El profesor de teatro Juan Nicolás Esquibel fue suspendido por haber leído una versión más corta y apta para todo público del cuento “Canelones”, de Hernán Casciari, a sus alumnos de la escuela Normal Superior Sarmiento, de San Juan. Las chicas y chicos, entusiasmados por esa historia en la que dos amigos adolescentes de Mercedes, la ciudad natal del escritor y editor, hacen bromas telefónicas al azar en la que simulan conversaciones, buscaron la versión más extendida en el blog del autor. Una madre consideró que el texto era “material indebido” porque aparecen las palabras “tetas”, “culo” y “poronga” --que no están en la versión leída en clase-- y junto a un grupo de padres iniciaron una campaña para desplazar al profesor. “El gran tema de debate es el protocolo que hay que tener con las minorías puritanas”, dice Casciari en la entrevista con Página/12.
El director de la revista y la editorial Orsai salió en defensa del profesor de teatro sanjuanino. Esquibel integrará el elenco de la mini serie Canelones, que con la productora audiovisual Orsai se filmará a partir de septiembre en Mercedes, la ciudad natal del autor de Más respeto que soy tu madre. La rectora de la escuela Sarmiento, Marcela Herrero, le pidió ayuda al propio Casciari para que defendiera al docente de una situación que se transformó en “una caza de brujas”, similar a lo que sucede con la cultura de la cancelación. El escritor lanzó la propuesta Orsai Educación, una plataforma web que tiene como objetivo reunir a docentes del nivel secundario, chicos y chicas y autoridades educativas en torno a la literatura y la difusión de las nuevas narrativas.
Las minorías puritanas
-¿Qué pasa con el sistema educativo? ¿Por qué está tan poco preparado para resolver este tipo de conflictos que se presentan cuando una madre se queja?
-Hay que armar un protocolo de bienvenida a mamás y a papás quejosos. No es ni siquiera grave lo que pasó, solamente que nadie sabe qué hacer con un adulto que llega al colegio con una queja. No supo qué hacer la rectora del colegio sanjuanino y lo elevaron al ministerio de Educación, que tampoco supo qué hacer, y empezó a ocurrir algo peligroso con los medios de comunicación. Algunos portales sanjuaninos muy conservadores se cebaron con la noticia y les encantó que un profesor fuera un “pervertido”. Les encantó ese titular y lo pusieron, independientemente de la veracidad. Y comenzó una especie de caza de brujas en Instagram, para buscar en el pasado del chico alguna cosa que fuera comprometida, y encontraron un stand up donde hablaba de homosexualidad. Y ahí se pudrió todo. El sistema educativo no sabe qué hacer con las madres y padres puritanos y esto lo supe después, cuando me involucré en el tema. Es muy poca la gente que se queja, pero cuando se quejan suspenden a un docente.
-¿Por qué esta minoría puritana tiene tanto impacto?
-Nadie sabe mucho sobre el tema que se quejan. La rectora no leyó el cuento inmediatamente ni lo puso en contexto. Las personas con las que hablé, rectora y ministra (de Educación), habían leído muy poco. La queja era por tres malas palabras, pero no se sabía bien en qué contexto estaban ni por qué. Me pareció todo tan absurdo, tan pequeñito, tan poca cosa… y mucho más poca cosa me parece el debate posterior, si se centra en “culo”, “teta” y “poronga” en el cuento. El gran tema de debate es el protocolo que hay que tener con las minorías puritanas. Yo salí en defensa del profesor y después me pregunté en voz alta: ¿qué hacemos con esto?
-¿Cómo explicás que estas minorías puritanas estén tan cerca de la cancelación y la prohibición de un docente, un autor, un texto?
-No creo que ese sea el objetivo de esta mamá. Cuando decimos minorías puritanas, a veces pensamos en gente organizada para ver cómo van a obstaculizar. No es eso; es una mamá que estaba haciendo la comida y pasó por detrás del chico que estaba leyendo algo que a ella le pareció inmoral. Cuando hablamos de minorías puritanas, hablamos de un montón de esas mamás o de esos papás, no de gente organizada. No hay una moda de la cancelación. Tampoco seamos tan exagerados: está bien, fue foul; pero no nos revolquemos en el pasto.
Robin Hood solitarios
-¿Cómo dialogás sobre qué es la literatura, que es la ficción, con esas mamás y papás puritanos?
