¿Qué fue del synthpop desprejuiciado, juguetón, desenfadado y extremadamente bailable que supo ser el sello de esta banda? La pregunta se dispara inmediatamente tras la primera escucha de World Be Gone, flamante álbum de Erasure. Quizá sea poco atinado hablar de “madurez” al referirse a un grupo con más de treinta años de carrera, pero algo hay. Una diferencia llamativa, un cambio de registro tanto en lo musical como en lo lírico que derivó en un disco notablemente más profundo, íntimo y reflexivo que sus antecesores. “Hay tantas cosas pasando en el mundo, políticamente, que no podíamos evitar que eso nos influyera. Es natural que sintiéramos la necesidad de hablar sobre esos temas. Y de cantar sobre esos temas”, explica Vince Clarke en entrevista telefónica con PáginaI12. La actualidad mundial, entonces, fue quien metió la nariz para aportar una nueva capa de estilo a la discografía de este dúo que ya cuenta con 17 trabajos de estudio.

La historia es conocida: tras su fugaz pero decisiva participación en los inicios de Depeche Mode (fue uno de sus fundadores, junto a Dave Gahan, Martin Gore y Andy Fletcher, y compositor de la mayoría de los temas de su álbum debut, Speak & Spell), y luego de grabar dos discos junto a Alison Moyet como Yazoo, Clarke decidió encarar un nuevo proyecto, para lo cual puso un anuncio en la revista Melody Maker buscando vocalista. Pasaron cuarenta postulantes, hasta que el número 41 logró captar la atención del músico. Así fue que la síntesis de presencia y voz de Andy Bell resultó perfecta para ese equilibrio de opuestos, en ese ying yang de personalidades (¡y de aspectos!) que se convertiría en Erasure. Entonces vino el éxito mundial: las canciones de sus primeros álbumes, a finales de los ‘80, estuvieron en la cima de todos los charts, sonaron en todas las radios, se escuchaban en toda fiesta, baile, asalto o reunión que se preciara de tal. Algunas, inclusive, se usaron como cantitos de cancha. El estilo Vince Clarke & Andy Bell se instaló como marca registrada. 

Pero treinta años son muchos años y siempre llega el momento de intentar nuevos caminos. Hace un tiempo, el dúo inglés decidió darle una vuelta de tuerca a su sonido, para lo cual se puso en manos de jóvenes productores. Así nacieron Tomorrow’s World (2011) y The Violet Flame (2014), en los que la efervescencia y el hedonismo pop característicos de Erasure fueron extirpados con el bisturí de la electrónica, con resultados más cercanos al electropop de David Guetta que a The Human League. Si en esos discos parecía que la atención estaba dirigida hacia afuera, como expandida, en el caso de World Be Gone funciona de manera opuesta: Clarke y Bell decidieron mostrar de alguna manera su interior y un costado oscuro hasta ahora desconocido. Se dejaron llevar libremente por las circunstancias y permitieron que ese mundo que se erigía como un lugar hostil y desesperanzador se escurriera en el proceso creativo para terminar transformado en canciones.  

–Usted compone primero en guitarra y después pasa a las versiones electrónicas. ¿Cómo sabe cuándo la canción está lista?

–Si una canción es buena cuando suena sólo en piano o guitarra, eso significa que será buena en cualquier circunstancia, y entonces merece la pena hacerla con toda la producción que viene después. Tratamos de no recostarnos en lo electrónico con la idea de mejorar las canciones, eso no es posible. Si la idea no está bien desde el principio, no importa lo lujosa que pueda ser la producción, no podés cambiarla.

–Usted suele hablar de la “sensibilidad melódica” como diferencial.

–La melodía es lo que le da sentido a la música pop. Todos queremos cantar un buen estribillo. Es tan simple como eso. Para nosotros, una buena canción es aquella que es recordable pero que a la vez tiene un guiño, un detalle emocional: ésas son las canciones que te dan ganas de volver a escuchar. Andy y yo coincidimos en nuestra manera de pensar la música. Creo que eso es lo que nos hace mantener nuestra relación exitosamente. A través de los años, nos fuimos conociendo y logramos un gran nivel de confianza. Si alguno de los dos viene con una idea que no le gusta al otro, simplemente la descartamos. No hay discusión al respecto, porque sabemos que siempre hay una próxima canción. 

–La producción de los dos discos previos a World Be Gone estuvo a cargo de Frankmusik y Richard X, respectivamente. Eso los hizo sonar más electrónicos y, a la vez, algo fríos y distantes. ¿Producirse ustedes mismos fue una forma de recuperar cierta cercanía o intimidad?

–La mayoría de las canciones de este nuevo álbum son bastante minimalistas y reflexivas. Creo que para nosotros es más fácil desarrollar ese sentido más político, emocional o sensible en canciones más lentas. La política suena rara en una canción bailable (se ríe). Algunos pueden hacerlo, pero nosotros no somos muy buenos en eso. Fue una experiencia hermosa. Trabajamos sin presiones y pudimos tomarnos nuestro tiempo y dejar que cada canción fluyera naturalmente.

–En este disco también suenan algo oscuros. 

–Desde el principio supimos que este no sería un disco bailable, que sería un disco de canciones más profundas. Y creo que eso tiene que ver con el momento tan raro que el mundo está atravesando. En la vida, he visto pasar cosas increíblemente positivas: estábamos en Alemania cuando cayó el Muro de Berlín. Fuimos testigos del final del apartheid, cosa que yo pensé que nunca se terminaría. Hubo un momento en el que pareció que Israel y Palestina llegarían a un acuerdo. El IRA (Ejército Republicano Irlandés) se disolvió. Todos estos hechos fueron increíbles en el modo en que cambiaron nuestras realidades. Y, de repente, parecería que hay una enorme nube negra sobre nosotros y que las cosas retroceden. Habiendo dicho esto, quiero remarcar que igual creo que todo es cíclico: te toca vivir lo bueno y después lo malo. Así que tengo la ilusión de que, eventualmtne, todo esto pase y volvamos a experimentar lo bueno.

–¿Cómo manejan el balance entre tomar riesgos estéticos y volver a las raíces de Erasure?

–No está mal tomar riesgos. Tampoco tenemos una fórmula. Las cosas suceden de manera orgánica. Cada vez que Andy y yo empezamos una canción, realmente no sabemos en qué va a terminar. Lo que es genial es que nos tiramos ideas el uno al otro y al final de una sesión aparece algo de la más absoluta nada. Para mí, eso sigue siendo milagroso.

–¿Piensa que el artista tiene la responsabilidad de comprometerse con temas sociales o políticos?

–No creo que se trate de responsabilidades. La música es para todos. Te puede dar alegría o ponerte muy triste, mover algo en tus emociones. Sólo que en este momento, por algún motivo, nos resultó más fácil empezar a hablar de las cosas que pasan. No creo que los músicos tengan necesariamente la responsabilidad de tratar de cambiar el mundo. Porque, a fin de cuentas, Andy y yo escribimos canciones y, la verdad, estamos haciéndolo para nosotros, que somos nuestros mayores críticos. Podés escribir algo y, con mucha suerte, quizás haya gente que entienda lo que estás tratando de decir y que tal vez concuerde con vos. Pero de ninguna manera estamos tratando de dictar lo que otra persona debe pensar o acordar. Cada uno debe hacerse sus propias ideas.