, ante muchos o pocos espectadores, chicos y personas mayores, en busca de una trascendencia humanista que pudiera preservarse para la representación.
De vuelta en Europa reunió esas experiencias para aplicarlas en obras de Alfred Jarry, Anton Chéjov, Samuel Beckett, Jean Genet y el mismísimo William Shakespeare, del que hizo sus particulares versiones de “Sueño de una noche de verano”, “Medida por medida”, “La tempestad” -en dos versiones: 1968 y 1990-, “Rey Lear” y “Timón de Atenas”, hasta que en 1964 echó mano a la convulsiva “Marat-Sade”, del alemán Peter Weiss, una vuelta de tuerca en el teatro universal que tuvo versiones en numerosos países –incluida la Argentina– e influyó a autores y directores a partir de su concepción. La cereza del postre fue la citada “Mahabharata”.
En la ópera dirigió piezas de Georges Bizet y Claude Debussy y además redactó su libro “El espacio vacío”, un manual sobre sus ideas acerca del teatro y la representación, que en sus últimos trabajos lo condujeron al despojamiento más pronunciado.
Brook dirigió el Centro Internacional para la Investigación Teatral, en París, cuyas funciones se realizaron durante cuatro décadas en Les Bouffes du Nord, un teatro quemado que descubrió junto a una estación ferroviaria en desuso, pero ello no le impidió seguir con sus giras artísticas y de investigación junto a intérpretes de los más disímiles orígenes.
Estuvo casado con la actriz británica Natasha Parry entre 1951 y su muerte en 2015, con quien tuvo a sus hijos Irina Brook, directora de cine y televisión, y Simon Brook, cineasta y productor.