-Esa mamá ha leído pocos libros, como la ministra de Educación. Si la rectora cuando alguien se queja por las palabras de un cuento no lee el cuento, es esa mamá. Entonces no hablemos solamente de esa mamá. Hablemos de la rectora, que seguramente es esa mamá. ¿Cómo se hace? No es tan complicado. El otro día estaba en Santiago del Estero con un montón de esas mamás y les dije acá pasó esto, les voy a leer el cuento (“Canelones”). Leí el cuento y se cagaron de risa, pero también se emocionaron. Hay que leerle el cuento a esas mamás. Una vez leído el cuento ya está… ah, yo había entendido que era sobre dos chicos que charlaban de chuparse la poronga, pero era una broma telefónica que le estaban haciendo a un señor para escandalizarlo...qué divertido. Cuando leés el cuento, se desarticula todo. No es ni tan diabólico ni tan oscuro ni tan estratégico lo que está pasando. Es una sucesión de malentendidos, desidia y falta de reflejos.
-A partir de este caso muchos profesores te escribieron para contarte que les había pasado algo parecido, ¿no?
-Sí, y al mismo tiempo me encontré con una excelente oportunidad para hacer algo. Estamos haciendo Orsai Educación, un portal de unificación de docentes del nivel secundario de la Argentina que está funcionando increíble. Ya hay dos mil anotados. Y estamos haciendo una segunda base para la escuela primaria, que todavía no la hicimos pública. Están muy manijas todos, con muchas ganas de intercambiar. Fue una excelente oportunidad para decir tenemos toda esta creatividad de profes que son como Robin Hood solitarios que tienen ganas de hacer cosas.
-¿La idea sería generar desde Orsai Educación una especie de protocolo acerca de cómo actuar en casos parecidos cuando una mamá o papá se quejen por un cuento o una novela leídos en clase?
-Sí. Pero también Orsai Educación tiene la intención de ser algo realmente fuerte en donde haya concursos nacionales con alumnos, olimpíadas de ideas cinematográficas para hacer después la película o los cortometrajes; darles dinero a los colegios más carenciados para que tengan computadoras; involucrar a empresas y particulares para que hagan donaciones específicas; hacer la logística de esas donaciones.
Leer en voz alta
-¿Te comunicaste con la madre que se quejó?
-Sí, lo intenté. Le pedí a Juan Nicolás el contacto y la señora me clavó el visto.
-¿Te hubiera gustado hablar con ella?
-No, yo no quería hablar. Quería leerle el cuento. Me ha pasado tantas veces y es tan lindo ver la cara de prejuicio convirtiéndose en estoy entendiendo esto… es tan linda esa transformación. La vi en teatros cuando alguien va porque le gusta e invita a alguien que no sabe adónde va. Lo primero que veo es la cara del prejuicio: ¿un gordo que va a leer y va a estar una hora y media haciendo esto? Veo esas caras y la transformación de esas caras es lo más alucinante del mundo. A esa mamá hay que leerle el cuento. Nada más.
-¿Qué es lo que alimenta el prejuicio de esa mamá?
-No saber lo que está haciendo su hijo... Entonces lo agarró en algo. ¿Qué estás haciendo? Y cuando el hijo le contesta “me dieron esto en la escuela”, peor se pone todavía... “Además que estás haciendo cosas que no están bien, te las enseña un profesor. Ahora vas a ver”... Mi mamá también lo hacía. Yo le tengo mucha ternura a esas minorías puritanas porque soy hijo de esas minorías; sé que no lo hacen con mala leche, que no hay ninguna estrategia, sino que no han tenido la posibilidad de ejercitarse en la literatura. No son buenas en eso, de la misma manera que yo no soy bueno abriendo el capó del auto: no sé qué hay adentro. Mi mamá no sabe qué hay adentro de un libro; entonces se confunde. Hay un montón de mamás y de papás que se confunden y que se quejan. Si alguien tuviera la delicadeza de sentarlos a una mesa a contar de qué se trata, no tendríamos estos problemas. Pero da la impresión de que somos una sociedad que ya no se sienta a la mesa con el otro a charlar sino que eleva denuncias, amplía las grietas y pisotea al que no tuvo la oportunidad de educarse.
-¿Cómo se logra incentivar la lectura en aquellos que sienten desconfianza hacia los libros?
-Cuando empecé a leer en voz alta, comencé a tener oyentes, señoras y chicos que yo sé que nunca abrieron un libro y que me hablaban del último cuento que les leí de Chéjov en Telefé. La oralidad es el primer camino; los libros vienen después. Leer un libro de 600 páginas hoy nos lleva un tiempo que ya no tenemos. En cambio ponernos unos auriculares y que alguien que sabe leer bien nos lo lea hace que podamos lavar los platos, estar manejando o cuidando a un hijo mientras incorporamos información y nos cuentan Cien años de soledad o un chiste de (Luis) Landriscina. No importa qué.
El fraude editorial
-Esas personas que te escuchan contar una historia, ¿después van a buscar tus libros?
