Durante más de 50 años, Juan Del Prete y Yente (Eugenia Crenovich) no solo compartieron su vida como pareja, sino que además intercambiaron cotidianamente ideas y pensamientos sobre arte. En la intimidad del hogar, se dio una profusa circulación de temas, estilos, materiales y formatos: desde abstracciones tempranamente cultivadas hasta collages con paquetes de galletitas italianas realizados durante las temporadas que pasaron en ese país. Universos visuales y materiales circularon entre la casa y el taller, entre las obras y las miradas del uno y de la otra.
Yente y Del Prete eran bien diferentes; él, un inmigrante italiano instalado en La Boca y formado al calor de los pintores del barrio; ella, porteña, licenciada en filosofía e hija menor de una familia judía acomodada de origen ruso. El primer encuentro se produjo en 1935, en una exposición de Del Prete en Amigos del Arte, y en los dos años siguientes formalizaron una relación. Yente realizó numerosas producciones dedicadas al amor que se tenían; en sus libros de artista -con mucho afecto, pero también con agudeza e ironía- daba cuenta de los roles de género que representaban y de las negociaciones entre la obra y la vida en pareja.
Él es Onofrio Terra d´Ombra, un pintor incansable y apasionado por colores y formas en constante transformación; ella, Fragilina, “maestra de labores [que] bordaba por vocación”. Mucho tuvo Onofrio que cortejar a Fragilina: la invitó a su taller, donde buscó deslumbrarla con sus novedosas producciones, y allí Onofrio “comprendió que sólo por la vía del arte aseguraba su amistad con Fragilina. […] Con el tiempo pacientemente soportado Onofrio coronó sus afanes […] y así fue como los bordados en tela y las telas pintadas unieron sus tramas.” Esta saga de seis libros, en la que se personifican sus alter egos, metaforiza los hitos de la relación: el encuentro, los viajes, las obras.
La exposición Vida venturosa se centra en la producción de Yente y Del Prete haciendo foco en la sinergia creativa de la pareja. El planteo sostiene la existencia, en su vínculo, de un éxtasis productivo que deviene en modos particulares de hacer. Consciente de las tensiones entre obra, afectos, amor y matrimonio, la exposición aborda su trabajo, por un lado, través del hilo conductor del uso compartido de recursos plásticos (modos de representación, estilos, formatos, materiales). Por otro lado, y en articulación con el primer aspecto, se rescatan las particularidades de cada producción, la impronta personal de cada artista: él, volcánico; ella, reflexiva. Si bien la abstracción es un centro de unión para la pareja, la exposición no se limita a este aspecto de la obra, ya consagrado por su pionerismo. Recorrer este hilo largo (o, mejor dicho, el piolín, elemento de interés en esta historia) de la vida de esta pareja y su delirio creativo permite ampliar el núcleo de su producción legitimada hasta el momento y abrazar un arco mayor de experimentaciones, desde la década del 1930 hasta los años 80.
Vida venturosa celebra el encuentro de Del Prete y Yente y su tránsito en compañía por la realidad cotidiana y la producción de obra. Su potencia amorosa y creativa se proyecta como energía, como pulsión en el arte argentino, y permite observar de qué manera aspectos de sus trabajos encuentran ecos, continuidades y sobrevivencias en búsquedas del fin de siglo. En la última década, gracias a las transformaciones producidas por los feminismos, el reconocimiento y la valoración de la producción de Yente crece y se consolida. Mientras se prepara esta exposición, su obra circula entre los espacios emergentes como la de una artista de culto para las generaciones más jóvenes. Su fortuna pasada se revierte y sus producciones impactan con inusitada contemporaneidad. “Les Yente-Del Prete”, con las cinco “e” disidentes de sus nombres, sobreviven y reaniman su vida futura.
En una entrevista publicada en la revista Horizonte, Del Prete hablaba de sus años en París durante la década de 1930 y de la hostilidad del medio porteño ante a su presentación de la abstracción en Buenos Aires: “Estaba solo, como te digo. Después, conocí a la Yente, que luego sería mi esposa. Y fue una soledad de a dos, por decirlo así, porque la Yente también empezó a hacer arte abstracto.” Por su parte, Yente, en entrevista con María Esther Vázquez, decía: “Yo acababa de egresar de la Facultad de Filosofía y Letras, de la rama de filosofía […] A través de Del Prete entré en la abstracción, que me ganó, le diría, como resolución intelectual.”
La abstracción unió a la pareja en un recorrido común, en una indagación por el interior del arte, sus lenguajes y procedimientos. Este nuevo camino llevó a Yente a destruir su obra previa: dibujos de línea incisiva, caricaturas y retratos de su familia. Acción que muy posiblemente emuló las sistemáticas destrucciones de Del Prete, justificadas en su caso por la falta de espacio para contener su vastísima producción. La gran diferencia fue que la obra de Del Prete había sido documentada en fotos y luego fue publicada en el libro Obras destruidas de Del Prete, editado por Yente, mientras que la de ella quedó sin registro.
* Doctora en Historia del Arte (UBA); Curadora en Jefe del Malba. Curadora de la exposición y editora del catálogo. Fragmento introductorio del ensayo incluido en el libro/Catálogo de la exhibición, que sigue en el Malba, Figueroa Alcorta 3415, hasta el 22 de agosto.