-Desde que estoy en Spotify vendo muchísimos más libros. Al no estar alineado con las grandes editoriales no aparezco en los tops de ventas porque no les conviene que aparezca, pero yo vendo más libros que nadie desde hace bastante años. Desde el momento en que empecé a leer en voz alta, se sextuplicó la venta de mis libros. La gente escucha, se entretiene, se divierte y en algún momento es el cumpleaños de alguien y quiere comprar un regalo. Yo pongo gratis los audios y pdfs; los libros no. Los libros son un objeto trascendente, es otra cosa, y la gente lo sabe. Incluso los que no saben leer le tienen más respeto al libro. El que no lee regala libros a lo loco. Leer en voz alta, no importa dónde, hace que los libros se vendan más. El autor cobra el 10 por ciento por la venta de un libro; el 60 por ciento se lo lleva la editorial para pagar ciertas cosas como la distribución y las librerías. En pandemia las librerías cerraron, la distribución cerró, pero las editoriales siguieron vendiendo mucho más porque la gente estaba encerrada. Se ahorraron un 60 por ciento del costo del libro. ¿Lo compartieron con los autores? No. Esa es la gran estafa de la literatura y el autor sigue recibiendo muy poquito por lo que hace; entonces tiene que hacer otras cosas para vivir: conferencias, talleres en su casa y un montón de cosas que le quitan tiempo. Yo me llevo el 85 por ciento de las ventas de mis libros.
-¿Es necesario que haya una gran discusión acerca del bajo porcentaje que se llevan los autores?
-No sé si tiene que haber una discusión… Yo muchas veces le he dicho a amigos narradores que son best sellers en grandes editoriales: ¿no te da un poco de bronca que te estén cagando y que lo sepas? Porque no es solamente el 10 por ciento, sino que no hay reales auditorías de imprenta, es decir la editorial imprime lo que se le antoja y le dice al autor que imprimió 3000. ¿Cómo sabés si imprimió 3000? Tal vez imprimió 7000, pero te dice 3000 y te la tenés que comer doblada. Algunos autores han intentado hacer auditorías que son largas, pesadas, llevan años y tenés que estar todo el tiempo pagando abogados. Las editoriales multinacionales lo saben. Horacio Altuna, que tiene mucha más experiencia que nadie, me contaba que el robo de las editoriales es sistemático: en Francia te roban el 35 por ciento, en Estados Unidos te roban el 20, en Argentina entre el 35 y el 40.
-¿La propuesta sería multiplicar modelos de autogestión, otros Orsai como el que fundaste?
-Sí, claro, no es tan complicado. Cuando fundé la editorial, DHL era carísimo para distribuir al exterior. Ahora podés generar convenios de venta con DHL en donde tu libro sale de Buenos Aires y llega a Suiza en tres días a 7 dólares el costo. Ahora es súper accesible; en 2010 costaba 62 dólares. No podías venderle a un suizo tu libro. Hoy sí. Hay mil cosas que cambiaron para mejor. Pero obviamente el editor no se lo recomendará nunca a su autor y el representante del autor tampoco porque los representantes van entongados con las editoriales. No son empleados del autor, son empleados de las editoriales. El autor, generalmente, es bohemio, se fuma un porro a la tarde, no entiende y se deja cagar muy fácil; cuanto más inteligente y más lindos son sus libros más pelotudo es en lo económico. Pero todos saben que tiene fecha de caducidad este fraude. Va a durar muy poquito más, cinco años como mucho. No hay manera de seguir sosteniendo el engaño.
Escribir para el cine
Hernán Casciari (Mercedes, 1971) cuenta que está escribiendo más para cine. “La gente está mucho más posada en una pantalla que en un libro, así que sigo contando mis historias como siempre, pero donde están los ojos de las personas”, explica el creador de la editorial Orsai y Orsai audiovisuales que dirige la revista Orsai y publicó las novelas El pibe que arruinaba las fotos, Más respeto que soy tu madre, Seis meses haciéndome el loco y los libros de cuentos España decí alpiste, El nuevo paraíso de los tontos, Charlas con mi hemisferio derecho, Messi es un perro y otros cuentos, El mejor infarto de mi vida y Los consejos de mi abuelo facho, entre otros. El escritor que en 2010 renunció públicamente a las editoriales Mondadori, Plaza & Janés, Grijalbo y Sudamericana y a los periódicos El País de España y La Nación (Argentina) para embarcarse en proyectos autogestivos terminó de rodar con la productora Orsai la película La Uruguaya, una adaptación de la novela de Pedro Mairal. Recientemente también se terminó de filmar Más respeto que soy tu madre (con Diego Peretti y Florencia Peña) y El mejor infarto de mi vida. Desde 2012 lee sus cuentos en radio, televisión y en teatros.